Memoria y melancolía, fuentes de creatividad

01 de Febrero de 2019

[Por: Rosa Ramos]




“Es como una amargura 

y una dulzura, a la vez, 

que va unida a todo”

Romano Guardini

 

En este blog del Espíritu y la Libertad, y dado mi habitual optimismo, resultará extraño este título de hoy y el copete de Guardini que es una referencia precisamente a la melancolía.

 

Pero, como también coloco en el título, apunto a la creatividad, la que necesitamos en estos tiempos difíciles (entrega anterior).

 

Las ideas que voy a compartir son fruto de las resonancias de una ponencia del filósofo de la cultura Raúl Fornet Betancourt, que escuché hace varios meses en Bogotá en el Seminario Internacional que conmemorando los 50 años de Medellín, organizado por ICALA, Fundación alemana que celebraba también 50 años apoyando a intelectuales latinoamericanos. 

 

Allí el filósofo tuvo la conferencia de apertura en la cual se propuso hacer “memoria del alma”, que no mera historia de eventos, aclaró, del año tan emblemático de 1968. Subrayó la importancia de hacerlo diciendo que “la existencia cristiana está en la historia haciendo historia… desde sus memorias comunitarias que alientan y exigen fidelidad”.

 

La conferencia fue atrapante en todo su desarrollo, pero terminó con unas ideas que me calaron fuerte, habló de la melancolía y de la “memoria melancólica”. Al oír esta expresión pensé en la típica “nostalgia uruguaya”, incluso comenté con algunos participantes: se refiere nostalgia no a de melancolía. Pero, al leer detenidamente la conferencia en estos días, con sus referencias, encontré que sí estaba hablando de “melancolía”, basándose en varios autores.

 

Antes hago una breve alusión al inicio de la presentación, el filósofo radicado en Alemania hace décadas, recogió en primera instancia de la memoria del alma del ’68 los “ánimos eufóricos”. Eso es lo que quedó grabado, dijo, vivimos un tiempo de euforia y “hacer memoria nos contacta con esos buenos ánimos”.

 

El filósofo de la cultura, indicó que la memoria del ’68 está teñida de esa euforia, de ese buen ánimo que otorgó el arrojo para interponer en el curso de la historia un proyecto alternativo”.

 

Claro que dejar resonar esos ánimos eufóricos, es ponerse a la escucha de los mismos, y dejarse interpelar por esos recuerdos: ¿qué nos pasó, qué fue lo que no hicimos, por qué fuimos frágiles y poco creativos?, etc, etc. Por ejemplo la memoria de Medellín, dijo Raúl, “nos echa en cara el debilitamiento del compromiso liberador y profético de la Iglesia”. No obstante esos reproches, “es una memoria que nos recuerda que somos parte de la humanidad peregrina, también nuestra cita con la historia y las tareas pendientes”. Será nuestra la opción de asumirlas o no.

 

La otra idea con la que finalizó su exposición fue la relación entre memoria y melancolía. Tiempos densos como aquellos de hace 50 años, están marcados por “procesos en los que palpita la búsqueda apasionada por lo que faltano solamente desde la perspectiva de la promoción humana sino de la perfección de la vocación humana”. En términos de E. Bloch sería la pasión por la  utopía, Fornet Betancourt, siguiendo a Shelling y a Romano Guardini, prefiere llamarla “melancolía”, a pesar de la ambigüedad del término. 

 

No se trata de una melancolía que deprima y paralice, sino de la que afecta por el vislumbre de la plenitud -con la sombra de cierta tristeza- y provoca un movimiento interior de búsqueda de autenticidad y bien. 

Estas ideas de Raúl Fornet oídas antes, leídas recientemente, me condujeron a buscar qué decía Romano Guardini al respecto de la nostalgia y encontré ideas que leí -y recé- varios días, así nació el deseo de compartirlo en el blog, ah van:

 

“El anhelo de plenitud de valor, de vida y de belleza infinita, unido profundamente con el sentimiento de la caducidad, la negligencia y el fracaso, y con la irreprimible nostalgia, el dolor y la inquietud que de ahí se derivan… eso es la melancolía. Es como una amargura y una dulzura, a la vez, que va unida a todo”

“Sin un temperamento melancólico no creo que sean posibles la capacidad creativa y la relación profunda con la vida. La melancolía no se puede eliminar, sino que hay que insertarla en la vida; esto significa que hay que aceptarla interiormente como un don de Dios y convertirla en un bien para los demás” 

 

La primera cita sobre el anhelo de lo infinito, de algo que a veces se cree perdido (nostalgia uruguaya) y que en realidad es una nostalgia de utopía –de lugar bueno y feliz para todos-, huele a promesa recibida muy hondamente y que, por serlo, no se puede olvidar. 

 

Los asiduos lectores recordarán que hace unos meses escribí sobre las promesas de Dios. Acá encontré esta punta nueva: las promesas de Dios quedan adheridas al espíritu humano en forma de profundo deseo de plenitud, de bien, de belleza… y siendo la impronta sublime, o tan alta, produce cierta tristeza, por difícil de alcanzar, pero también dulzura de algo vislumbrado que “debe ser –y ha de ser- en algún lugar o tiempo

 

La segunda cita de Guardini me llevó a la vida de personas concretas, con nombres y rostros. Personas profundamente sensibles, tanto que hasta les cuesta encajar en un mundo egoísta, inmediatista, que sólo encuentra satisfacción en lo efímero. Poetas y locos, locos y santos, gente que ha dado pasos insólitos, con ese arrojo capaz de interponer al curso de la historia otros proyectos contraculturales. También recordé a otros se han dado un paso al costado, quedándose sin hallar la salida, con una bohemia que -ahora entiendo- es también melancolía.

 

Relacionarse profundamente con la vida es percibir su maravilla y su caducidad a la vez. Es captar los propios límites, y los de los otros, pero no poder renunciar al deseo de plenitud, a los sueños altos que de algún modo llaman locamente una y otra vez. 

 

De ahí la necesidad –para no perderse estérilmente- de aceptar esa sensibilidad como don, de reconciliación consigo mismo y con todo lo frágil, también en los otros, y hacer de esos sentimientos agridulces, fuente de creatividad y fuente de generosidad para gastar la vida del mejor modo posible, amando, dando, creando, y todo siempre a balde perdido, sin cálculo.

 

Gracias a Raúl Fornet que me llevó a estos textos de Guardini, y gracias a ambos que me iluminan aspectos de la propia vida y la de tantos buscadores. Espero que también ayude a otros a hurgar esas memorias del alma y quiera Dios encuentren también buenas memorias y melancolías que despierte la creatividad que necesitamos hoy.

 

Imagen: http://www.vertigopolitico.com/articulo/37589/Memoria-y-melancolia 

 

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