Siguiendo las rutas del Quetzal

23 de Marzo de 2018

[Por: Sofía Chipana Quispe]




Desde las tierras profundas de los territorios Mayas, de los sabores de chiles, las milpas de los granitos de oro del maíz y la gran diversidad de raíces, semillas, frutos, y hojas, como la hoja santa; surgen estas palabras que son parte de experiencias que siguen la fuerza del quetzal, ave ancestral indómita que recorre los bosques húmedos en los que se mimetizan para vivir en libertad. Del mismo modo encontramos en estos territorios que hoy son atravesados por las fronteras de lo que se llama México y Guatemala, resistencias contundentes que no son aprisionados por las políticas de un Estado que nunca los consideró, más bien buscó apoderarse de sus territorios, territorialidades y de sus vidas. 

 

Se trata de experiencias significativas de pueblos que recrean el sentido de la comunidad, al propiciar desde sus autonomías indígenas propuestas que se comparten con dignidad y que buscan favorecer el caminar de los mismos pueblos, que no esperan que el “poder estatal” resuelva sus necesidades, no es un camino fácil, requiere de mucho esfuerzo como bien lo dice la siguiente sabiduría: “la libertad es como la mañana, hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quiénes desvelan y caminan la noche para alcanzarla”. Pero la autonomía rebelde, implica sobre todo, derrotar al miedo para hacer frente a los que perturban la vida en sus territorios, pues como hijas e hijos cuidan lo más preciado de sus territorios, la Vida que se manifiesta a través de sus bosques, sus lagunas y caídas de aguas que se matizan de diversos colores y conservan el misterio de la fuerza de vida. 

 

Desde estos territorios, se gestan espacios anti sistémicos como las organizaciones de los caracoles de la resistencia y rebeldía zapatista, donde se cultiva con esmero y cuidado las sabidurías de los pueblos vinculados a las raíces ancestrales, y la lucha de las mujeres para que “sigan floreciendo”. Como se asumen en sus palabras las mujeres zapatistas, que “sin pedir permiso a nadie”, convocan los días 8 al 10 de marzo a un encuentro de mujeres luchadoras de diversos territorios, donde la invitación inicial que hizo la comandante insurgente Erika, quien con mucha autoridad aclara, “nos llamamos insurgentas cuando no hablamos de individual, sino de colectivo”, dirigiendo así su palabra a las más de seis mil mujeres, que “lo único que sí les pedimos es que sigan luchando, que no se rindan, que no se vendan, que no renuncien a ser mujeres que luchan”. Y en sus palabras finales las insurgentas más jóvenes, plantean que “… nunca más ninguna mujer, del mundo que sea, del color que sea, del tamaño que sea, de la edad que sea, de la lengua que sea, de la cultura que sea, tenga miedo”.

 

Se trata de caminares que han hecho frente al colonialismo invisible que convence de que “no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”, que lleva a la transgresión de los mandatos establecidos para seguir las rutas de las resistencias autónomas que se gestan en la organización de los pueblos, y en espacios tan profundos como la Universidad de la Tierra, y otros espacios, donde se entretejen caminos alternativos, que diseñan nuevos aprendizajes que parten de las sabidurías de la Vida, que son de gran aporte para fortalecer las rebeldías que provocan miedo, a los poderes estatales que desde la supuesta seguridad del estado, reaccionan secuestrando a 33 maestros, que se negaron a bajar del autobús que los llevaba al lugar de su destino, y que fue remolcado por una grúa, acusados de bloquear una arteria principal, cuando ellos salían de una reunión de organización de sus luchas, y gracias a la presión de las movilizaciones fueron liberados/as después de algunas horas, pues ya se tiene una pasado de desapariciones como la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, quedando casi en la impunidad.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

 

Desde estas experiencias rescato la fuerza y resistencia de los pueblos, que no se visibilizan, ya que se muestra una compleja realidad de violencias, corrupciones, narcotráfico, migración, muros; pero el sutil y lento caminar del hilo de la Vida que emerge cuál semillas ancestrales en las tierras profundas de las y los hijas/os del maíz, aún no se considera en el monocultivo mental de una sociedad enajenada y enajenadora. 

 

En este mes nos unimos a las resistencias profundas de los pueblos que con mucha creatividad plantean su autonomía y rompen con una serie de mandatos de la estructura patriarcal, racista y sexista; desde esas fuerzas nos vinculamos a las rebeldías y resistencias de las mujeres de New York, las niñas y adolescentes del Hogar Seguro Virgen de la Asunción de Guatemala, y de los hombres y mujeres de estos territorios que fueron sentenciadas/os por los poderes hegemónicos del patriarcado a la muerte. Pero como diría Bertha Cáceres ante la amenaza de sus adversarios “vos tenés la bala… yo la palabras. La bala muere al detonarse… la palabra vive al replicarse”. Se trata de vidas, y palabras que hoy se reivindican en la memoria de todas y todos los que buscaron cambios en las estructuras de un sistema cómplice que encubre su violencia, y se atribuye el poder de sentenciar la vida. Por ello marzo, nos recuerda, la indignación y la fuerza de la rebeldía, como lo refleja de manera pertinente el poema de Gioconda Belli, que titula 8 de marzo: 

 

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres,

¡qué poco es un solo día, hermanas,

qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!

Desde la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos

-toda la atropellada ruta de nuestras vidas-

deberían pavimentar de flores para celebrarnos

(que no nos hagan como a la Princesa Diana que no vio, ni oyó

las floridas avenidas postradas de pena de Londres),

nosotras queremos ver y oler las flores.

 

Queremos flores de los que no se alegraron cuando nacimos hembras en vez de machos,

queremos flores de los que nos cortaron el clítoris.

Y de los que nos vendaron los pies.

Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio para que cuidáramos a los hermanos y ayudáramos en la cocina.

Flores del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca para violarnos mientras nuestra madre dormía.

Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado.

Y del que nos despidió cuando se dio cuenta que estábamos embarazadas.

Queremos flores del que nos condenó a muerte forzándonos a parir a riesgo de nuestras vidas.

Queremos flores del que se protege del mal pensamiento obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo.

Del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte.

Queremos flores de los que nos quemaron por brujas y nos encerraron por locas.

Flores del que nos pega, del que se emborracha,

del que se bebe irredento el pago de la comida del mes.

Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos,

flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras

y albergan ponzoña en su corazón para las de su mismo género

 

Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos

donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;

arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,

de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.

Queremos flores hoy. Cuánto nos corresponde.

El jardín del que nos expulsaron.

 

 

Imagen: https://carlosrmartinez.wordpress.com/tag/quetzal/ 

 

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