18 de Abril de 2018
[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]
El cristianismo originario fundado en las prácticas de Jesús y posteriormente de San Pablo había instaurado una ruptura en la línea de la igualdad de género. Pero no se sostuvo. Sucumbió a la cultura dominante predominantemente machista que subordinaba la mujer al hombre. Cualquier motivo fútil permitía el divorcio, dejando a la mujer desamparada.
El propio apóstol Pablo, contradiciendo el principio de igualdad, bien formulado por él (Gal 3,28), podía decir de acuerdo al código patriarcal: “el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; ni el hombre fue creado para la mujer, sino la mujer para el hombre; debe, pues, la mujer usar el signo de su sumisión (el uso del velo: 1Cor 11,10).
Estos textos, que algunos estudiosos consideran una inserción posterior a Pablo, serán blandidos a lo largo de los siglos contra la liberación de las mujeres, constituyendo el cristianismo histórico, principalmente la jerarquía romano-católica, no tanto los laicos, un bastión de conservadurismo y de patriarcalismo. Aquél no vivió proféticamente su propia verdad y en nombre de ella no rescató la memoria libertaria de sus orígenes, cuestionando la cultura dominante. Por el contrario, se dejó asimilar por ella y aún creó un discurso ideológico para su naturalización y, así, para su legitimación hasta los días actuales, al menos a nivel de los discursos papales, en contra de lo que los teólogos y teólogas enseñan desde hace mucho tiempo. Bien decía una feminista alemana M. Winternitz: “La mujer siempre ha sido la mejor amiga de la religión; la religión, sin embargo, jamás ha sido amiga de la mujer”.
A esa ideologización de trasfondo bíblico-teológico se añadió otra de orden biológico. Se admitía antiguamente que el principio activo en el proceso de generación de una nueva vida dependía totalmente del principio masculino. Se planteaba, entonces, la cuestión: ¿si todo depende del hombre por qué entonces nacen mujeres y no sólo hombres? La respuesta, reputada científica por los medievales, era la de que la mujer es una desviación y una aberración del único sexo masculino. En razón de ello, Tomás de Aquino, repitiendo a Aristóteles, consideraba a la mujer como un “mas occasionatus” (un hombre en camino), mero receptáculo pasivo de la fuerza generativa única del varón (Summa Theologica I.q.92, a.1 ad 4). Y todavía argumentaba: "La mujer necesita del hombre no sólo para engendrar, como hacen los animales, sino también para gobernar, porque el hombre es más perfecto por su razón y más fuerte por su virtud” (Summa contra Gentiles, III, 123).
Tales discriminaciones, aunque sobre otras bases, ahora psicológicas, resuenan modernamente, para perplejidad general, en los textos de Freud y de Lacan. Con razón se dice que la mujer es la última colonia que todavía no ha logrado su liberación (M. Mies, Woman, the Last Colony, Londres, Zed Books 1988).
El sueño igualitario de los orígenes sobrevivirá en grupos de cristianos marginales o entre los considerados herejes (Shakers de Inglaterra) o entonces es proyectado para la escatología, al término de la historia humana. Hubo que esperar a los movimientos libertarios feministas europeos y norteamericanos a partir de 1830 para hacer valer el antiguo sueño cristiano. A la luz de los ideales de la Ilustración que afirmaban la igualdad original y natural entre hombres y mujeres, Sarah Grimké podía escribir sus Cartas sobre la igualdad de los sexos y la condición de la Mujer(1836-1837), inspiradas en los textos bíblicos libertadores, y en 1848 en Séneca Falls, Nueva York, las líderes cristianas feministas podían formular la Declaración de los Derechos de la Mujer, calcada de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y por fin comenzar a publicar en 1859 la Biblia de la Mujer en Seattle.
A partir de entonces se formó la irrefrenable ola del feminismo y del ecofeminismo modernos, movimientos seguramente de los más importantes para el cuestionamiento de la cultura patriarcal en las Iglesias y en las sociedades, presentando un nuevo paradigma civilizacional.
Es importante resaltar que del grupo de feministas nos vino una de las críticas más severas al paradigma racionalista de la modernidad y la introducción de la categoría cuidado en la discusión de la ética, centrada tradicionalmente en la justicia. El eco-feminismo representa una de las grandes corrientes de la reflexión ecológica actual reforzando el nuevo paradigma relacional.
Leonardo Boff escribió con la socióloga Lúcia Ribeiro, Masculino-Femenino: perspectivas vividas, Record, Rio 2007.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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Homem e mulher: Igualdade e subordinação. contradições da cristandade
O cristianismo originário fundado nas práticas de Jesus e posteriormente de São Paulo haviam instaurado uma ruptura na linha da igualdade de gênero. Mas ele não se sustentou. Sucumbiu à cultura dominante predominantemente machista que subordinava a mulher ao homem. Qualquer motivo fútil permitia o divórcio, deixando a mulher desamparada.
O próprio apóstolo Paulo, contradizendo o princípio da igualdade, bem formulado por ele (Gal 3,28), podia dizer consoante o código patriarcal: “o homem não procede da mulher e sim a mulher do homem; nem o homem procede da mulher sim a mulher do homem; nem o homem foi criado para a mulher, senão a mulher para o homem; deve, pois, a mulher usar o sinal de sua submissão (o uso do véu: 1Cor 11,10).
Esses textos que alguns estudiosos consideram uma inserção posterior a Paulo, serão brandidos, pelos séculos afora, contra a libertação das mulheres, constituindo o cristianismo histórico, principalmente a hierarquia romano-católica, não tanto os leigos, um bastião de conservadorismo e de patriarcalismo. Ele não viveu, profeticamente, sua própria verdade e em nome dela não resgatou a memória libertária das origens, contestando a cultura dominante. Ao contrário, deixou-se assimilar por ela e ainda criou um discurso ideológico de sua naturalização e, assim, de legitimação até os dias atuais, pelo menos no nível dos discursos papais, na contramão do que os teólogos e teólogas já há muito tempo ensinam. Bem dizia uma feminista alemã M.Winternitz: “A mulher sempre foi a melhor amiga da religião, a religião, no entanto, jamais foi amiga da mulher”.
A essa ideologização de transfundo bíblico-teológico se acrescentou ainda uma outra de ordem biológica. Admitia-se, antigamente, que o princípio ativo no processo de geração de uma nova vida, dependia totalmente do princípio masculino. Levantava-se, daí, a questão: se tudo depende do homem por que então nascem mulheres e não só homens? A resposta, reputada científica pelos medievais, era a de que a mulher é um desvio e uma aberração do único sexo masculino. Em razão disso, Tomás de Aquino, repetindo Aristóteles, considerava a mulher como um “mas occasionatus” (um homem a caminho), mero receptáculo passivo da força generativa única do varão (Summa Theologica I.q.92,a.1 ad 4). Argumentava ainda: “A mulher necessita do homem não somente para engendrar, como fazem os animais, senão também para governar, porquanto o homem é mais perfeito por sua razão e mais forte por sua virtude”(Summa contra Gentiles, III,123).
Tais discriminações, embora sobre outras bases, agora psicológicas, ressoam, modernamente, para perplexidade geral, nos textos de Freud e de Lacan. Com razão se diz que a mulher é a última colônia que ainda não logrou sua libertação (cf. M. Mies, Woman, the Last Colony, Londres, Zed Books 1988).
O sonho igualitário das origens sobreviverá em grupos de cristãos marginais ou entre os considerados hereges (Shakers da Inglaterra) ou então é projetado para a escatologia, no termo da história humana. Foi preciso esperar os movimentos libertários feministas europeus e norte-americanos a partir de 1830 para fazer valer o antigo sonho cristão. À luz dos ideais do Iluminismo que afirmavam a igualdade original e natural entre homens e mulheres, Sarah Grimké podia escrever suas Letters on the Equality of the Sexes and the Condition of Woman (1836-1837), inspiradas nos textos bíblicos libertários e em 1848 em Seneca Falls, Nova Yorque, as líderes cristãs feministas podiam formular a Declaration of the Rights of Women, calcada sobre a Declaration of Independence dos USA e por fim começar a publicar em 1859 o The Woman’s Bible em Seattle.
A partir de então formou-se a irrefreável onda do feminismo e do ecofeminismo modernos, movimentos seguramente dos mais importantes, no questionamento da cultura patriarcal nas igrejas, nas sociedades e apresentando um novo paradigma civilizacional.
Vale ressaltar que é do grupo de feministas que nos veio uma das críticas mais severas do paradigma racionalista da modernidade e da introdução da categoria cuidado na discussão da ética, centrada tradicionalmente na justiça. O eco-feminismo representa uma das grandes correntes da reflexão ecológica atual reforçando o novo paradigma relacional.
Leonardo Boff escreveu com a socióloga Lúcia Ribeiro, Masculino-Feminino: perspectivas vividas, Record, Rio 2007.
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