06 de Julio de 2018
[Por: Juan Pablo Espinosa Arce | Religión y Liberación]
Una de las tentaciones propias de la modernidad es el abandono del pasado. Pareciera que las situaciones que acontecieron hasta antes de nuestros juicios particulares tienden a diluirse, y frente a ello tendemos a quedarnos con la última impresión y a generalizar con una velocidad increíble. Ante los hechos que sucedieron entre nosotros, y con esta conciencia moderna que suprime el pasado, aparece algo así como una disnarrativa, es decir, una falta de narración y una consecuente injusticia histórica y, más grave aún, una falta de sentido de realidad total. Nos quedamos solamente con el último suceso, olvidando – muchas veces – todos los acontecimientos que como causas tuvieron que sucederse para lograr lo que experimentamos en la hora presente. Algo similar ocurre con la historia eclesial chilena...
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