¿Voz del pueblo, voz de Dios?

12 de Octubre de 2018

[Por: José Neivaldo de Souza | Texto en español y portugués]




He oído a un colega pastor, después del resultado de la primera vuelta para presidente, decir que "la voz del pueblo es la voz de Dios". Esta expresión sonó mal a mis oídos, principalmente porque vino de un religioso. ¡Causó incomodidad! No sé dónde nació este dicho, pero algunos lo sitúan en la antigua Grecia, cuna de la democracia y de los foros populares. Esta expresión ganó fuerza en la Edad Moderna con la Ilustración francesa. Al oponerse al poder monárquico y totalitario, este movimiento concibió la idea de que la voz del pueblo es soberana y, por eso, respetada por Dios. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, hasta entonces interpretados por las autoridades monárquica y eclesial, fueron humanizados. El filósofo Voltaire llegó a decir que respeta a Dios, pero ama al humano. En otras palabras: entre los valores el amor tiene prioridad al respecto. 

 

A partir de esta incomodidad, empecé a pensar acerca de este asunto y preguntar: "la voz del pueblo es la voz de Dios"? En este momento de decisiones políticas, donde está en juego el destino de la nación, ¿Dios acepta justificar cualquier decisión popular depositada en las urnas? ¿Qué Dios es éste que se alía y concuerda con un pueblo dividido por el odio, la calumnia, la falta de respeto, la intolerancia? 

 

¡Platón era sabio! Dijo que al filosofar aprendemos a morir; aprendemos a lidiar con lo que nos angustia. Como teólogo, quiero reflexionar acerca de esta "verdad", adoptada muchas veces como absoluta, y que merece una reflexión más profunda. Es voz de Dios el grito de una multitud que no se entiende, no habla la misma lengua, cuya Gestalt presenta más desesperación, debido al miedo y la inseguridad, ¿que la fe y la esperanza? Esta expresión es un plato lleno para unir el poder político-religioso. Entre pastores, sacerdotes y políticos, pocos son aquellos que logran identificar y separar poder y servicio. 

 

La teología nos ayuda a pensar esta realidad. Hay varias formas de hacer teología y una de ellas, tal vez sea la más coherente, es a partir de la tradición bíblico-cristiana. La voz de Dios se hizo escuchar y testimoniar en la humanidad en favor de su Reino de justicia y amor, pero no afirmamos que todo el pueblo oyó esta voz. 

 

La historia de la salvación muestra, en el Antiguo Testamento, un pueblo ignorante, desobediente e infiel, constantemente advertido de Dios: “Los líderes sobornan, los oficiales del culto se corrompen y los profetas adivinan por dinero. Como si no bastase, buscan justificación en el Señor diciendo: 'Dios está con nosotros y ningún mal nos sucederá' (Mq 3,11). Este versículo habla por sí mismo y no es necesario mucho esfuerzo para interpretarlo. 

 

El Nuevo Testamento, no muy diferente, presenta un pueblo ingrato y lleno de odio, manipulado por los principales líderes de la época. La enseñanza, los milagros y las acciones de Jesús desagradaban a aquellos que dominaban el poder y la población. El evangelio de Jesús presenta esta situación y nos ayuda a pensar que, no necesariamente, la voz del pueblo es la voz de Dios. Conducidos por el liderazgo religioso y político de la época, la masa fue llevada a condenar al Maestro. Jesús había dicho: "ciegos guiando a ciegos". Lucas trae la narración (Lc 23,8-12): el rey Herodes, al ver a Jesús, se alegró, pues oyó hablar muchas cosas sobre él y esperaba de él algún signo que se refería a su poder. Pero los sacerdotes y escribas que allí estaban, no dejaron. Acusaron a Jesús con calumnias y difamaciones. Herodes, al oírlo, pidió a los soldados que llevasen al acusado a Pilato, su enemigo político. En aquel día, cuenta el evangelista, Pilato y Herodes se convirtieron en amigos y extendieron su amistad a los jefes religiosos. Enemigos se unen con facilidad cuando el asunto es juicio y condenación. 

 

Dios permanece un misterio y tal vez, por cuenta de esto, el pueblo procura interpretarlo según sus propios sentimientos. Nietzsche decía: "amamos nuestro propio deseo, en lugar del objeto deseado". En el fondo, lo que queremos de Dios es su aval para lo que deseamos realizar. Pero el problema se establece cuando el deseo de unos se impone al deseo de muchos, instaurando injusticia, prejuicio y desigualdad. Es un problema y sabemos a partir de nuestra propia condición humana: lo que deseamos realizar en los demás es, muchas veces, lo que hay de peor en nosotros y no nos damos cuenta de ello. 

 

He visto manifestaciones políticas que, tomadas por ciertos líderes, son elevadas a la condición de verdad absoluta. Ay de aquellos que desatan estas ideologías, pues serán etiquetados como ignorantes y, muchas veces, serán víctimas de prejuicios y discriminados en el medio donde viven. Al analizar la máxima: "la voz del pueblo es la voz de Dios" llegué a la conclusión que mejor sería invertir: "la voz de Dios debería ser la voz del pueblo".

 

*     *     *

 

Voz do povo, voz de Deus?

 

Ouvi um colega pastor, após o resultado do primeiro turno para presidente, dizer que “a voz do povo é a voz de Deus”. Esta expressão soou mal aos meus ouvidos, principalmente porque veio de um religioso. Causou-me desconforto! Não sei onde nasceu este ditado, mas alguns o situam na antiga Grécia, berço da democracia e dos foros populares. Esta expressão ganhara força na Idade Moderna com o Iluminismo francês. Ao se opor ao poder monárquico e totalitário, este movimento concebeu a ideia de que a voz do povo é soberana e, por isso, respeitada por Deus. Os ideais de liberdade, igualdade e fraternidade, até então interpretados pelas autoridades monárquica e eclesial, foram humanizados. O filósofo Voltaire chegou a dizer que respeita Deus, mas ama o humano. Em outras palavras: entre os valores o amor tem prioridade ao respeito. 

 

A partir deste desconforto, comecei a pensar acerca deste assunto e perguntar: “a voz do povo é a voz de Deus”? Neste momento de decisões políticas, onde está em jogo o destino da nação, Deus aceita justificar qualquer decisão popular depositada nas urnas? Que Deus é este que se alia e concorda com um povo divido pelo ódio, pela calúnia, pelo desrespeito e intolerância? 

 

Platão era sábio! Disse que ao filosofar aprendemos a morrer; aprendemos a lidar com aquilo que nos angustia. Como teólogo, quero refletir acerca desta “verdade”, adotada muitas vezes como absoluta, e que merece uma reflexão mais profunda. É voz de Deus o grito de uma multidão que não se entende, não fala a mesma língua, cuja Gestalt apresenta mais desespero, devido ao medo e a insegurança, do que fé e esperança? Esta expressão é um prato cheio para unir o poder político-religioso. Entre pastores, sacerdotes e políticos, poucos são aqueles que conseguem identificar e separar poder e serviço. 

 

A teologia nos ajuda a pensar esta realidade. Há várias formas de fazer teologia e uma delas, talvez seja a mais coerente, é a partir da tradição bíblico-cristã. A voz de Deus se fez escutar e testemunhar na humanidade em favor do seu Reino de justiça e amor, mas não afirmamos que todo o povo ouviu esta voz. 

 

A história da salvação mostra, no Primeiro Testamento, um povo ignorante, desobediente e infiel, constantemente advertido por Deus: “Os líderes subornam, os oficiais do culto se corrompem e os profetas adivinham por dinheiro. Como se não bastasse, procuram justificativa no Senhor dizendo: ‘Deus está conosco e nenhum mal nos acontecerá’” (Mq 3,11). Este versículo fala por si e não é preciso muito esforço para interpretá-lo. 

 

O Novo Testamento, não muito diferente, apresenta um povo ingrato e cheio de ódio, manipulado pelos principais líderes da época. O ensino, os milagres e as ações de Jesus desagradavam aqueles que dominavam o poder e a população. O evangelho de Jesus apresenta esta situação e nos ajuda a pensar que, não necessariamente, a voz do povo é a voz de Deus. Conduzidos pela liderança religiosa e política da época, a massa foi levada a condenar o Mestre. Jesus havia dito: “cegos guiando cegos”. Lucas traz a narrativa (Lc 23,8-12): o rei Herodes, ao ver Jesus, se alegrou, pois ouviu falar muitas coisas a seu respeito e esperava dele algum sinal que se referisse ao seu poder. Porém, os sacerdotes e escribas que ali estavam, não deixaram. Acusaram Jesus com calúnias e difamações. Herodes, ouvindo isso, pediu aos soldados que levassem o acusado a Pilatos, seu inimigo político. Naquele dia, conta o evangelista, Pilatos e Herodes tornaram-se amigos e estenderam sua amizade aos chefes religiosos. Inimigos se unem com facilidade quando o assunto é julgamento e condenação. 

 

Deus permanece um mistério e talvez, por conta disto, o povo procura interpretá-lo segundo os próprios sentimentos. Nietzsche dizia: “amamos o nosso próprio desejo, em lugar do objeto desejado”. No fundo, o que queremos de Deus é o seu aval para o que desejamos realizar. Mas, o problema se estabelece quando o desejo de uns se impõe ao desejo de muitos, instaurando injustiça, preconceito e desigualdade. É um problema e sabemos a partir de nossa própria condição humana: o que desejamos realizar nos outros é, muitas vezes, o que há de pior em nós e não nos damos conta disso. 

 

Tenho visto manifestações políticas que, tomadas por certos líderes, são elevadas à condição de verdade absoluta. Ai daqueles que descordam de tais ideologias, pois serão rotulados como ignorantes e, muitas vezes, serão vítimas de preconceito e discriminados no meio onde vivem. Ao analisar a máxima: “a voz do povo é a voz de Deus” cheguei à conclusão que melhor seria inverter: “a voz de Deus deveria ser a voz do povo”.

 

Imagem: https://despierten.wordpress.com/2014/04/08/voz-pueblo-voz-dios-sabiduria-multitudes-comprobada-ciencia/

Procesar Pago
Compartir

debugger
0
0

CONTACTO

©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.