02 de Noviembre de 2018
[Por: Pablo Richard]
Caravanas de alrededor de 7 mil personas migrantes, desde hace 15 días han salido de Honduras, luego de El Salvador y Guatemala, hacia Estados Unidos. Emigran porque la vida en sus países ya no posible.
En Honduras hay un 60% de la población en extrema pobreza y destruida por la violencia. El presidente de Honduras ignora y oculta lo que sufre el pueblo. Hay información bastante creíble que él mismo está implicado en las drogas y en las bandas violentas. Algo parecido es la situación de los otros países.
Los que caminan en apretadas caravanas a veces son más de 5 mil kilómetros. Las fronteras para entrar a Guatemala y luego a México, solo pueden pasarse sufriendo una violencia extrema. Cuando se les pregunta por qué no regresan a sus países, responden que la vida es peor desde donde salieron.
Las personas migrantes llevan lo mínimo para sobrevivir algunos días, y muchos cargan niños en sus espaldas, incluso bebes pequeños. Sobreviven gracias a la solidaridad, que es grande. Se han levantado alberges y refugios. Los mismos campesinos comparten con alimentos y agua. El calor es a veces insoportable.
Las iglesias han colaborado bastante, con todo lo que se puede. Varias iglesias permanecen abiertas como descanso o refugio. Lo que todos desean es llegar a Estados Unidos para tener una vida mejor. Muchos tienen claro que será imposible, pero la esperanza de vivir es más fuerte que el miedo. Ya el presidente de Estados Unidos ha militarizado toda la frontera sur.
La situación es trágica, y el clamor llega hasta el cielo, es el clamor de los pobres y empobrecidos, pero también es una protesta y una denuncia casi “profética”, que condena al capitalismo neoliberal fetichista e idolátrico.
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