01 de Mayo de 2018
[Por: Francisco Bosch]
El ser humano es una especie que se recicla. En su cuerpo está el misterio de la tierra: de allí venimos, en ella crecemos y hacia ella vamos. Treinta homo sapiens en un taller de CEBS en medio de los cerros de Tarija. Los pies de un bípedo que caminaron tres horas para el encuentro. Sus pies, su vida, su fe. Con ustedes Modesto, con ustedes el milagro de una especia que milagrosamente se recicla.
La colonia es en nuestros cuerpos
Facciones marcadas, pelo recio, mirada fuerte. Los pies de Modesto no son lo único fuertemente delineado. Sus Sandalias marcan sus pies de caminante y al otro extremo de su cuerpo un sombrero acompaña su cabeza para cuidarla del sol. En la minga de teología popular me mira con desconfianza en el primer momento, duda bastante cuando propongo los primeros movimientos de canto y más todavía cuando se involucra directamente al cuerpo.
En las mingas de teología popular que estamos realizando en las comunidades de NuestrAmérica el registro del cuerpo es fundamental, el volver a identificar el cuerpo como ‘templo del espíritu’, es decir como lugar de revelación, nos exige escucharlo. Por eso el primer día del encuentro versa sobre esa escucha del cuerpo y en Bolivia este camino de abrirse al encuentro del otrx desde el cuerpo nos tomó dos días enteros. Los nervios iniciales hicieron despuntar algunas risas que luego fueron tomando forma de mirada profunda y el encuentro entre dos seres humanos desnudos de palabra se fue haciendo posible. Con la dureza del campo, con la sencillez de la tierra.
La liberación-creación también está en nuestra sangre
El cuerpo tiene memoria. Esa memoria es sagrada, guarda lo que nuestros ancestros han vivido, llorado, celebrado y creído. En nuestras pieles todas las opresiones que hemos vivido como especie y en ese mismo cuero todas las lucha por la liberación. En la piel esta la Tradición, se condensa toda nuestra-fe.
Por eso Modesto y sus movimientos externos fueron el reflejo de un dato de nuestra especie: el ser humano puede animarse al cuerpo, escucharlo, despertarlo, convocarlo al encuentro y a la transformación. No es un camino de tres días, ni una conversión mágica, se trata más bien de un proceso comunitario donde cada uno y cada una se van permitiendo sentir.
Los teólogos tenemos por oficio ver en lo oculto. Y agradezco haber podido ser testigo de un movimiento del alma que se refleja en el cuerpo. Desde los cerros de Tarija bajo la dureza de la vida que muchas veces se esconde en los cuerpos rígidos de los hombres, que entierran miedos en cartones de vino. Muchas veces esconden lo que todo el pueblo ya sabe: la soledad es nuestra peor condena.
La dureza que bajó grabada como huella digital, se fue aflojando y en el llano se volvió suave como la arcilla recién humedecida y tomó las más graciosas formas que el cuerpo humano puede construir. Y con la cabeza, pero también con los pies, la caja de vino que escondía tristeza, se pensó sombrero para los que sueñan un mundo nuevo. Desde la fe, desde abajo… desde cualquier cerro, desde cualquier Tarija, lugar donde se crió un homo anacyclismus, un Modesto reciclado.
El ser humano esconde dentro de su piel todas las posibilidades para reciclar este jodido mundo… y si no me creen, miren el sombrero de Modesto.
PD: La buena noticia cósmica de Asunción
Entre las dos postales anteriores de Modesto hay una parábola grupal que merece ser narrada. Un buzón al final de un túnel humano formado por nosotrxs. La primera noche de la minga nos encontró buscando Buenas Noticias en nuestra vida. Cada uno pasaba por el tunel, recibiendo aplausos, algunos con la cabeza gacha, otros devolviendo una sonrisa. Nadie leía la buena noticia de cómo Dios había pasada por su vida, pero todos colocaban igual certeza en el buzón. Cada uno con su letra, cada una con su historia, todos con los rasgos propios de ese Diocito que ha pasado por sus vidas. Todavía recuerdo con nitidez la sonrisa en los ojos de ‘Bartos’, que achicándose de hombres entregó su buena noticia que decía ‘Es una buena noticia que queramos ser felices en la comunidad’. Su cuerpo cansado y pequeño de más de 50 años dejó una buena noticia tan breve como inmensa en este mundo individualista y mezquino.
Entre las Buenas Noticias había de todo: desde los milagros que Dios hizo para poner de pie nuevamente a Irene que estaba postrada, hasta el milagro del equipo de misioneros maristas que cuenta Juanito. En medio de tantos relatos, una Buena Nueva cósmica tomó forma desde la voz suavecita de Asunción: un niño de 13 años, criado por padres adoptivos y entre animales. Es imposible reproducir lo que él me contó en primera persona, con los cerros de Tarija de fondo, así que mejor véanlo ustedes mismos en el siguiente link: https://youtu.be/8dI2EPVNPYs
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