02 de Mayo de 2018
[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]
Los hechos recientes: la prohibición al Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel (1980) y a otros notables de la política de visitar al expresidente Lula, un prisionero político y amigo de todos los que querían verlo, es la prueba más cabal de que vivimos bajo un régimen de excepción jurídico-mediático. Las togas mandan. La jueza Catarina Lebbos, brazo derecho del juez Sérgio Moro, revela rasgos de crueldad y de inhumanidad al prohibir a un médico examinar el estado de salud del expresidente. No estoy seguro pero desconfío de que tal acto sea incluso criminoso, merecedor de castigo.
Lo más grave de nuestra crisis es la estrategia de los muy ricos (0.05% de la población), asociados como siempre a consorcios económico-financieros, hasta extranjeros, inclusive con nuestros medios de comunicación monopolistas conservadores, de quebrar el pacto social construido bajo la hegemonía de las fuerzas democráticas y progresistas, contenido en la Constitución de 1988.
Gracias al consenso que ella propició entre los distintos grupos, hasta antagónicos, permitió que se gestaran las bases para la creación de un Estado Social brasileiro. Era un primer paso para atacar nuestra mayor llaga que es la perversa desigualdad social y conseguir así la inclusión de millones de brasileros y brasileras en la ciudadanía.
La dirección estuvo a cargo de alguien al que las élites del atraso jamás aceptaron pero tuvieron que inclinarse ante el veredicto de las urnas, un obrero, venido de la pobreza nordestina: Luis Inácio Lula da Silva. Por sus políticas sociales había hecho que los del piso de abajo pudieran subir un escalón en la escalera social.
Cuando se dieron cuenta de que podría surgir una nueva hegemonía de carácter progresista y popular, estas clases, como siempre antes en la historia, según nuestros mejores historiadores como José Honório Rodrigues, tramaron un golpe de clase. Se trataba de asegurar la naturaleza de su acumulación y de su control del aparato estatal, de donde saquean su propina millonaria.
Cambian los tiempos, cambian también las estrategias. No debía ser mediante un golpe militar, sino parlamentario. Marcelo Odebrecht, presidente de una de las mayores empresas brasileñas, en su delación premiada confesó que había dado diez millones de reales para comprar a 140 diputados que garantizasen el impeachment de Dilma Rousseff y la toma del poder del Estado.
Un congreso, de los más mediocres de nuestra historia republicana, con ladrones unos, acusados de corrupción otros o denunciados por crímenes, incluso por asesinato, se dejó venalmente comprar. Dieron un golpe parlamentario, jurídico y mediático, deponiendo mediante un impeachment cuestionable a la presidenta legítimamente elegida, Dilma Rousseff. El objetivo no era fundamentalmente ella, sino alcanzar al expresidente Lula y al partido del PT.
La lucha contra la corrupción, enfermedad endémica de la política brasileña, no por ello excusable, sirvió de pretexto para atacar, procesar y literalmente perseguir a Lula, mediante el expediente del lawfare (interpretar torpemente la ley para perjudicar al acusado). Tanto hicieron que lograron meterlo en la cárcel, mediante un proceso, según los más renombrados juristas nacionales y extranjeros, viciado y vacío de pruebas materiales consistentes.
¿Cuál es el sentido mayor de este golpe? Mantener la naturaleza de la acumulación de un grupo de rapiña que controla gran parte de nuestra riqueza y traspasarla a sus bolsillos. Pero la consecuencia más desastrosa, analizada finamente por el científico social Luiz Gonzaga de Souza Lima en una conferencia dada el 22 de noviembre de 2017 en Fiocruz de Río de Janeiro, está contenida en la Enmienda Constitucional (PEC 55). Mediante ella se trata no sólo de establecer un techo en los gastos. Ella atenaza al país. «La PEC», dice Souza Lima, «es la prohibición de construir un Estado Social en nuestro país. Se veta constitucionalmente construir el Estado Social, es más que una congelación de gastos».
Las clases del atraso optaron por el pasado, aceptando la recolonización de Brasil, alineándolo a los intereses del imperio del Capital hegemonizado por los USA. No mediante una elección sino por medio de un golpe disolvieron el pacto construido en la Constitución de 1988. Souza Lima dice más: «estamos ante un golpe contra el Gobierno que el pueblo brasileño eligió. Estamos ante una inflexión histórica de una importancia inmensa: prohibir constitucionalmente hacer inversiones sociales, especialmente en la educación y en la sanidad».
Esto es un caso único en el mundo de hoy. ¿Cómo puede un pueblo enfermo e ignorante avanzar hacia un desarrollo, adecuado a una población de más de cien millones de personas?
Estas elites, egoístas al máximo, nunca tuvieron un proyecto para Brasil. Sólo para sí y en función de una acumulación absurda. Actualmente se asientan sobre una derecha fascista, autoritaria, violenta, racista y despreciadora del pueblo, considerado vulgar y despreciable. Para nuestra vergüenza, apoyadas en parte por el cuerpo jurídico y por la mano dura de la policía militar, capaz de reprimir y matar, especialmente a negros y pobres.
La lucha es para recuperar la democracia mínima y sobre todo para hacer valer la Constitución de 1988, rota por los golpistas, pero que abría espacio para la convivencia pacífica y para el desarrollo humano.
*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y autor de Brasil: concluir a refundação ou prolongar a dependência, Vozes 2018.
Traducción de Ma. José Garavito Milano
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O pior do golpe: impossibilitar o Estado Social brasileiro
Os fatos recentes: a proibição do Prêmio Nobel da Paz Adolfo Perez Esquivel (1980) e de outros notáveis da política, de visitar o ex-Presidente Lula, um prisioneiro político e amigo de todos os que queriam vê-lo, é a prova mais cabal de que vivemos sob um regime de exceção jurídico-mediático. As togas comandaam. A juiza Catarina Lebbos,braço direito do juiz Sérgio Moro, revela traços de crueldade e desumanidade ao proibir um médico de examinar o estado de saúde do ex-presidente. Não estouseguro mas desconfio de que tal ato seja até criminoso, passível de punição.
A gravidade maior de nossa crise é a estratégia dos endinheirados (0.05% da população), associados como sempre a conglomerados econômico-financeiras e até estrangeiros, inclusive com a nossa mídia monopolista conservadora, de quebrar o pacto social construído sob a hegemonia das forças democráticas e progressistas consignado pela Constituição de 1988.
Pelo consenso que ela propiciou entre os vários grupos, até antagônicos, se gestaram as bases para a criação de um Estado Social brasileiro. Seria um primeiro passo para atacarmos nossa chaga maior que é a perversa desigualdade social e a inclusão de milhões de brasileiros e brasileiras na cidadania.
A condução era feita por alguém que as elites do atraso jamais aceitaram mas que tiveram que se vergar ao veredito das urnas, um operario, vindo da pobreza nordestina: Luis Inácio Lula da Silva. Por suas políticas sociais fizera com que os do andar de baixo pudessem subir um degrau na escada social.
Quando se deram conta de que poderia surgir uma nova hegemonia de caráter progressista e popular, estas classes, como sempre antes na história, segundo nossos melhores historiadores como José Honório Rodrigues, tramaram um golpe de classe. Tratava-se de assegurar a natureza de sua acumulação e de seu controle do aparato estatal, donde pilham sua propina milionária.
Mudaram os tempos, mudaram também as estratégias. Devia ser não por um golpe militar, mas parlamentar. Marcelo Odebrecht, presidente de uma das maiores empresas brasileiras, em sua delação premiada, confessou que repassara dez milhões de reais para comprar 140 deputados a fim de que garantissem o impeachment de Dilma Rousseff e a tomada do poder de Estado.
Um congresso, dos mais medíocres da história republicana, com ladrões uns, acusados de corrupção outros ou denunciados por crimes, até por assassinato, deixou-se venalmentecomprar. Deram um golpe parlamentar, jurídico e mediático depondo por um impeachment questionável a Presidenta legitimamene eleita Dilma Rousseff. Oobjetivo não era fundamentalmente ela, mas atingir o ex-Presidente Lula e opartido do PT.
O combate à corrupção, doença endêmica da política brasileira, nem por isso desculpável, serviu de pretexto para atacar, processor e literalmente perseguir a Lula, mediante o expediente da lawfare (interpreter canhestramente a lei para prejudicar o acusado). Tanto fizeram que conseguiram colocá-lo na prisão, mediante um processo, segundo os mais renomados juristas nacionais e estrangeiros, viciado e vazio de provas materiais consistentes.
Mas qual é o sentido maior deste golpe? É manter a natureza da acumulação de um grupo de rapinagagem que controla grande parte de nossa riqueza e que a repassem para seus bolsos. Mas a consequência mais desastrosa, analisada finamente pelo cientista social Luiz Gonzaga de Souza Lima numa palestra no dia 22 de novembro de 2017 na Fiocruz do Rio de Janeiro, está contida na Emenda Constitucional (PEC 55). Por ela não se trata apenas de estabelecer um teto nas despesas. Ela algema o país. “A PEC, diz Souza Lima, “é a proibição da construção do Estado Social em nosso país. É vetado constitucionalmente construir o Estado Social, é mais que um congelamento de gastos”.
As classes do atraso optaram pelo passado, aceitando a recolonização do Brasil, alinhando-o aos interesses doimpério do Capital hegemonizado pelos USA. Não por uma eleição mas por um golpe dissolveram o pacto construído pela Constituição de 1988. Diz mais Souza Lima, “estamos diante de um golpe contra o Governo que o povo brasileiro elegeu. Estamos diante de uma inflexão histórica de uma importância imensa: proibir constitucionalmente fazer investimentos sociais, especialmente na educação e na saúde”.
Isso é um caso único no mundo de hoje. Como poderá um povo doente e ignorante dar um salto rumo a um desenvolvimento, adequado a uma população de mais de cem milhões de pessoas?
Estas elites egoistas ao máximo, nunca tiveram um projeto para o Brasil. Somente para si e em função de uma absurda acumulação. Atualmente se assenta sobre uma direita fascista, autoritária, violenta, racista e desprezadora do povo, chamado de ralé desprezível. Paranossa vergonha, apoiada, em parte pelo corpo jurídico e pela mão pesada da polícia militar, capaz de reprimir e matar, especialmente negros e pobres.
A luta é para recuperar a democracia minima. Mas mais que tudo fazer valer a Constituição de 1988, rasgada pelosgolpistas, mas que abria espaço para a convivência pacífica e para o desenvolvimento humano.
Leonardo Boff é teólogo, filósofo e autor de Brasil: concluir a refundação ou prolongar a dependência, Vozes 201
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