Francisco y el movimiento de mujeres

05 de Julio de 2018

[Por: Francisco José Bosch]




"El siglo pasado todo el mundo era escandalizado por lo que hacían los nazis para cuidar la pureza de la raza. Hoy hacemos lo mismo pero con guantes blancos" (El papa Francisco hablando sobre el aborto).

 

[En la imagen que acompaña este articulo vemos a Laura, la mamá de Natalia Melmann, violada y asesinada por la policía. Al salir de la sentencia que absolvió a uno de los policías vinculados, la policía reprime a la gente que esperaba la sentencia y ella los enfrenta, ‘están aquí para cuidarnos’; foto de la CTEP MdP: La justicia patriarcal y sus fuerzas en una placa].

 

Creo poderosamente que nuestro silencio de hombres es fundamental en este momento. Nuestro silencio largo y escuchador, nuestro silencio compañero en las calles, nuestro silencio de varón. Pero me siento forzado a pensar una palabra, desde el dolor compañero de estos días, en esta Argentina de la confrontación entre hermanos. Ahí va: 

 

En la larga duración un movimiento que ha desafiado el cimiento del mundo en el que estamos parados. En la media duración un proceso de profundización interna. En la corta duración la conquista de leyes, lugares y espacios para una sociedad más equitativa. 

 

Esta es una posible lectura sobre el movimiento de mujeres. Evidentemente no es la lectura de Francisco que aprovecha la corta duración para cuestionar todo lo que llaman ‘la ideología de género’ como un movimiento de colonización del centro hacia la periferia. Usa palabras duras, acompaña a los de abajo, pero no logra profundizar en el rostro de las de abajo. 

 

Frente a estas dos posturas en disputa vale la pena pregunta, ¿Cómo nos acercamos al movimiento de mujeres desde un lente creyente? ¿Cómo escuchamos las voces de las mujeres que son mayoría en nuestras comunidades?

 

Unidad abajo, crítica hacia arriba: callarse y denunciarse

 

Todxs lxs que trabajamos a diario en espacio de educación formal y no formal vemos continuamente como somos los varoncitos los ‘difíciles’. Y somos nosotros los que ocupamos pocos años después los espacios de poder. La iglesia católica es todo una postal de esa incoherencia: su cúpula es un rejunte de hombres ancianos. Nada de malo en ser hombres y menos ancianos, pero resulta evidente la dificultad de ellos para acercarse a la irrupción de la revolución de las hijas, de la marea que nos está enseñando a los hombres a callarnos en primer lugar, y luego, a  repensar toda nuestra masculinidad.

 

Hasta aquí es obvio el planteo, se cae de maduro. Pero una cosa es no entender un movimiento histórico y hasta el tener una lectura completamente distinta sobre una legislación en disputa. Y otra completamente diferente es pasar a la ofensiva: ahí hay un límite. Ese es el límite que me fuerza a salir de mi silencio, que concibe que ya mucho hemos hablado los hombres y que ahora nos toca escuchar y aprender. Por eso, salgo a hablarle a otros compañeros hombres, y quizás también a otras compañeras creyentes que le duele la palabra de Francisco…

 

Nosotrxs, lxs creyentes de a pie, tenemos tradición en salir a denunciar a los de arriba. Tenemos tradición en señalar a los poderosos cuando sus miedos se transforman en maldad (Simone de Beauvoir en ‘La mujer rota’, en medio de los delirios del dolor, lo dice expresamente ‘la maldad esconde miedo’). Así como denunciamos que los miedos del polaco Woktyla anticomunista lo llevaron a ver color rojo en cada rincón de los que luchaban por un mundo nuevo, y al rígido alemán Ratzinguer el miedo a la libertad hermenéutica lo volvió un doctor inquisidor, quizás a Francisco el miedo a las diversidades emergentes, a las voces acalladas por siglos, lo vuelvan un temeroso perseguidor de las mujeres que han perdido su miedo. 

 

Ojala me equivoque. Ojala pida perdón por la barbaridad que ha dicho vinculando el movimiento de mujeres con el nazismo. De todas formas,  las mujeres y todos los colectivos de la diversidad que han recuperado su voz, no esperaran la bendición del papa para seguir gritando. Y los creyentes sabemos que el grito de lxs de abajo es sagrado.

 

Jesús, su miedo y la conversión a las mujeres: hacia un lente jesuánico 

 

Jesús va pasando por un pueblo. Una mujer le grita, sus amigos hombres la callan. Pesa sobre esta mujer una triple exclusión: mujer, pobre y extranjera. La mujer insiste, Jesús la oye, la llama, le pregunta que quiere y la mujer pide por la salud de su hija. Es la voz desesperada de una madre que ansía sanación para su retoño. Jesús lee el pedido desde su lente xenófobo, desde el nacionalismo hebreo que le había moldeado la mirada: mujer estoy aquí para los hijos de Israel y no para los perritos. Y allí, una clase magistral de educación popular, en manos de esta triple excluida, acepta la marginación, pero lo reta a incluir a todos en la caricia sanadora. Jesús se siente interpelado por aquella voz, por ese grito desesperado, porque ‘también los perritos comen las migajas que caen de la mesa’, y reconoce la fe de la mujer como la fuerza que sanaría a su hija. 

 

Jesús interpelado se dejó agrietar. Después de este encuentro y otros, construyó un movimiento popular con gran presencia de marginados y mujeres. Más de 2000 años después de esta lección femenina a Jesús, ansiamos que cada rincón del poder tenga la sensibilidad para dejarse agrietar por las mujeres que desde cualquier rincón del mundo nos están humanizando. Así fue con el buen Jesús, así será hoy con nosotros. 

 

Y estoy seguro que nuestra generación será la que agradezca de una vez para siempre la valentía de tantas. Desde esa fuerza que nos interpela y nos salva, que nos provoca y nos silencia, que nos reclama compañeros y nunca más mandamandistas. 

 

Gracias a que Dios sopla desde abajo, el grito de las mujeres terminará por cambiarlo todo. Me permito imaginar que esta marea también terminará por cambiar nuestra manera de creer, nuestro rostro de Dios-a, nuestra lucha por un mundo nuevo. Que así siga siendo…

 

Francisco Bosch

Educador y teólogo 

 

Mar del Plata, Argentina 

 

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