Liberar a Jesús

13 de Julio de 2018

[Por: Víctor Codina, SJ]




En el cónclave de marzo de 2013 que precedió a la elección de Francisco, el cardenal Bergoglio tuvo interesantes intervenciones, alguna de ellas un tanto curiosa y poco conocida.

 

Al comentar el texto de Apocalipsis 3,20 donde se dice que el Señor está a la puerta y llama, Bergoglio afirmó que evidentemente el texto se refiere a que Jesús golpea la puerta desde fuera para entrar.

 

Pero añadió que él pensaba en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir.

 

Sin duda esta interpretación puede escandalizar a muchos biblistas pero es una idea interpelante, porque, como añade Berglogio, la Iglesia autorreferencial  pretende retener a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.

 

Dicho de otro modo, hemos encerrado a Jesús dentro de doctrinas, leyes, ritos, templos, palacios episcopales y estructuras del pasado. Tenemos a Jesús prisionero durante siglos en la Iglesia de cristiandad, occidental, medieval, feudal, inquisitorial, colonial, diplomática, poderosa, antimoderna, absolutista, burguesa, patriarcal, centralista y elitista. Jesús ha quedado encerrado en estructuras eclesiales que lo alejan de la gente pobre y sencilla del pueblo, de los niños y las mujeres, de campesinos y pecadores, de los migrantes y refugiados, de todos los que en todas las culturas y religiones buscan la verdad. 

 

Jesús desea salir a la calle, no quedar prisionero  del pasado, recorrer caminos nuevos, pisar  tierra, ir a las fronteras, oler a oveja, a polvo, sudor y lágrimas, escuchar el clamor del pueblo, dialogar, abrazar, besar, dar la mano, curar, bendecir, decir palabras de aliento, perdonar, consolar, anunciar el Reino,  generar esperanza y alegría, dar vida, pues solo él posee el Espíritu sin medida. 

 

Hemos de liberar a Jesús de tantas prisiones en las que lo hemos  encerrado a lo largo de los siglos, recuperar la frescura de su evangelio, volver a Galilea, escuchar su voz profética contra los actuales  hipócritas y explotadores del pueblo, contra los nuevos mercaderes del templo, volver a recuperar  al Jesús artesano nazareno,  peligroso y desconcertante, capaz de confiar en su Padre, de morir y resucitar.

 

Pero liberar a Jesús no equivale a afirmar “Jesús sí, Iglesia no”, sino que implica formar una Iglesia no autorreferencial, sino en salida, evangélica, transparente con sandalias o descalza, pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal, comprometida en la liberación de las personas y de la creación, interpelada por el dolor de  las víctimas, alegre con la alegría del Espíritu. La Iglesia no puede sustituir a Jesús, ha de fomentar el encuentro personal con él.

 

Sólo cuando hayamos liberado a Jesús de estas prisiones y le hayamos  dejado salir al mundo de hoy para escuchar  al pueblo,  podremos abrirle la puerta, dejarle entrar en nuestra casa, cenar con él y él con nosotros. 

 

Bergoglio en el cónclave de 2013 ya anunciaba su futura hoja de ruta pastoral  y el estilo de una Iglesia en salida. Quizás por esto fue elegido Papa  y quizás por esto mismo, otros le rechazan hoy. Pero lo que sí es cierto es que el Señor sigue llamando a la puerta: ¿quiere entrar o quiere salir?

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