27 de Diciembre de 2018
[Por: Juan Pablo Espinosa Arce]
Las canciones, la liturgia, las lecturas bíblicas o el color morado, son signos que expresan esa capacidad tan propia del cristianismo: esperar y confiar en que Dios hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5). El Adviento de este año nos encuentra en un momento clave: como Iglesia ansiamos la renovación. El 2018 fue para todos un año duro, confuso, desconcertante. ¿Cómo seguir siendo cristianos en medio del dolor? ¿Puede resurgir algo nuevo de esta Iglesia dolida, cuestionada pero también esperanzada? ¿Qué sentido tiene creer en un Dios que, en la Encarnación, experimentó la vulnerabilidad, el sufrimiento? Quisiera en esta breve reflexión proponer tres claves para pensar esta relación: el desierto florecerá, la Iglesia renacerá…
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