¿Reforma política o humana?

23 de Noviembre de 2018

[Por: José Neivaldo de Souza | Texto en español y en portugués]




¡Volví a hablar de amor! Hace algún tiempo me preocupa la política, y confieso, ha sido algo infructuoso. No la política en sí, pues como bien decía Aristóteles, somos "animales políticos". ¡Un papel de envolver dulces tirado al suelo es una cuestión política! El problema no es el papel, sino el que lo descartó sin al menos importarse con eso. 

 

Indignado con la corrupción en Brasil, alguien comentó que era necesaria una reforma política. Me pareció interesante y pregunté cómo sería. Sin pensar, él dijo que no era problema suyo. ¡Yo estaba triste! Sin embargo, quise "dialogar" sobre el problema. Busqué argumentos que nos ayudara a percibir que una reforma, favorable a la población, puede ser democrática y cada ciudadano debe contribuir en este proceso. Sin interesarme por mi discurso, objetó que una intervención militar tal vez resolviera el problema de Brasil. ¡Me indignó! Una reestructuración en el poder sea cual sea, sin una conciencia crítica, por parte de aquellos que lo sirven, de nada adelantaría. ¿Cómo reformar el electorado? Puedo ser utópico, pero prefiero el lado de aquellos que no se contentan y no se confunden con los maquillajes del poder. Toda reforma debe partir del interior y Jesús llamó la atención para decirle a Nicodemo: "hay que nacer de nuevo" (Jn 3,3). 

 

El evangelio de Jesús ilumina nuestra reflexión. En Mateo (23, 1-39) Jesús abre los ojos de los discípulos y de la multitud frente al poder representado en las figuras de los escribas y fariseos. Ellos eran los principales responsables de la interpretación de la ley mosaica (Torá) y su práctica rigurosa. Jesús no habla de personas específicas, sino de los cargos ejercidos por éstas. La Ley en sí, era necesaria en la vida de los judíos, pero el problema era los que ejercían poder sobre ella. Lo que había sido escrito para liberar y hacer digno al pueblo de Dios, había sido manipulado en favor de la ignorancia de muchos y enriquecimiento de pocos. Escribas y fariseos, respetados por los más humildes, apuntaban a la propia élite. 

 

Jesús instiga la conciencia del pueblo y enseña sobre lo que no es justo hacer. La ley puede salvar o condenar, dependiendo de su interpretación. Ante ella se puede actuar de dos formas: "haz lo que digo, pero no hagas lo que hago". Escribas y fariseos buscaban "mostrar" que eran cumplidores de la Ley: usaban bellas túnicas, se sentaban en los primeros bancos en las sinagogas, se enorgullecían de los títulos de rabi y maestro. Jesús les llama hipócritas, pues enseñaban y cobraban posturas relacionadas a la verdad, al amor, a la justicia y sin embargo, no vivían lo que predicaban. Para el Maestro, pero de lo que se muestra justo es preciso encarnar la justicia. En el Reino de Jesús la situación es invertida: las palabras son importantes, si expresan la verdad de la vida, de lo contrario, es mejor el silencio. ¡De hecho! Dice el sabio Confucio: "el silencio es el mejor amigo. Él nunca traicionó.

 

En el Reino de Jesús es así: si quiere ser el más grande, que sea el menor; mejor que ser servido es servir y si desea exaltarse que sea humilde. Jesús llamó llama la atención a los hipócritas, los que se escondían detrás de la ley y de los bellos discursos. Estos tenían sus propios intereses y no se preocupaban en extorsionar a las viudas, explorar a los más pobres y enriquecer el templo. Condenaban los pequeños delitos, pero hacían vista gorda a los grandes crímenes, haciendo valer el dicho popular de la época: "cojan un mosquito y tragan un camello". Lo que era esencial a la Ley, ser fiel a Dios, practicar la justicia y misericordia al semejante, se había perdido por la perversa interpretación de ellos.

 

El cambio parte desde adentro y no desde fuera como querían los escribas y fariseos. Jesús muestra esto al traer la metáfora de la limpieza. Al limpiar un vaso o un plato, es necesario comenzar por el interior de la vajilla y, después, limpiar el exterior, al contrario la suciedad de afuera quedará dentro. De manera similar, Jesús compara a los fariseos y escribas a los sepulcros blanqueados: por fuera bien pintado, pero por dentro inmundos. En el Reino de Jesús, la reforma externa depende de una renovación interior, por eso es necesario "nacer de nuevo".

 

Ninguna reforma vale la pena si no parte del alma: mente y corazón. Tal renovación alcanza no sólo el campo político, sino también el religioso. Jesús muestra que muchas veces la gente hace de la religión un instrumento de justificación para sus ganancias políticas. Es preciso indignarse, no con las personas que buscan por la fe simple una "tabla de salvación", sino con las ideologías que se colocan como perfectas, verdaderas y absolutas.

 

¡Volví a hablar de amor! Así como hizo Jesús, insisto en apuntar las fallas de poder que, para mantenerse en pie, necesita estructurarse sobre la base de la hipocresía y los intereses propios Aprendí con Jesús: hay que oponerse a todo poder que impone pesados fardos a las personas, llevándolas al odio y al desamor. Peter Pan, en la película, pregunta a Wendy: "el odio es una palabra fuerte no lo crees?" Y Wendy responde: "el amor también es, pero la gente habla como si no significara nada". Asistimos a la banalización del mal y la palabra amor se ha vuelto "Palabrería" para quien anhela el poder. Una frase atribuida al psiquiatra Carl Jung me hace pensar: "Donde impera el amor no hay deseo de poder". Ninguna ideología es capaz de liberar o salvar almas. Cualquier reforma, cuando se trata de ser humano, parte de la capacidad de amar y de no aceptar la hipocresía, principalmente la suya propia. La reforma humana es cuestión de alma.

 

*     *     *

 

Reforma política ou humana?

 

Voltei a falar de amor! Há algum tempo tenho me ocupado com política e confesso: tem sido algo infrutífero. Não a Política em si, pois como bem dizia Aristóteles, querendo ou não, somos “animais políticos”. Um papel de bala jogado ao chão é uma questão política! O problema não é o papel, mas quem o descartou sem ao menos se importar com isso e com as consequências que trará aos outros. Quantas vezes joguei “pérolas aos porcos”? Perdi a conta. 

 

Indignado com a corrupção no Brasil, o colega comentou sobre a necessidade de uma reforma política. Achei interessante e quis saber como seria. Sem pensar, ele disse que isso era problema dos políticos e não seu. Fiquei triste! Mas, ainda assim dei vasão à conversa, buscando argumentos que nos ajudassem a ver que uma reforma, favorável à população, deve ser democrática e cada cidadão pode contribuir neste processo. Sem me escutar, objetou ele que uma intervenção militar talvez resolvesse o problema do Brasil. Fiquei indignado! Uma reestruturação no poder seja ela qual for, sem consciência crítica, por parte dos envolvidos, de nada adiantaria. Mais que reforma política, é preciso reformar o eleitor. Posso ser utópico, mas prefiro o lado daqueles que não se contentam e nem se confundem com as maquiagens do poder. Toda reforma deve partir do interior e Jesus chamou atenção para isso ao dizer a Nicodemos: “é preciso nascer de novo” (Jo 3,3). 

 

O evangelho ilumina nossa reflexão. Em Mateus (23, 1-39) Jesus abre os olhos dos discípulos e da multidão frente ao poder representado nas figuras dos escribas e fariseus, principais responsáveis pela interpretação da lei mosaica (Torá) e sua prática rigorosa. Jesus não fala de pessoas específicas, mas dos cargos exercidos por elas. A Lei em si, era necessária na vida dos judeus, o problema era os que exerciam poder sobre ela. O que fora escrito para libertar e tornar digno o povo de Deus, havia sido manipulado em favor da ignorância de muitos e enriquecimento de poucos. Escribas e fariseus, respeitados pelos mais humildes, visavam os interesses da própria elite.       

 

Jesus instiga a consciência do povo e ensina sobre o que não fazer. A Lei pode salvar ou condenar, dependendo de interpretação: “faça o que digo, mas não faça o que faço” ou “Viva o amor, se necessário use palavras”. Escribas e fariseus, para não fazer feio, “mostravam-se” cumpridores dos mandamentos, usavam belas túnicas, sentavam nos primeiros bancos das sinagogas, se orgulhavam dos títulos de rabi e mestre. Eles ensinavam e cobravam posturas relacionadas à verdade, ao amor, à justiça e no entanto, não viviam o que pregavam. Para o Mestre, mais do que “falar” de justiça é preciso ser justo. No seu Reino a situação é invertida: as palavras são importantes se expressam a verdade da vida, do contrário, é melhor o silêncio. Isso faz lembrar o sábio Confúcio: “o silêncio é o melhor amigo. Ele nunca trai”.  

 

No Reino de Jesus é assim: se quiser ser o maior, que seja o menor; melhor do que ser servido é servir e se quiser se exaltar que seja humilhado. Jesus se irrita com a hipocrisia que faz as pessoas se esconderem atrás da lei e dos belos discursos. Os hipócritas, representados nas figuras de escribas e fariseus, tinham seus próprios interesses e não se importavam em extorquir as viúvas, explorar os mais pobres e enriquecer o templo. Condenavam os pequenos delitos, mas faziam vista-grossa aos grandes crimes, fazendo valer o ditado popular da época: “coam um mosquito e engolem um camelo”. O que eram essenciais à Lei, a fidelidade a Deus, a prática da justiça e da misericórdia ao próximo, havia se perdido.   

 

A mudança parte de dentro e não de fora como queriam os escribas e fariseus. Jesus ensina isso ao trazer a metáfora da limpeza. Ao limpar um copo ou um prato, é preciso começar de dentro para fora, ao contrário a sujeira ficará no interior da louça. De forma semelhante, Jesus compara os fariseus e escribas a sepulcros caiados: o exterior bem pintado, mas por dentro imundo. Para Jesus, a reforma externa depende de uma nova postura: “nascer de novo”.  

 

Nenhuma reforma vale a pena se não parte da alma, isto é, mente e coração. Tal renovação atinge não só o campo político, mas o religioso, inclusive. Sem ela, a religião torna-se uma presa fácil para aqueles que buscam a todo custo seus ganhos políticos. É preciso indignar-se, não com as pessoas que buscam, pela fé simples, uma “tábua de salvação”, mas com as ideologias que se colocam como perfeitas, verdadeiras e absolutas.  

 

Como eu disse no início: voltei a falar de amor! Assim como fez Jesus, insisto em apontar as falhas de um poder que, para se manter em pé, precisa se estruturar na hipocrisia e nos interesses próprios. É preciso se opor a todo poder que, de maneira hipócrita, divulga a separação, o ódio e o desamor. Peter Pan, no filme, pergunta à Wendy: “o ódio é uma palavra forte não acha?” Wendy responde: “amor também é, mas as pessoas falam como se não significasse nada”. A palavra amor tem se tornado “falatório” para quem almeja poder e riqueza. O psiquiatra Carl Jung me fez pensar ao dizer que o contrário de amor é “desejo de poder”. Qualquer reforma, quando se trata de ser humano, deve partir da capacidade de amar e não aceitar a hipocrisia, principalmente a sua própria. A reforma humana é questão de alma. 

 

Imagem: http://kiikajust-a-girl.blogspot.com/2012/05/falar-de-amor-e-facil-dificil-e-enganar.html 

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.