Teología desde los desaparecidos/as

17 de Julio de 2018

[Por: Alejandro Ortiz | Amerindia México]




En el marco del 31º Congreso Internacional de SOTER, Amerindia coordina del Grupo de Trabajo (GT) sobre “Teología Latinoamericana”. En este contexto, Alejandro Ortiz, de Amerindia México, presentó algunos criterios para una interpretación teológica de la coyuntura actual de América Latina y el Caribe.

 

Esta reflexión sobre “Teología desde los desaparecidos/as” hace parte de la comunicación presentada bajo el título: “Y dijo: esa viuda, que es pobre, ha echado más que nadie” (Lc 21,3).

 

 

Una de nuestras peores realidades que vivimos en México es el tema de los homicidios. En dos sexenios la guerra contra el narcotráfico ha hecho que más 200,000 personas mueran en ella. Mientras que existen más de 35,000 desaparecidos en los últimos 6 años. Son cifras similares a los de un país en guerra (Irak por ejemplo) y son más desaparecidos que las que produjeron algunas dictaduras militares sudamericanas. ¿cómo pensar y sentir a Dios aquí? ¿nos ha abandonado?

 

Así como Jesús descubrió a la viuda en el Templo debemos descubrir a los nuevos sujetos (pobres/excluidos) protagonistas de una esperanza y cambio social. En el tema de los desaparecidos son los familiares que los buscan los grandes protagonistas en la gestión de la esperanza. 

 

Primeros fueron las madres de las muertas de Juárez las que se organizaron para buscar a sus hijas. Después fueron los familiares de los desaparecidos que se empezaron a encontrar a saberse comunes, con la misma tragedia, con el mismo dolor y entonces se organizaron y después surgieron más grupos. Uno de ellos es el de las buscadoras madres de familia expertas en encontrar fosas comunes, empezaron buscaron a sus hijos e hijas y ahora ayudan a otras familiares a encontrar a los suyos. 

 

Otra organización son la Fundación de Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM), organización de padres y madres que se organizaron en el 2009 en el Estado de Coahuila para buscar a sus familiares desaparecidos. Empezaron 13 familias que buscaban a 21 personas desaparecidas de la región y actualmente son 120 familias que buscan a más de 420 personas de diferentes estados de la república. 

 

En este renglón los datos oficiales dicen que hay 30 mil 567 mexicanos desparecidos, posiblemente sean más, esto hace que este tema sea de vital importancia para comprender la actual realidad mexicana…pero también un poco de Dios. En tiempos de muerte injusta y violenta, surge la pregunta, “¿dónde está Dios?” Y aunque es una pregunta incómoda, resulta ser también una pregunta de central importancia para cuestionar nuestra fe, no tanto si creemos o no en Dios sino cómo expresamos en la historia esa fe que decimos tener. Jesús mismo, en la cruz, la realizó: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (Mc. 15,34). 

 

Posteriormente los teólogos de Frankfurt volvieron a reproducirla de otro modo: “¿cómo hablar de Dios después de Auschwitz?, Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la teología de la liberación, la actualizó desde la realidad latinoamericana preguntando ¿cómo hablar de Dios en medio de Ayacucho? (En Ayacucho se vivió una matanza de cerca de 70,000 peruanos entre 1980 y 2000). Hoy nos seguimos preguntando ¿dónde está Dios en medio de los 30,000 desparecidos, en medio de los 200,000 muertos por la guerra contra el narcotráfico de Calderón y Peña Nieto? ¿Dónde está Dios? 

 

Para responder una pregunta tan honda pero a la vez tan necesaria, tenemos que recurrir a la voz de las víctimas mismas, ellas como Jesús de Nazaret, el inocente asesinado injustamente en la cruz por el imperio romano, reconocen mejor que nadie el paso de Dios en la historia, ya que desde su experiencia de dolor y sufrimiento aprecian con claridad dónde está Dios y su justicia. 

 

Los primeros cristianos, incomprendidos y perseguidos por creer en Jesús el Nazareno, escribirán los evangelios desde este contexto de persecución y violencia contra ellos. Son escritos subversivos en contra del poder político y religioso de la época. Pero también son el testimonio que en medio de la total oscuridad se puede seguir a Jesús clara y coherentemente. 

 

Por eso es importante recordar que los evangelios no lo escribieron los vencedores de la historia sino sus víctimas. Leemos claramente en ellos que Dios “…derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes…” (lc. 1,52). Esto es un evangelio, que literalmente significa lo que anuncia: la “buena noticia” que Dios está con las víctimas de la historia y no con sus verdugos. 

 

Leyendo los evangelios y oyendo los testimonios de las madres y padres de FUNDEM o de otras organizaciones que buscan a sus hijos en México o en América Latina encuentro que el “principio Arimatea” sigue vigente y actualizado. Estas madres y padres son la actualización de aquel personaje que se narra brevemente en el evangelio de Marcos que se llamaba José de Arimatea, éste hombre que no aparece en ninguna otra parte de los evangelios, sino solamente en los versículos 43 al 46 del capítulo 15 del evangelio de Marcos hizo algo extraordinario que hoy se sigue repitiendo y que tiene un profundo sentido humano y cristiano: “pedir el cuerpo de la víctima” para una digna sepultura. El principio Arimatea es, entonces, la petición valiente y audaz de recuperar el cuerpo de la víctima ante los propios verdugos. 

 

Dice el versículo 43 que José de Arimatea “tuvo la osadía de presentarse a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús”, estos padres y madres de desaparecidos, como lo hizo José de Arimatea, van con el Estado, con los gobiernos, con las autoridades a pedir la búsqueda, la recuperación, la devolución del cuerpo de sus hijos e hijas, de sus esposos o esposas, de sus parientes, de la gente que aman. Y ellos y ellas “tienen la osadía” la valentía, el coraje, la rabia para ir con los propios verdugos a pedir el cuerpo. Recordemos que Pilato sentencia a Jesús a la cruz, él es el verdugo, el representante del imperio, de los dominadores que mandan matar inocentes. 

 

Por eso es osado pedir al propio verdugo el cuerpo de la víctima, y estas madres y padres van con la misma osadía a exigir el cuerpo de sus hijos e hijas para, como Arimatea: “comprar una sábana, BAJARLO de la cruz, envolverlo con la sábana y colocarlo en un sepulcro” (v. 46), es decir para darle una “digna sepultura” pero también para demostrar que su hijo o hija no es un dato más, no es un daño colateral más, no es como dicen ellos un perro que puede morir como sea, sino para demostrar que su hijo es una persona, es un humano, es un hijo e hija de Dios que han sido asesinados injustamente pero que también como hijos e hijas amadas por Dios resucitarán. Esta también es nuestra fe: «Si los muertos (los asesinados) no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado» (1 Co 15,13.16). 

 

Estos padres y madres buscando justicia para sus hijos, pero construyendo un país diferente son el mejor ejemplo para vivir nuestra fe hoy. Solo nos queda, como ellos, como José de Arimatea, en medio del infierno, “bajar de la cruz a la víctima”. Ellacuría ya no vio que es el propio pueblo crucificado el que baja de la cruz a los nuevos crucificados de la historia, porque son sus hijos. 

 

Esta acción es la que nos puede devolver la coherencia a los cristianos que profesamos la fe en Jesús, la verdadera reforma que busca la Iglesia, seguir su ejemplo hoy “detectando” los nuevos Gólgotas, es decir, los nuevos lugares donde se mata, se tortura, se despedaza a las víctimas inocentes de hoy, y ahí, en esos lugares de muerte bajarlos de la cruz, darles nombre, recordar su vida, exigir su justicia, generar esperanza y fortalecer nuestra fe. 

 

Bajar de la cruz a los crucificados para darles digna sepultura encierra desde contextos violentos y crueles una de las acciones más coherentes con el Dios de la misericordia y amor que proclamó Jesús de Nazaret. Nuestra teología solo debe cambiar de la tumba vacía a la fosa común vacía. Por lo anterior, según parece, Dios ya no está en el cielo ni sentado en una nube, a Él que también le mataron injustamente a su hijo, está haciendo fila -angustiado, impotente, desesperado- en el ministerio público, en el hospital, en los “separos”, preguntando a la gente, pegando fotos en los postes y gritando en la calle ¿dónde está mi hijo? Devuélvanmelo.

 

Foto: https://www.flickr.com/photos/elverborragico/15691823846/in/photolist-pUCGx1-8L9aPo-que4Zf-qN1dMg-eg6QtC-bFVBpM-b3kJ7t-pur1XP-dNZjS4-agBH5A-agBFSd-e6WEyU-e7eN9x-9UP6L8-q7s2Ui-pHQjAm-agyUFg-agBHqG-afa5CW-q1AY6a-agBH1U-qBr5m9-aiJcjU-afdrLS-4opRhE-qo2TtB-q8VcfN-dNZjzn-afdraU-b3kFZp-agyW2R-4okMvV-4okPki-b3kJGe-58npKb-9XKXob-b3kFPr-e7kntJ-aZ3iDF-b3kEcc-b3kHMv-b3kCmi-dgzbes-b3kJYa-b3kKo6-b3kHwM-e7eJu8-dNZnWv-b3kKA8-b3kEzr

 

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