26 de Noviembre de 2018
[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]
La Pasión de Cristo continúa siglo tras siglo en el cuerpo de los crucificados. Jesús agonizará hasta el fin del mundo, mientras uno solo de su hermanas y hermanos esté pendiendo todavía de alguna cruz, a semejanza de los bodhisatwas budistas (los iluminados) que se detienen en el umbral del Nirvana, no entran, para retornar al mundo del dolor –samsara– en solidaridad con quienes sufren, personas, animales y plantas. Con esta convicción, la Iglesia Católica, en la liturgia de Viernes Santo, pone en la boca de Cristo estas palabras conmovedoras:
“Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, respóndeme. ¿Qué más podría haber hecho por ti? ¿en qué te falté? Yo te hice salir de Egipto y te alimenté con maná. Te preparé una tierra hermosa; tú, preparaste la cruz para tu rey”.
Al celebrar la abolición de la esclavitud, el 13 de mayo de 1888, nos damos cuenta de que aún no se ha completado. La pasión de Cristo continúa en la pasión del pueblo negro. Falta la segunda abolición, la de la miseria y el hambre. Se oyen todavía los lamentos de cautiverio y de liberación, venidos de las senzalas, hoy de las favelas alrededor de nuestras ciudades. La población negra todavía nos habla en forma de lamento y de súplica.
“Hermano mío blanco, hermana mía blanca, pueblo mío: ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, ¡respóndeme! ”
Yo te inspiré la música cargada de banzo y de ritmo contagiante. Te enseñé cómo usar el bumbo, la cuica y el atabaque. Fui yo quien te dio el rock y la ginga de la samba. Y tú tomaste lo que era mío, te hiciste nombre y renombre, acumulaste dinero con tus composiciones y nada me devolviste.
Yo bajé de los montes y te mostré un mundo de sueños, de una fraternidad sin barreras. Creé mil fantasías multicolores y te preparé la mayor fiesta del mundo: dancé el carnaval para ti. Y tú te alegraste y me aplaudiste de pie. Pero pronto, muy pronto, me olvidaste, reenviándome al monte, a la favela, a la realidad desnuda y cruda del desempleo, del hambre y de la opresión.
“Hermano mío blanco, hermana mía blanca, pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, ¡respóndeme! ”
Yo te di en herencia el plato del día-a-día, el frijol y el arroz. De los restos que recibía hice la feijoada, el vatapá, el efó y el acarajé: la cocina típica de Bahia y de Brasil. Y tú me haces pasar hambre. Y permites que mis niños mueran de desnutrición o que sus cerebros sean irremediablemente afectados, infantilizándolos para siempre.
Yo fui arrancado violentamente de mi patria africana. Conocí el navío-fantasma de los negreros. Fui hecho cosa, “pieza“, esclavo. Fui la madre-negra para tus hijos. Cultivé los campos, recogí el tabaco y planté la caña. Hice todos los trabajos. Fui yo quien construyó las bellas iglesias que todos admiran, y los palacios que los dueños de esclavos habitaban. Y tú me llamas perezoso y me detienes por vagabundeo. A causa del color de mi piel me discriminas y todavía me tratas como si siguiese siendo esclavo.
“Hermano mío blanco, hermana mía blanca, pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, ¡respóndeme! ”
Yo supe resistir, conseguí huir y fundar quilombos: sociedades fraternales, sin esclavos, de gente pobre pero libre, negros, mestizos y blancos. A pesar de los azotes en mi espalda, trasmití la cordialidad y la dulzura al alma brasileña. Y tú me enviaste al capitão-do-mato para cazarme como a un bicho, arrasaste mis quilombos y aún hoy impides que la abolición de la miseria que esclaviza sea para siempre verdad cotidiana y efectiva.
Yo te mostré lo que significa ser templo vivo de Dios. Y, por eso, cómo sentir a Dios en el cuerpo lleno de axé y celebrarlo en el ritmo, en la danza y en las comidas. Y tú reprimiste mis religiones llamándolas ritos afro-brasileros o considerándolas simple folclore. Invadiste mis terreiros echándoles sal y destruyendo nuestras figuras sagradas. No raras veces, hiciste de la macumbaun caso policial. La mayor parte de los jóvenes asesinados en las periferias con edades entre 18 y 24 años son negros, y por el hecho de ser negros son sospechosos de estar al servicio de las mafias de la droga. La mayoría de ellos son simples trabajadores.
“Hermano mío blanco, hermana mía blanca, pueblo mío: ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, ¡respóndeme! ”
Cuando con mucho esfuerzo y sacrificio conseguí ascender un poco en la vida, ganando un salario sudado, comprando mi casita, educando a mis hijos, cantando mi samba, apoyando a mi equipo preferido y pudiendo tomar el fin de semana una cervecita con los amigos, tú dices que soy un negro de alma blanca, disminuyendo así el valor de nuestra alma de negros dignos y trabajadores. Y en los concursos, en igualdad de condiciones, casi siempre me postergas en favor de un blanco.
Y cuando se pensaron políticas que reparasen la perversidad histórica, permitiéndome lo que siempre me negaste, estudiar y formarme en las universidades y en las escuelas técnicas y así mejorar mi vida y la de mi familia, la mayoría de los tuyos grita: es contra la constitución, es una discriminación, es una injusticia social.
“Hermano mío blanco, hermana mía blanca, pueblo mío: ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?, ¡respóndeme! ”
Mis hermanos y hermanas negros, en este día 20 de noviembre, día de Zumbí y de la conciencia negra, quiero homenajearles a todos ustedes que consiguieron sobrevivir durante todo este largo tiempo, porque la alegría, la música, la danza y lo sagrado están dentro de ustedes, a pesar de todo el viacrucis de sufrimientos que injustamente les son impuestos.
Con mucho axé y amorosidad, LEONARDO BOFF, blanco y negro, por opción.
[Traducción: Página de Boff en Koinonía]
* * *
Lamento de cativeiro e de libertação
A Paixão de Cristo continua pelos séculos afora no corpo dos crucificados. Jesus agonizará até o fim do mundo, enquanto houver um único de seus irmãos e irmãs que esteja ainda pendendo de alguma cruz, à semelhança dos bodhisatwas budistas (os iluminados) que param no umbral do Nirvana, não entram para retornarem ao mundo da dor –samsara - em solidariedade com quem sofre, pessoas, animais e plantas. Nesta convincção, a Igreja Católica, na liturgia da Sexta-feira Santa, coloca na boca do Cristo estas palavras pungentes:
Que te fiz, meu povo eleito? Dize em que te contristei! Que mais podia ter feito, em que foi que te faltei? Eu te fiz sair do Egito e com maná de alimentei. Preparei-te bela terrra, tu, a cruz para o teu rei.
Celebrando a abolição da escravatura a 13 de maio de 1888, nos damos conta de que ela não foi completada ainda. A paixão de Cristo continua na paixão do povo negro. Falta a segunda abolição, da miséria e da fome. Ouvem-se ainda os ecos dos lamentos de cativeiro e de libertação, vindos das senzalas, hoje das favelas ao redor de nossas cidades. A população negra ainda nos fala em forma de lamento e de súplica.
Meu irmão branco, minha irmã branca, meu povo: que te fiz eu e em que te contristei? Responde-me!
Eu te inspirei a música carregada de banzo e o ritmo contagiante. Eu te ensinei como usar o bumbo, a cuica e o atabaque. Fui eu que te dei o rock e a ginga do samba. E tu tomaste do que era meu, fizeste nome e renome, acumulaste dinheiro com tuas composições e nada me devolveste.
Eu desci os morros, te mostrei um mundo de sonhos, de uma fraternidade sem barreiras. Eu criei mil fantasias multicores e te preparei a maior festa do mundo: dancei o carnaval para ti. E tu te alegraste e me aplaudiste de pé. Mas logo, logo, me esqueceste, reenviando-me ao morro, à favela, à realidade nua e crua do desemprego, da fome e da opressão.
Meu irmão branco, minha irmã branca, meu povo: que te fiz eu e em que te contristei? Responde-me!
Eu te dei em herança o prato do dia-a-dia, o feijão e o arroz. Dos restos que recebia, fiz a feijoada, o vatapá, o efó e o acarajé: a cozinha típica da Bahia e do Brasil. E tu me deixas passar fome. E permites que minhas crianças morram famintas ou que seus cérebros sejam irremediavelmente afetados, infantilizando-as para sempre.
Eu fui arrancado violentamente de minha pátria africana. Conheci o navio-fantasma dos negreiros. Fui feito coisa, peça, escravo. Fui a mãe-preta para teus fihos. Cultivei os campos, colhi o fumo e plantei a cana. Fiz todos os trabalhos. Fui eu que construi a belas igrejas que todos admiram e os palácios que os donos de escravos habitavam. E tu me chamas de preguiçoso e me prendes por vadiagem. Por causa da cor da minha pele me discriminas e me tratas ainda como se continuasse escravo.
Meu irmão branco, minha irmã branca, meu povo:que te fiz eu e em que te contristei? Responde-me!
Eu soube resistir, consegui fugir e fundar quilombos: sociedades fraternais, sem escravos, de gente pobre mas livre, negros, mestiços e brancos. Eu transmiti apesar do açoite em minhas costas, a cordialidade e a doçura à alma brasileira. E tu enviaste o capitão do mato para me caçar como bicho, arrasaste meus quilombos e ainda hoje impedes que a abolição da miséria que escraviza, seja para sempre verdade cotidiana e efetiva.
Eu te mostrei o que significa ser templo vivo de Deus. E, por isso, como sentir Deus no corpo cheio de axé e celebrá-lo no ritmo, na dança e nas comidas. E tu reprimiste minhas religiões chamando-as de ritos afro-brasileiros ou de simples folclore. Invadiste meus terreiros jogando sal e destruindo nossas figuras sagradas. Não raro, fizeste da macumba caso de polícia. A maioria dos jovens assassinados nas periferias, na idade entre 18 e 24 ano, são negros, pelo fato de serem negros ou suspeitos de estarem a serviço das máfias da droga. A maioria deles são simples trabalhadores.
Meu irmão branco, minha irmã branca, meu povo:que te fiz eu e em que te contristei? Responde-me!
Quando com muito esforço e sacrifício consegui ascender um pouco na vida, ganhando um salário suado, comprando minha casinha, educando meus filhos, cantando o meu samba, torcendo pelo meu time de estimação e podendo tomar no fim de semana uma cervejinha com os amigos, tu dizes que sou um negro de alma branca, diminuindo assim o valor de nossa alma de negros dignos e trabalhadores. E nos concursos em igual condição quase sempre me prostergas em favor de um branco.
E quando se pensaram políticas que reparassem a perversidade histórica, permitindo-me o que sempre me negaste, estudar e me formar nas universidades e nas escolas técnicas e assim melhorar minha vida e de minha família, a maioria dos teus grita: é contra a constituição, é uma discriminação, é uma injustiça social.
Meu irmão branco, minha irmã branca, meu povo: Que te fiz eu e em que te contristei? Responde-me!
Meus irmãos e irmãs negros, nesse dia 20 de novembro, dia de Zumbi e da consciência negra quero homenagear todos vocês que conseguiram sobreviver, por todo este longo tempo, porque a alegria, a música, da dança e o sagrado estão dentro de vocês, apesar de toda a via-sacra de sofrimentos que injustamente lhes são impostos.
Com muito axé e amorosidade LEONARDO BOFF, branco e negro por opção
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