jTatic Samuel, testigo de la fe del siglo XX

24 de Enero de 2019

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Un hombre de encrucijadas

 

Samuel Ruíz (1924-2011), obispo de San Cristóbal de Las Casas durante 40 años (1960-2000), ha sido un profeta, testigo de la fe del siglo XX. En él confluyeron muchos acontecimientos: su participación en las cuatro sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II; su inserción en el mundo de los pobres, los mayas del sureste mexicano; los acontecimientos eclesiales de Melgar, Colombia, en 1968 y la Conferencia Latinoamericana de Obispos en Medellín en 1968 (en la que participa como ponente); el Encuentro de Xicotpec, México 1970; el congreso indígena de 1974 para celebrar los 500 años del natalicio de Fray Bartolomé de Las Casas. En este Congreso (encomendado por el Gobierno de Chiapas a Don Samuel y a la Diócesis de San Cristóbal) los pueblos indígenas de la diócesis expresaron sus miserias y aspiraciones, sus sufrimientos y potencialidades. Al año siguiente Don Samuel proclamó la opción por los pobres y dijo: “Al hacer esta opción nos tenemos que poner en camino; el camino nos lo va a dar la respuesta a estas realidades: al pobre, destinatario del Evangelio, y al Evangelio leído desde los pobres…es una opción cuyas consecuencias mido desde ahora, creo que todos medimos  también este momento” (Primera Asamblea Diocesana, 1975).

 

jTatic Samuel vivió todo el drama de los cuarenta mil refugiados guatemaltecos en su diócesis, y junto con los agentes de pastoral les dio una respuesta orgánica y permanente, ofreciéndoles su diócesis.

 

En esta dura experiencia se iría forjando el espíritu solidario de cientos de catequistas y servidores de las comunidades, y también ha sido un aprendizaje, al encontrarse con otras culturas del mundo maya guatemalteco.

 

Testigo privilegiado del caminar de la Iglesia latinoamericana desde su acompañamiento a los indígenas de Chiapas, México y el resto del continente, jTatic supo discernir los signos de los tiempos e interpretarlos adecuadamente, junto con su diócesis de San Cristóbal.

 

Con su equipo de trabajo fue discerniendo la inculturación del Evangelio, el nacimiento de la Iglesia autóctona con sus propios ministerios, como el diaconado indígena permanente, los catequistas, la traducción de la Biblia a varias lenguas. Levantó su voz una y otra vez para denunciar las injusticias y maltratos que recibían los indígenas de Chiapas. Ha sido una voz acompañada de un testimonio personal incuestionable. Esto le ganó autoridad moral dentro y fuera del ámbito eclesial, dentro y fuera  México.

 

Expresión de esta preocupación por la defensa de los indígenas fue la creación del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, que él presidió hasta el día de su muerte.

 

En 1994 estalla el conflicto entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Gobierno, y Don Samuel pronto es solicitado como mediador del conflicto para buscar la paz. Ahí presidió la CONAI (Comisión Nacional de Intermediación) junto con un equipo de distinguidas personalidades. Don Samuel fue el mediador autorizado por las partes en conflicto.

 

Don Samuel convoca el III Sínodo Diocesano en 1995, en plena guerra de contrainsurgencia en Chiapas. Este Sínodo (que termina en 1999) habrá de marcar a la diócesis en sus opciones y líneas pastorales hasta el día de hoy. Ahí está el rostro de la Iglesia como instrumento del Reino de Dios.

 

El perfil que fue adquiriendo la diócesis de San Cristóbal de Las Casas fue el de una Iglesia autóctona, con rostro propio; Iglesia liberadora metida en la historia de sufrimiento del pueblo; una Iglesia evangelizadora que proclama el Evangelio de vida y alegría en medio de tanto dolor; Iglesia servidora con más de ocho mil catequistas y más de trescientos diáconos indígenas casados; una Iglesia en comunión con estructuras de participación de la mujer, de los laicos, de las religiosas, religiosos y sacerdotes. Estas estructuras son: la Asamblea diocesana que él creo en 1975, el Pueblo Creyente que lucha por la justicia y los derechos de los pueblos mayenses y campesinos mestizos, los siete equipos pastorales para discernir y marcar el camino pastoral en cada región cultural.

 

Es una Iglesia dócil y abierta al Espíritu, abierta a discernir los signos de los tiempos. A esto se añade el impulso que dio Don Samuel al nacimiento y crecimiento de la Teología India, al diálogo ecuménico e interreligioso.

 

Un hombre de Dios

 

¿Qué es entonces lo excepcional de Don Samuel Ruíz? ¿Son las líneas de pastoral que impulsó como el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la promoción de la mujer, la defensa de los derechos humanos, la lucha por la justicia, la promoción de los catequistas, de los diáconos indígenas casados, de la teología india, del nacimiento y crecimiento de una Iglesia autóctona, la promoción de los indígenas para que fueran realmente sujetos en la Iglesia y en la sociedad, y no meramente objetos de la evangelización y de la promoción social?

 

Sin duda alguna todo esto, pero queda siempre la pregunta: ¿Qué es lo excepcional de Don Samuel? La respuesta no puede ser otra más que fue un hombre de Dios, un creyente en el Dios de la vida, en el Dios de Jesús de Nazareth, que no tuvo otra meta y otro compromiso sino el Reino de Dios. Su lema episcopal lo expresa muy bien: “Edificar y plantar”. Esta fue su prédica y esta fue su acción: implantar el Reino de Dios y su justicia con todas sus fuerzas y con toda su sabiduría y humildad.

 

Esta experiencia de ser hombre de Dios y esta clarividencia (por demás asombrosa) para incidir en la historia con la implantación del Reino de Dios explican todos los conflictos que tuvo, tanto en la sociedad, como con el gobierno, como en el interior de la Iglesia con sus hermanos obispos. Sencillamente, la perspectiva era diferente. Un hombre de Dios, un creyente con mayúscula, un profeta, ve las realidades históricas desde otra perspectiva y por esto es incomprendido por muchos.

 

Don Samuel pudo gustar la cruz personalmente en varios atentados de muerte que sufrió y en muchas incomprensiones y calumnias. Pero también cargó esta pesada cruz como pastor al ver que muchos de sus agentes de pastoral fueron expulsados del país, encarcelados, intimidados, asesinados, como los 45 mártires de Acteal en 1997, varios de ellos catequistas.

 

Cuando algunas personas le preguntaban a Don Samuel, ante las muchas calumnias y acosos que recibía, si tenía enemigos, él contestaba apacible: “Yo no tengo enemigos, si ellos quieren ser malos amigos, es que tienen una perspectiva diferente”.

 

En jTatic Samuel, Dios regaló a su Iglesia y al mundo un profeta, un sabio y humilde servidor de los pobres, un apasionado luchador en la construcción de su Reino. Es grande la herencia que nos deja y que habrá de permanecer vivía como memoria en la Iglesia latinoamericana y en otras latitudes.

 

 

[Artículo publicado en  (340) CONCILIUM, Abril de 2011]

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.