Mis maestros de la esperanza (2)

27 de Mayo de 2018

[Por: Juan José Tamayo]




Dos pensadores de orientación religiosa tan divergente como Pablo de Tarso y Ernst Bloch comparten el protagonismo entre mis maestros de los que he aprendido las mejores lecciones de la esperanza y la utopía: Pablo de Tarso y Ernst Bloch. 

 

Pablo de Tarso: esperanza contra toda esperanza

 

Pablo de Tarso  afirmaba: “oportet haereses ese”, que suele traducirse como “conviene que haya disensiones” para que resplandezca la verdad.  

 

En la Carta a los Romanos, refiriéndose a Abraham, dice que  “esperó contra toda esperanza” (Rom 4,19). Es la terca esperanza de liberación contra el fatalismo ambiental, esperanza a través del compromiso por la justicia y la lucha por la liberación, extensible también a la creación, sometida a la caducidad, que gime y sufre dolores de parto esperando ser liberada de la esclavitud de la corrupción (Romanos 8, 19-25).   

 

Pablo de Tarso osa incluso desafiar a la muerte, a quien pregunta, citando al profeta Oseas: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (Primera Carta a los Corintios, 15,55; cf. Oseas 13, 14).Y responde. “La muerte ha sido devorada por la victoria” (15,54). 

 

Enst Bloch: El Principio esperanza

 

Mi encuentro con Ernst Bloch se produjo a finales de los década de los setenta. Sobre él versaron mi tesina de licenciatura y mi tesis doctoral de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de filósofo Carlos París Amador, quien, al comienzo de nuestra relación académica, me hizo la siguiente confesión: “Soy un creyente sin fe, pero con esperanza”. Vamos por buen camino, pensé para mis adentros. Y no me equivoqué. 

 

En 1992 publiqué Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch, actualizada en la nueva edición de 20151, que, creo, llegaba en un momento oportuno, ya que la utopía vivía –y sigue viviendo- en una situación de destierro, descrédito y maltrato semántico, como después mostraré, al tiempo que estaban y siguen estándolo- en plena efervescencia los movimientos sociales que proponen alternativas de sociedad y trabajan por Otro Mundo Posible. 

 

En este libro defino a Bloch como profeta y peregrino de la esperanza, cuya larga vida itinerante –murió a los noventa y dos años-, en constante éxodo y extensa obra –dieciocho volúmenes- constituyen el mejor ejemplo de su empeño por rehabilitar la imaginación creadora. Bloch relee la historia no desde una perspectiva positivista que se queda en los hechos desnudos, sino con la intención de descubrir en ella las huellas de la libertad y del futuro, y el excedente utópico ínsito en los diferentes movimientos de emancipación y en las distintas tradiciones filosóficas y religiosas grávidas de potencialidad y de posibilidades históricas. 

 

El filósofo marxista Ernst Bloch, sin dejar de ser filósofo ni marxista, o siendo ambas cosas de manera heterodoxa, se convirtió, sin pretenderlo, en maestro de teólogas y teólogos –yo incluido-, a quienes enseña tres lecciones que habíamos olvidado: 1) donde hay religión, hay esperanza, por muy cargada que esté de elementos espurios; 2) la religión judeo-cristiana es en su misma entraña mirada hacia el futuro, más que restauración del pasado; 3) la esperanza puede frustrarse, porque no es confianza ciega, pero puede reponerse de sus fracasos y salir fortalecida; en otras palabras, la frustración de la esperanza constituye una prueba de su fortaleza. 

 

Mi reflexión intelectual, mi experiencia vital y mi compromiso social han estado guiados por estos tres pensamientos lúcidos de Bloch: Uno: “La razón no puede florecer sin esperanza, la esperanza no puede hablar sin razón”. Dos: “Sólo cuando la razón comienza a hablar, comienza de nuevo a florecer la esperanza en la que no hay falsía”. Tres: “La verdadera génesis no se encuentra al principio, sino al final, y empezará solo cuando la sociedad y la existencia se hagan radicales, es decir, cuando pongan mano en su raíz”2.

 

He dedicado a la utopía y al pensamiento utópico media docena de ensayos, decenas de artículos y numerosos cursos, que espero hayan ayudado a vencer el fatalismo histórico, mantener viva la esperanza en la oscuridad del presente y caminar hacia la tierra prometida, sin seguridad de que exista y, si existe, sin seguridad de que se pueda llegar a ella. Basta con saber que sirve, como afirma Eduardo Galeano,  para caminar3.

 

Citas:

 

1 Cf. Juan José Tamayo, Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch, EVD, Estella, 1992; 2ª ed.: Tirant lo Blanch, València, 2015.

2 Ernst Bloch, El principio esperanza III, Trotta, Madrid, 2007, 510.

3 Cf. Además de las obras citadas en las notas anteriores, cf.  Juan José Tamayo, La “otra vida”, Mañana Editorial, Madrid, 1977; “Utopías históricas y esperanza cristiana”, en Casiano Floristán y Juan José Tamayo, Vaticano II, veinte años después, Cristiandad, Madrid, 1985; Cristianismo: profecía y utopía, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1987; Afirmar la utopía, combatir el desaliento, Murcia, 1987; El hechizo de la utopía: número monográfico de la revista “Biblia y Fe” (Madrid), vol. XX (marzo-agosto 1994), que dirigí y en el que escribí los artículos “Utopías históricas y esperanza cristiana” y “Ernst Bloch: filosofía de la religión en clave de utopía”; “Historia del pensamiento utópico: ética y esperanza”, en Instituto Superior de Pastoral, Utopía y esperanza, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1997, 13-66.

 

* Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid 

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