08 de Marzo de 2019
[Por: Juan Pablo Espinosa Arce]
En el desierto hacemos experiencia de intimidad. Nos enfrentamos cara a cara a Dios, a nosotros mismos, a nuestra realidad. En el desierto entramos en la dinámica del silencio que aturde, del silencio que no puede ser enclaustrado. Es como pretender encerrar a Dios. Dios y el Silencio se resisten a permanecer estáticos en un solo recinto. El desierto es el lugar del silencio, donde no hay nada. Pero ¿realmente no hay nada?…
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