Nacer de nuevo

10 de Enero de 2019

[Por: José Neivaldo de Souza]




“La falsa fe es la causa principal de la mayoría de nuestras infidelidades”

León Tolstoi

 

¡El pensamiento de Tolstoi hace pensar! Una vez, un hombre, angustiado con la situación de injusticia en su sociedad, y aturdido por constantes pesadillas, apenas podía dormir y descansar. Era una persona importante en la política y en el liderazgo religioso de su pueblo. En una de esas noches de insomnio, comenzó a cuestionarse y a ver que algunas cosas no tenían sentido en su vida.

 

Abrió los ojos y vio gobernantes enriqueciéndose bajo un pesado sistema de tributos e impuestos; vio el incentivo económico de los grandes productores rurales que explotaban el trabajo del pequeño campesino, dejándolo en situación de esclavo. Muchos perdían  sus tierras por los latifundios. Vio su espiritualidad instrumentalizada en favor del poder y de la riqueza. La religión se había convertido en un mercado, donde se compraba y se vendía  expulsiones de demonios y bendiciones de prosperidad. Ella servía al beneficio. Su Dios, temido por encima de todo y todos, tenía la imagen de un supremo juez que determinaba quién tenía derecho a vivir y morir. Un Dios adorado a costa de la explotación de los pobres. Estos no tenían más que la fuerza de trabajo  y se veían obligados a venderla en nombre de la supervivencia. Su pequeño país batió la continencia hacia el gran imperio que,  al imponer una cultura de las armas y del dinero, amenazaba la democracia y la libertad de expresión.

 

Este hombre de quien hablo es Nicodemo, una autoridad judía en la época de Jesús. Al  sentirse incomodado por la vida y las enseñanzas del Maestro, salió  por la noche buscando a su Señor (Jn 3,1-22). Nicodemo era uno de los que manipulaba la Escritura y las leyes en favor de la dominación judeo-romana en Palestina. Jesús predicaba el Reino de Dios oponiéndose a los poderes políticos y religiosos, representados por Herodes, Pilatos, fariseos, saduceos y sacerdotes.

 

La ética del Profeta de Nazaret provocó a Nicodemo y El a diferencia de sus amigos, se dejó tocar por el espíritu del amor, acogiendo palabras de libertad, fraternidad e igualdad, características del nuevo Reino.

 

El viejo Nicodemo aprendió: “nacer de nuevo”, no es volver al vientre materno, sino comprender y vivir la voluntad del Padre que dice: “Misericordia quiero, no sacrificios” (Mt 9, 13ª). A pesar de ser líder en Israel, se había puesto en el espíritu del Maestro, es decir, en su bautismo, palabra que, en el sentido teológico, quiere decir “salvo del ahogamiento”. Quien ya pasó por el ahogo sabe lo que significa nacer de nuevo. Nicodemo entendió que el viejo hombre, cargado de falsas ideologías, debía ser ahogado. Era necesario un nuevo respiro, de ahí la palabra espíritu, para que la máxima: “la verdad os liberará” (Jn 8, 32b), no fuera sólo una teoría para ilustrar discursos de prejuicio y odio en relación a lo diferente. El poeta y cuentista Charles Bukowski diría que, en este sentido, podemos comprender lo que significa vivir diez o quince mil vidas.

 

Miro a Brasil y encuentro la misma realidad de la época de Jesús. El presidente de la República (01/01/2018). Hay miles de personas atravesando la noche oscura y apostando al nuevo gobierno como “salvador” de sus vidas. Hay pesadillas que aturden: ¿Cómo será el mañana? Como Nicodemo, es necesario “nacer de nuevo”, dejarse salvar por el verdadero Señor; es preciso estar atentos a las viejas estructuras que insisten en imponer y en mantener la desigualdad entre las personas y la injusticia la distribución de renta y de poder. Aunque tristes, hay que cuestionar la fe y preguntar si ella promueve comunión y vida. Recordando las palabras del amigo  entrañable Rubén Alves: “Los que beben juntos de la misma fuente de tristeza descubren, sorprendidos, que la tristeza compartida se transmuta en comunión”.

 

La poeta Cora Coralina encanta al decir de un espíritu que, en medio de la noche, enseña a iluminar el camino y no desistir del amor; a renacer en la lucha y en la renuncia a la opresión; a creer en los valores humanos y ver un reino que visita el alma y renace en los corazones sensibilizados con el dolor de los más necesitados. Es de este espíritu que, en medio de la noche, decía Chico Xavier: hace renacer los más sublimes sueños para la humanidad.

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