28 de Octubre de 2018
[Por: Juan Manuel Hurtado López]
“Con Mons. Romero Dios pasó por El Salvador”, dijo Ignacio Ellacuría. Y se refería a la transparencia evangélica, al testimonio profético, a la cercanía y profundo amor y compasión que mostró Mons. Romero en su paso por El Salvador.
Hoy día a nosotros nos toca ser testigos y acompañar el paso de la caravana de más de siete mil migrantes hondureños y algunos salvadoreños por nuestras tierras. Es el paso de Jesús cargando su pesada cruz hacia el Calvario. ¡Cómo no ver en las lágrimas de los niños y de sus madres el rostro sucio de Cristo, sudoroso y lleno de sangre que limpió la Verónica!
El peso de la cruz que cargan nuestros hermanos y hermanas hondureños está hecho de años de olvido y de desprecio de los gobernantes y de las clases pudientes, está hecho de hambre y de injusticia, está hecho de indiferencia y pasividad ante su precariedad y fragilidad. Dice el Papa Francisco que ellos son los “sobrantes”, “la periferia” de un sistema capitalista que los excluye y los hace invisibles para su sed insaciable de acumulación.
La Caravana avanza con jornadas llenas de esfuerzo, esperanza y sufrimiento. No faltan los fariseos que gritan: “Por qué tus discípulos no se lavan las manos para comer”. ¡Como si en esa estrechísima situación por la sobrevivencia diaria hubiera lugar para acatar las normas del civismo! ¡Hipócritas!
Y en esa tragedia, o como la llama el P. Solalinde, en ese Holocausto que es la migración por México, todavía falta encontrarse con Anás, Caifás…y con Pilato. Éste le dirá a Jesús sufriente que él tiene poder para hacer lo que quiera con Jesús. Sí, falta mucho camino por recorrer, muchos kilómetros de sufrimiento, pero también de esperanza que a diario derrocha el corazón de estos hermanos hondureños.
También ha llegado el Cireneo a cargar por ratos una parte de la cruz: el hambre, la sed, el vestido y medicina. Son los cristianos solidarios de las parroquias y diócesis por donde va pasando la caravana o de otras diócesis que se han mostrado solidarias y cercanas ante el sufrimiento y necesidad de este pueblo peregrinante.
Pero si este Cristo migrante camina hacia el Calvario, también encontrará el Tercer Día: la Resurrección. Ya en el caminar van apareciendo los signos de la resurrección en la esperanza, organización y decisión de seguir adelante. Los migrantes hoy día son el Cristo, signo de contradicción: mientras unos los condenan y se refugian en su comodidad egoísta, otros caminan a su lado y los apoyan con sus bienes, con su palabra y su comprensión.
Otros más los defienden con las leyes internacionales sobre Derechos Humanos y con su denuncia explícita de los improperios que recibe este Cristo migrante. Y en la mente de muchos creyentes van apareciendo “los porqués”. ¿Por qué el Cristo migrante que es esta multitud rompe el paisaje, la falsa armonía de la sociedad de consumo que nos presentan los medios de comunicación? Sí, este Cristo incomoda y desestabiliza la conciencia. Dijo Pilato: “Llévenselo y júzguenlo según su ley” (Jn 18,31).
Los cristianos debemos estar agradecidos con Dios porque nos ha sacudido la conciencia por medio su paso entre nosotros. Sigamos siendo solidarios.
P. Juan Manuel Hurtado López
Sacerdote en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas
Imagen: http://www.eluniversal.com.mx/estados/caravana-migrante-llega-oaxaca
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