Creer o reventar. Política y religión al pavor de los Bolsonaros

11 de Octubre de 2018

[Por: Francisco Bosch]




Por la familia, la inocencia de los niños en las aulas, que el PT nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad en contra del Foro de Sao Paulo, por la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, por el pavor de Rousseff, el ejército de Caxias, las Fuerzas Armadas, por Brasil encima de todo y por dios por encima de todo, mi voto es sí.

Jair Bolsonaro, discurso durante en el congreso para el impeachment a Dilma.  

 

Un exmilitar con 7 mandatos en el congreso brasilero toma la palabra. Corre el año 2016, más precisamente el 17 de abril es el calendario exacto para que la derecha despliegue su lista de principios de boca de Bolsonaro: defensa de la familia tradicional, niños sin “política” en el aula, anticomunismo, exaltación de los militares golpistas del Brasil, defensa del nacionalismo e invocación en vano del bello nombre de dios. Sumado a eso, una frase que me persiguió durante toda la noche del 7 de octubre de 2018, cuando este personaje reúne 50 millones de votos y queda a la puerta del palacio de Planalto: celebra el pavor de Dilma cuando fue torturada, celebra el odio, la persecución, la tortura; en fin celebra la muerte. 

 

Ganó Macri. Ganó Jimy Morales. Ganó Iván Duque Márquez. Ganó Piñera. Ganó Bolsonaro. En las urnas, con las reglas que la democracia actual nos propone. Pero el caso de Brasil me perturba especialmente: todos los análisis señalan el trascendental papel que desempeño en las elecciones la fe (y cuando hablamos de fe en NuestrAmérica, hablamos de diferentes vertientes de cristianismo), de las diferentes iglesias, y sobre todo de lo que llaman el ‘evangelismo’ (en línea general se trata del neopentecotalismo ultra mediático). Lo que algunos veíamos con ingenuidad, en la tv en boca de pastores con acento brasilero o en las iglesias locales en los barrios de las periferias, es ahora un tema estrictamente público; los que defendían su postura a-política han desembarcado de lleno en la política electoral, demostrando su influencia masiva y su agenda para los asuntos públicos. Es tiempo de mirar de lleno la relación compleja que existe entre religión y política. 

 

Es en este presente pesadumbroso que me siento convocado desde las entrañas a profundizar el oficio que la vida me va enseñando: ser teólogo joven (ese hermoso oxímoron) en NuestrAmérica del siglo XXI quizás sea poner al servicio de la trasformación social (la máxima realización posible del Reino de Dios en esta historia) las sabidurías reveladas a lxs de abajo (la potencia descolonizadora que anida en su cotidiano). 

 

Quizás, porque un grupo de mujeres pudieron intuir la resurrección con el muerto todavía fresco, es que hoy en comunidad también podemos militar la esperanza. Una vez más, como el pueblo nos enseña, es CREER O REVENTAR. 

 

Militamos la esperanza desde el pavor de un torturado

 

La necesidad de seguridad de muchas personas es parte de la ola Bolsonaro, porque ha sabido explotar bien eso. Después de múltiples visitas, reportajes, conversaciones y reuniones con personas evangélicas, principalmente en Río de Janeiro, pero también en otros estados, como São Paulo, Pernambuco, Bahía o Pará, he entendido que son "comunidades". Que desean ser comunidades. Quieren ser protegidos y cuidados.

Bernardo Gutierrez

 

NuestrAmérica tiene una bella tradición que vincula la fe cristiana y la lucha por un mundo más justo. La historia del continente y su lucha por la liberación (de todos los seres humanos y de todo el ser humano, Doc. Medellín, 1968) fue presentado con bella claridad por el cura Camilo Torres. Él afirmaba que es posible militar por la cabeza (las ideas que demuestran lo injusto del mundo del revés), por el corazón (desde la empatía con las victimas), o por el estómago (desde la necesidad que mueve a la lucha por una vida digna). Yo me permito decir que también es posible militar desde las entrañas, desde ese lugar del alma donde nacen los movimientos del Dios que nos habita y nos convoca a ponernos de rodillas frente al sagrado dolor de nuestrxs hermanxs.  

 

Es decir que militar desde la cabeza,  el corazón, el estómago o las tripas, es comprometerse desde diferentes sensibilidades en la única causa de dar vuelta este mundo. En esa tarea, me parece fundamental comenzar a poner en relación cabeza-corazón, entraña-estomago, y todas las dimensiones que nos despiertan la indignación y la esperanza para luchar por otros mundos posibles. Profundizar en esas relaciones, será profundizar en la religación que da origen a la palabra religión, al núcleo de la fe que mueve a lxs otrxs. Es justamente aquí donde reside el corazón religioso de la crisis: lo sagrado es el vínculo y ellos están decididos a destruir toda la capacidad de nuestra especie para encontrarse como hermanos (fraternidad) y hermanas (sororidad).

 

Es por todo esto que resulta fundamental volver al corazón de la Tradición (con T mayúscula de la vida que le gana a la muerte, más allá de iglesias y credos), para enriquecer los procesos Políticos (con P mayúscula de poder popular, no solo contiendas electorales). Porque volviendo a las comunidades pobres, que creyeron en la vida mirando de frente a un masacrado por el poder, quizás podamos preguntarnos por nuestro lugar en la historia. Y allí, desde el grito absoluto del Gólgota hasta los calvarios del pueblo crucificado hoy, quedará claro que no es posible ser cristiano y acompañar el proyecto político de Bolsonaro. Algunas veces, así de profunda es la causa y así de coyuntural la opción que debemos tomar.

 

En memoria del pavor de nuestro primer compañero popular caído, el carpintero Jesús, decimos NO a Bolsonaro, a Macri y compañía. Y no solo decimos NO, sino que militamos de a pie la causa del crucificado, que nos exige resucitar de la mano de los últimos de la fila. Ese es el proyecto político de los cristianos, allí está encerrado el circulo virtuoso entre fe y política, que consolida las relaciones que están pariendo un mundo nuevo, aun en esta noche oscura. 

 

Sentipensar la fe, disputar la religión 

 

En política no hay espacios vacíos. Y cuando los demócratas dejamos espacios vacíos, los ocupan los mercaderes de la fe, como las iglesias evangélicas pentecostales, los que trafican con la muerte, los profetas del odio, los fabricantes del miedo y de la desesperanza. Fueron esas ausencias y esas presencias las que parieron no uno, sino miles y miles de bolsonaros. 

Pablo Gentilli, CLACSO. 

 

Esos sectores fueron sacados de la pobreza extrema y empoderados por la gestión de Lula y Dilma. Pero no fueron educados políticamente ni se favoreció su organización territorial. Quedaron como masas en disponibilidad, como dirían los sociólogos de los años sesenta. Quienes sí los están organizando y concientizando son las iglesias evangélicas con quienes se ha aliado Bolsonaro, promoviendo un discurso conservador duro, hipercrítico del “desorden” causado por la izquierda en Brasil con sus políticas de inclusión social, de género, de respeto a la diversidad, a los LGBTI y su “mano blanda” con la delincuencia, su obsesión por los derechos humanos “sólo para los criminales”.

 Atilio Boron.

 

Un joven militante de clase media se levanta del auditorio. Harto de escuchar una proclama de ‘cristianismo revolucionario’, afirma a los gritos: ‘Así no es en la realidad, los cristianos salieron a votar en masa a Bolsonaro, así se los pidió el pastor Macedo, y ellos no parecen ver la contradicción que acá planteas como tan evidente. La religión sigue siendo un opio, adormece’

 

Guardo silencio y se me llenan las certezas de preguntas: el PT contó con el apoyo de las iglesias evangélicas hasta el impeachment a Dilma; Lopez Obrador ganó la presidencia con una alianza con pastores evangélicos. Por eso quizás la pregunta sea, ¿Cuál es la diferencia entre una religión que oprime y una que libera? ¿Cómo someter al debate profundo y sentipensante nuestra fe, que los posmodernos condenan a la privatización del individuo y al hogar? ¿Cómo no caer en dualismos simplistas y falsos para pensar desde la hondura que esté presente nos exige? ¿Cómo someternos a la cátedra de la realidad, sin domesticarla a nuestro gusto y piacere?

 

Y es allí, en la realidad que se impone día a día, donde están en disputa dos modos de vivir y comprender la religión. La misma religión que puede salvarnos, puede condenarnos, la misma fe podría dormirnos o despertarnos. Es aquí donde resulta fundamental dar la disputa en el campo religioso, no para arrastrar los votos hacia propuestas electorales que sean más de nuestro agrado, sino sobre todo para destruir a los mercaderes de la fe, que han hecho de los templos nidos de ratas y negocian con la necesidad de lxs pobres. Las religaciones fundamentales que unen al ser humano con sus hermanos de especie, con la tierra y con lo trascendente se han vuelto una religión de cadenas para unos y de un tejido multicolor para otros. Estas dos construcciones están en disputa en cada momento de la historia. 

 

Por esto, será respetando profundamente la religiosidad de nuestro pueblo que podamos abordar juntos el desafío de desacralizarlo todo, para que el pueblo vuelva a abrazar lo que condensa lo sagrado. Es allí donde se esconde un caudal enorme de potencia para liberarnos como pueblo: volver a la experiencia cotidiana del Dios amigo de la vida, del Dios compañero de los oprimidxs, del Dios que es torturado por los que adoran el ídolo del poder y del dinero. Volver a la ultimidad del presente será volver a la raíz de nuestra fe, al corazón rebelde de NuestrAmérica, a la hermosa Tradición de que la vida vence a todos los viernes santos que nos atraviesan y lastiman. 

 

Al final es creer o reventar…

 

Hace unos meses, sentados en una mesa, estábamos un amigo de la vida, una religiosa, mi persona y un hombre flaco con tos. Este hombre me impresionó profundamente e iluminó las antinomias de nuestra fe: preso político en los ’70, militante en la Argentina apolítica de los ´90 y profundo creyente en la vida mientras un terrible cáncer deja huellas en cada rincón de su piel. Al terminar la cena, con los ojos encendidos de esperanza nos dijo casi a los gritos: “Con la fe, con la fe somos invencibles”. Lo decía un cuerpo vencido pero un alma en lucha. Y ellos, los que nos oprimen, vienen por el cuerpo pero desean ganar el alma. 

 

Desde esta fe de lxs sencillxs vamos a cambiar el mundo, pero no mirando para otro a lado frente a las terribles contradicciones de la relación fe-política, sino asumiendo en cada momento la pregunta que nos ponga frente a esa tensión. Y este desafío en Argentina lo tienen sobre todo lxs Cayetanxs (los movimientos populares que encarnan las 3T de Francisco), un hermoso territorio de unidad que ha recuperado símbolos del pueblo creyente en su camino de liberación. Pero es fundamental no mezquinar esfuerzos en la tarea, porque cada pregunta que no nos hagamos entre nosotros, es la puerta abierta para un dogma impuesto de los que nos quieren dormidos y quietos. Porque será una fe sentipensada o reventaremos en la inmundicia fanática. 

 

Con estas certezas, volvemos la mirada al Brasil, hermano doloroso de la Patria Grande, y tomamos prestadas las palabras del gran Leonardo Boff, el viejo más joven y esperanzado que conozco: 

 

Con la mirada puesta en este 28 de octubre, a mi juicio serán las mujeres quienes decidirán el futuro del país. Pues no sólo son más de la mitad de la población y están comprometidas como nunca antes: acaban de protagonizar una movilización multitudinaria e histórica para rechazar a Bolsonaro, al grito de #EleNão. Son ellas, nuestra gran esperanza. Y son la reencarnación colectiva de ese liderazgo que se volvió un símbolo universal y que se llama Marielle Franco. ¿O por qué decidieron asesinarla? Tan sólo por eso, por haber abierto la boca, por haber avanzado y por haber arrastrado a millones hasta las calles. Quisieron callarla, pero no pudieron. Y no podrán.

 

Digan lo que digan, ha llegado la hora de unirnos. 

Ya no hay margen de error, no podemos confundirnos.

 

Hoy nos interpela Brasil y los millones de Bolsonaros. Los nombres y geografías cambiarán, debemos estar listos para que las manos que pueden torturar y matar para condenarnos al pavor, sean manos que acaricien las heridas y estrechen los brazos de la mayor unidad posible para salir de esta encrucijada histórica. Son las mismas manos, son dos religiones completamente distintas aunque nombren del mismo modo a Dios. Allí se juega una de las luchas más importantes de nuestro tiempo: creer para abrazarnos o temer para reventarnos. 

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