10 de Agosto de 2018
[Por: Bernardo Arévalo]
Que las personas somos vulnerables a las ideas y que es necesario protegernos de la ingenuidad de creer que nosotros mismos, solos y sin guías, podemos discernir entre lo que nos conviene y lo que no, no fue invento de Mao, por supuesto. Ha sido reflexión constante de quienes, viviendo con la certeza de tener la verdad entre sus manos, no quieren arriesgarse a que un deambular desordenado por páginas reales o virtuales nos distraiga de algo que ellos ya descubrieron para nosotros y que es lo único que, en su opinión, necesitamos para ser felices: el dogma, la doctrina, la verdad revelada que ellos generosamente quieren compartir con el mundo...
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