A pesar de las tribulaciones todavía celebramos la Navidad

20 de Diciembre de 2018

[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugúes]




Vivimos en el mundo y en nuestro país tiempos sombríos. Hay mucha rabia y mucho odio. Sobre todo reina falta de sensibilidad hacia nuestros semejantes, especialmente hacia los niños, como el Niño Jesús, que viven en las calles y sufren abusos. A pesar de todo vivimos la humanidad de nuestro Dios que asumió nuestra condición humana tan contradictoria.

 

El cristianismo no anuncia la muerte de Dios, sino la humanidad, la benevolencia y el amor misericordioso de Dios. Miremos al Niño entre el buey y la mula: en él sonríe la jovialidad y la eterna juventud del mismo Dios.

 

Pasé por Belén de Judá y oí un susurro tierno. Era la voz de María acunando a su hijito: “Mi niño, mi Sol, ¿cómo voy a cubrirte con ropa? ¿Cómo voy a amamantarte, si eres tú quien nutres a todas las criaturas”?

 

Del pesebre vino también una voz angelical que me decía: “Oh criatura humana, ¿por qué tienes miedo de Dios? ¿No ves que su madre envolvió su cuerpecito frágil? Un niño no amenaza a nadie, ni condena a nadie. ¿No escuchas su suave llanto? Más que ayudar, él necesita ser ayudado y llevado en brazos”.

 

No dejemos que sea verdad lo que escribió el evangelista San Juan: “El vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. Nosotros queremos estar entre quienes lo reciben como hermano y compañero de camino.

 

La entrada de Dios en el mundo no fue estrepitosa. Se dio al margen de la historia oficial, fuera de la ciudad, en medio de la noche oscura, en una gruta de animales. En Roma, capital del imperio, y en Jerusalén, el centro religioso del Pueblo de Israel, no se supo nada. Casi nadie se dio cuenta. Solamente aquellos que tenían un corazón sencillo, como los pastores de Belén. Estos caminaron hasta la gruta, donde tiritaba de frío el Divino Niño.  

 

La Navidad nos ofrece la clave para descifrar algunos misterios insondables de nuestra atribulada existencia. Los seres humanos siempre se han preguntado y se preguntan: ¿por qué la fragilidad de nuestra existencia? ¿Por qué la humillación y el sufrimiento? Y Dios callaba. Pero he aquí que en Navidad nos viene una respuesta: Él se hizo frágil como nosotros. Él se humilló y sufrió como todos los humanos. Esta fue la respuesta de Dios: no con palabras sino con un gesto de identificación. Ya no estamos solos en nuestra inmensa soledad. Él está con nosotros. Su nombre es Jesús.

 

La Navidad nos descubre también una respuesta última al sentido del ser humano. Somos un proyecto infinito. Sólo el Infinito puede realizar nuestra plena humanidad. Y sucede que el Infinito se hace humano para que el humano realice su proyecto Infinito. El Infinito se hizo ser humano para que el ser humano se hiciese Infinito.

 

Para concluir nada más conmovedor que estos versos de Fernando Pessoa, el gran poeta portugués, sobre el Niño Jesús:

 

Él es el Niño Eterno, el Dios que faltaba.

Es tan humano que es natural. 

Es lo divino que sonríe y que juega. 

Por eso sé con toda seguridad

Que él es el Niño Jesús verdadero.   

Es un niño tan humano que es divino. 

Nos llevamos tan bien los dos, 

En compañía de todo, 

Que nunca pensamos el uno en el otro.

Pero vivimos los dos juntos,

Con un acuerdo íntimo,

Como la mano derecha y la izquierda.

Cuando me muera, Niño mío, 

Déjame ser el niño, el más pequeño. 

Tómame en tus brazos y llévame a tu casa. 

Desnuda mi ser cansado y humano. 

Y acuéstame en tu cama.

Cuéntame historias, si me despierto, 

Para que me vuelva a dormir. 

Y dame tus sueños para que juegue,

Hasta que nazca cualquier día 

Que tú sabes cuál es.

 

Feliz Navidad a todos y a todas. Confiemos: hay una Estrella como la de Belén que ilumina nuestro camino por más sombrío que se presente. Si yo no sé el camino, Niño, tú lo sabes y lo sabes muy bien.

 

*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito Navidad: la humanidad y la jovialidad de nuestro Dios, Vozes, 8ª edición 1976.

 

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

*     *     * 

 

Apesar das tribulações ainda é Natal

 

Vivemos no mundo e no nosso país tempos sombrios. Há muita raiva e até ódio. Mais que tudo reina falta de sensibilidade para nossos semelhantes, especialmente para com as crianças, como o Menino Jesus, vivendo nas ruas e sofrendo abusos. Mesmo assim vivemos a humanidade de nosso Deus que assumiu nossa condição humana tão contraditória.

 

O cristianismo não anuncia a morte de Deus, mas a humanidade, a benevolência e o amor misericordioso de Deus. Olhemos para o Menino entre o boi e o asno: nele sorri a jovialidade e a eterna juventude do próprio Deus.

 

Passei por Belém de Judá e ouvi um sussurro terno. Era a voz de Maria embalando o filhinho:”Sol, meu filho, como vou cobrir-te de panos? Como vou amamentar-te, se és tu, que nutres todas as criaturas”?

 

Do presépio também veio uma voz angelical que me dizia: “Oh criatura humana, por que tens medo de Deus? Não vês que sua mãe enfaixou seu corpinho frágil? Uma criança não ameaça ninguém. Nem condena ninguém. Não escutas seu chorinho doce? Mais que ajudar, ela precisa ser ajudada e carregada no colo”.

 

Não deixemos que seja verdade o que escreveu o evangelista São João:“Ele veio para o que era seu e os seus não o receberam”. Nós queremos estar entre aqueles que O recebem como irmão e companheiro de caminhada.

 

A entrada de Deus no mundo não foi estrepitosa. Deu-se à margem da história oficial, fora da cidade, no meio da noite escura, numagruta de animais. Em Roma, capital do império e em Jerusalém, o centro religioso do Povo de Israel, ninguém soube de nada. Quase ninguém o percebeu. Somente aqueles que tinham um coração simples como os pastores de Belém, estes seguiram até a gruta, onde tiritava de frio a Divina Criança.

 

O Natal nos oferece a chave para decifrar alguns mistérios insondáveis de nossa atribulada existência. Os seres humano sempre se perguntaram e perguntam: por que a fragilidade de nossa existência? Por que a humilhação e o sofrimento? E Deus silenciava. Eis que no Natal nos vem uma resposta: Ele se fez frágil como nós. Ele se humilhou e sofreu como todos  os humanos. Esta foi a resposta de Deus: não por palavras mas por um gesto de identificação. Não estamos mais sós na nossa imensa solidão. Ele está conosco. Seu nome é Jesus.

 

O Natal nos descortina também uma resposta derradeira ao sentido do ser humano. Somos um projeto infinito. Só um Infinito pode realizar nossa plena humanidade. Eis que o Infinito se faz humano para que o humano realizasse seu projeto Infinito. O infinito se fez ser humano para que o ser humano se fizesse Infinito.

 

Para concluir nada mais comovedor do que estes versos de Fernando Pessoa, o grande poeta português, sobre o Menino Jesus::

 

Ele é a Eterna Criança, o Deus que faltava.

Ele é o humano que é natural,

Ele é o divino que sorri e que brinca.

É por isso que eu sei com toda a certeza

Que ele é o Menino Jesus verdadeiro.

É a criança tão humana que é divina.

Damo-nos tão bem um com o outro

Na companhia de tudo

ue nunca pensamos um no outro.

Mas vivemos juntos os dois

Com um acordo íntimo

Como a mão direita e a esquerda

Quando eu morrer, filhinho,

Seja eu a criança, o mais pequeno.

Pega-me tu ao colo

E leva-me para dentro de tua casa.

Despe meu ser cansado e humano

E deita-me na tua cama.

E conta-me histórias caso eu acorde,

Para eu tornar a adormecer.

E dá-me sonhos teus para eu brincar

Até que nasça qualquer dia

Que tu sabes qual é.

 

Feliz Natal a todos e a todas. Confiemos: há uma Estrela como a de Belém a iluminar o nosso caminho por mais sombrio que se apresente. E se eu não souber o caminho, Menino, tu o sabes e bem certo.

 

Leonardo Boff é teólogo e escreveu Natal: a humanidade e a jovialidade de nosso Deus, Vozes, 8.edição 1976.

 

 

Imagem: CEBI-ES

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.