24 de Diciembre de 2018
[Por: Francisco Bosch]
Un grieta dividió en África a dos tipos de monos: los que seguirán durmiendo en la altura de los árboles y los que se animarán a los peligros de la sabana. Este camino de descenso que iniciaron los primates desde los arboles hacia la tierra tiene su culmen en el pesebre de Belén.
La narrativas que hacen posible ese viaje, polifónicas y hasta cacofónicas, son el transito bendito de la savia más preciosa de la tradición. Del núcleo doloroso de la fe al rostro histórico de la esperanza. Y todo esto contado por lxs analfabetxs de cada tiempo.
El homo narrans, única especie cuentera, ha contado por miles de años la historia de un carpintero que antes de morir masacrado en un cruz, antes de enfrentar al poder religioso y político de su tiempo, antes de construir un movimiento de exluidxs, antes de tomar la decisión de bajar al centro de poder para la Pascua Judía, antes de caminar por la Galilea aprendiendo de campesinos y prostitutas, antes… un niño pobre nacía en una familia sin techo, sin tierra, sin trabajo.
Allí está uno de los milagros más potentes de todos los tiempos: un grupo de primates, descendientes de los que se animaron a bajar de los árboles y migrar desde África al mundo, descendientes de las primeras rondas alrededor del fuego donde se inventaron todas las religiones del mundo, descendientes del culto al cerro, al oso, al bosque, al corazón del cielo-tierra, estos descendientes, contaron la historia comenzando por el final:
Un movimiento de excluidas y de pobretones marginados, organizados en la clandestinidad, perseguidos por el imperio romano y el poder del templo judío, con el olor fresco de su líder asesinado, pudieron intuir la ternura revolucionaria del pesebre. Entonces pasó lo que poco pasa. Estas comundiades, muchas y diversas, contaron en el siglo I de nuestra era la belleza absoluta de un Dios, universal, haciéndose concreto en un establo, la belleza eterna mezclándose para siempre en los entreveros de nuestra historia, ensuciándose con mierda de animales, tomando nuestro aroma, nuestro cuero, nuestro pelo, nuestra mirada.
Y desde ese tiempo, en cada diciembre, nosotros repetimos esa historia:
Había una vez, dos veces y mil veces, un masacrado. El poder le había sacado toda figura humana y después lo había colgado en la capital para que todo el mundo lo viera. Pero un grupo de mujeres experimentó la certeza que Dios levanta a los caídos. Compartieron esa verdad con varones compañeros. Y juntos, contaron la historia de un Dios enorme que se hace el más pequeño, y que nos enseña a vivir en lo oculto de los pueblos, para cambiar la realidad como la levadura que levanta la masa en las manos de una mujer trabajadora.
Que así siga siendo el milagro de narrar nuestra esperanza en medio del dolor de nuestros pueblos. Desde la noche de NuestrAmérica, mirando de frente a los crucificados de este tiempo, construyamos juntos los pesebres necesarios para abrazar la fuerza que lo cambia todo desde abajo y desde adentro. Del grito de la cruz a la caricia del recién nacido. Que así sea para todxs lxs que luchamos por un mundo muy otro.
Francisco Bosch
Mar del Plata
Pie de foto: Velorio de Rodolfo ‘Ronald’ Orellana, Cayetano militante de la CTEP, asesinado en una toma de tierras en La Matanza (Buenos Aires), Diciembre 2018. PH: Nacho Yuchark.
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