Reorganizar la esperanza

23 de Noviembre de 2018

[Por: Marcelo Barros]




En todo el mundo, las Iglesias cristianas empiezan la preparación à la fiesta de Navidad, buscando renovar en las comunidades la fuente de la esperanza. De hecho, la Navidad no es solo para celebrar el aniversario de nacimiento de Jesús, sino para, inspirados por él, renovar en el mundo la esperanza de un mundo nuevo más justo y con una humanidad más humana. 

 

Cuando se mira el mundo actual, eso parece una utopía muy lejana y hasta mismo irreal. Las fuerzas opuestas son tan fuertes que parece no haber sentido en esperar algo bueno y justo. Sin embargo, quien verdaderamente cree en la Vida, como consecuencia cree en la revolución como posibilidad de transformación radical de nuestras vidas. Y esa es la fe propuesta por Jesús en los evangelios. Dios tiene un proyecto para el mundo y somos llamados a vivir eso como testigos de un mundo nuevo posible. 

 

Esa esperanza nada tiene a ver con la ilusión del futuro. Esperar no es aguardar lo que pueda venir. Es vivir desde ahora lo que proponemos para mañana. Esa esperanza no depende de la coyuntura favorable. No puede ser prisionera de nuestras victorias ni rehén de nuestros resultados. Si así fuera, no sería la esperanza de la fe. Esa es una esperanza sufrida y rebelde, como han vivido los profetas y Jesús de Nazareth. Como vive la madre Tierra, que en medio à los ataques del sistema opresivo, gime de dolor, pero no deja jamás de generar flores y señales de vida nueva. Nuestra esperanza es vivida acá y ahora, pero se movida por el Infinito y al Infinito se dirige. Es don del Espíritu y a ella no podemos renunciar. Al contrario, ella es la testarudez de saber que nuestra lucha es invencible. Podemos perder batallas, pero no la lucha. Como dicen los indios en Chiapas: “Somos un ejército de soñadores. Por eso, somos invencibles”. 

 

Es comprensible que al mirar la realidad actual de América Latina, y del mundo, seamos tentados por la desesperanza. Eso hace más urgente, reorganizar, desde las bases, en nuestras comunidades, la esperanza revolucionaria. Que ese tiempo de preparación à la Navidad pueda ir más allá de la religión. Debemos desarrollar una espiritualidad socio-politico-liberadora. Eso significa vivir la fe y la búsqueda de la intimidad con el Misterio Divino no solo en el espacio íntimo de los corazones, sino en las luchas concretas por una sociedad más justa, de acuerdo con el proyecto divino. En las Iglesias, es urgente dar al mundo el testimonio de que Dios, si es Amor, no puede ser de derecha. Y que por El, podemos esperar un mundo nuevo de justicia, paz y cuidado unos con los otros y con la madre Tierra. 

 

Imagen: https://www.esteladeamor.com.co/blog/esperanza/

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