11 de Enero de 2019
[Por: Eliane Brum]
La violencia de los últimos años, que ha culminado en las elecciones de 2018, le ha tapado los oídos a lo que podría considerarse el otro lado. Los gritos acusaban que no se podía votar a Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), tras oír el discurso de odio que predicaba. Se gritó hasta casi acabarse la voz. El hecho es que la mayoría que escogió a uno de los candidatos escogió a Bolsonaro, él resultó elegido y empezó a gobernar desde el día siguiente a la segunda vuelta de las elecciones, aunque la investidura solo sea en enero. Desde entonces, o incluso mucho antes, los grupos que se oponen a Bolsonaro se limitan a reaccionar. A cada declaración, a cada ministro, a cada indicio de corrupción, se amontonan más gritos. Reaccionar es necesario. Pero solo reaccionar es exhaustivo. Como el espacio público está saturado de gritos, la reacción se agota en sí misma. En una época en que se vive de espasmo en espasmo, cada vez más rápidos, lo que parece movimiento a menudo es parálisis. La parálisis del tiempo de la velocidad crea la ilusión de movimiento exactamente porque está hecha de espasmos. ¿Cómo dejar de solo reaccionar y empezar a moverse con consistencia, estrategia y propósito?…
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