18 de Enero de 2019
[Por: Rosa Ramos]
Vivir es ir poniendo
el corazón y un pie detrás del otro
sobre el camino que se vaya abriendo.
Pedro Casaldáliga
En este año tan complejo para nuestro continente, con informes alarmantes, y más alarmantes declaraciones públicas de presidentes y ministros, en este tiempo de oscuridad global, que no sólo latinoamericana, ¿qué decir?, ¿qué proponer?, ¿cómo sostener la esperanza?
La familia pasionista desde hace muchos años prepara con esmero y propone, generalmente en Semana Santa, un retiro llamado Getsemaní, cuyo lema o expresión clave es “A tiempos difíciles, opciones valientes”.
Se proponen textos bíblicos, se acompaña a Jesús en su pasión, pero, se va trabajando simultáneamente la realidad cercana, la situación del país, de América Latina, con datos e informes. Yo hice ese retiro hace más de 30 años, ahora seguramente incluyen la situación mundial y los problemas ecológicos. Es un retiro muy encarnado históricamente.
Es tiempo de volver a las fuentes, de contextualizar y también de recordar esa consigna.
El pasado 27/12/18 el Centro de estudios de Cristianismo y Justicia (jesuitas catalanes) planteó un informe junto a la preocupación por la situación de retroceso democrático global, así como también por las conjuras cada vez más explícitas contra el Papa Francisco. En síntesis tanto a nivel político social como a nivel eclesial, asistimos a tiempos difíciles.
Difíciles de comprender además, lo cual afecta nuestra autoestima de seres racionales.
Precisamente me impresionó e interpeló ese juicio: que el optimismo de hace medio siglo sobre el avance de los Derechos Humanos y la democracia se basaba en “una fe ciega en que la verdad y la razón tuviesen fuerzas por sí mismas para acabar imponiéndose”. En una segunda lectura del análisis, volví a detenerme en ese comienzo y me quedaron resonando los términos “la verdad” “la razón” e “imponiéndose”, más allá de “los densos nubarrones” que trata el texto, que es lo sumamente preocupante.
Hoy nos parece al menos presuntuoso hablar de “la verdad”, y la idea de “imposición”, aunque sea de algo bueno y deseable, también hace un poco de escozor. Quizá “la razón” está en iguales condiciones que “la verdad”, pero me resulta menos agresiva, aún sabiendo que tiene su carga, si no negativa al menos reductora de la totalidad de lo que somos.
Para defender la racionalidad, a sabiendas de sus límites, recordé a Hans Jonas que hace más de 30 años escribió “El principio de responsabilidad” poniendo la atención en los problemas hoy emergentes como los ecológicos, preguntándose por los derechos de la Naturaleza y, por tanto, los deberes humanos a favor de la vida, de que ésta pudiera sostenerse para todos. Jonas decía en un discurso, posterior al libro, que creía en la razón como base de la esperanza, de “una esperanza modesta”, aclaraba ya, y concluía: “debemos apostar a esta carta”.
Apostar, no imponer, pero sí jugarnos por la esperanza basándonos en que la historia es construcción humana. Las formas de organización política y económica, tanto las democracias como los totalitarismos, así como esta globalización neoliberal, han sido fruto de nuestras decisiones, acciones y omisiones, que a su vez son causadas por nuestros intereses, ambiciones y temores. Claro que a veces no somos tan conscientes de los efectos…
El hecho es que si todas las formas son construidas, entonces no son eternas, naturales e inmutables; los paradigmas son útiles en determinado momento, pero pueden y deben ser cambiados en otro, cuando proporcionan más problemas que soluciones. Allí estriba la esperanza, y la esperanza en que los humanos podemos aprender de nuestros errores o malas decisiones, y continuar, o volver a empezar, quizá con más humildad y modestia.
“Resistir, resistir siempre”. Esta ha sido la consigna de tantos hombres y mujeres, en diversos países y tiempos, en situaciones difíciles. Resistir en lo concreto, en los gestos más cotidianos, en lo que se pueda, a la vez que participar y organizar espacios de resistencia con otros.
El análisis de Cristianismo y Justicia por su parte, luego de presentar los densos nubarrones, también platea motivos de esperanza, que aquí no voy a señalar, pero pueden acceder. (https://www.cristianismeijusticia.net/es/negras-nubes-pero-el-sol-no-desaparece-0)
Me quedo con la consigna del retiro de Getsemaní: A tiempos difíciles ¡opciones valientes! Y con algunos versos de don Pedro Casaldáliga como esos citados “Vivir es ir poniendo
el corazón y un pie detrás del otro sobre el camino que se vaya abriendo.”
El obispo de 90 años pone la esperanza en el corazón y en el caminar paso tras paso. En esa constancia de acciones humildes, ya no quijotescas, pero sin dejar de abrir caminos.
En el mismo viejo libro El tiempo y la espera, encontré otros versos portadores de esa esperanza que hoy necesitamos soplar como a una brasa para que se reavive en los pueblos:
Somos, en última instancia,
el Reino que nos es dado
y que hacemos cada día
y hacia el que, anhelantes, vamos
El Reino nos es dado y es la meta, pero señala tres verbos claves: somos, hacemos, vamos.
No estamos en tiempos triunfalistas, en los que tal vez nos encandilamos con los propios avances, y quizá no hicimos todo lo necesario, no fuimos tan prolijos… (Varios análisis sobre l devenir de Brasil -y otros países- apuntan eso) Quizá esos han sido nuestros “pecados”, que son los mismos que narra la Biblia: cuando Israel se vanagloriaba, olvidando que había sido esclavo en Egipto y su compromiso con la justicia y la misericordia.
Pero tampoco nos dejemos asustar por interpretaciones apocalípticas (fin del mundo), de las que se sirven los fundamentalistas. Tampoco debemos conformarnos las explicaciones reductivas a los problemas complejos y mundiales; no caigamos nuevamente en simplificaciones. Ya que hemos aprendido a sospechar, seamos más fieles a la complejidad.
Es verdad que estos tiempos no son buenos ni fáciles, que nos sorprenden, nos duelen, y estamos aún desacomodados, más allá de los intentos de explicaciones.
Si era una inocencia juvenil creer que la verdad y la razón nos salvarían ya de todo mal, tampoco ayuda creer que todo es culpa de nuestros errores y convertirnos en escépticos y apóstatas de las esperanzas más hondas de construir un mundo más humano y fraterno.
Volvamos a Getsemaní y al Gólgota… pero no nos encerremos “por miedo a los judíos”
¡Que el desconcierto no nos encierre y paralice!
Y no olvidemos que habrá que “seguir andando no más, de esperanza en esperanza”.
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