Confesiones: Llegué al feminismo tarde y por solidaridad

21 de Marzo de 2018

[Por: Rosa Ramos]




“Evolucionamos. Lento, pero evolucionamos…

El amor y la belleza cumplen una función esencial…

¿Qué quieren las mujeres?

Queremos belleza en nuestras vidas 

Y belleza en el mundo”

Isabel Allende

 

El 8 de marzo les compartía en este blog mi experiencia y aprendizaje en el norte argentino, que me permitió conocer no sólo paisajes nuevos, sino entrar al mundo de ese sur que también existe” al decir de Mario Benedetti. Y redescubrir en la carne -porque las mujeres conocemos no sólo con la razón, sino con los sentidos y con el cuerpo-, la opción por los pobres, o que nuestro Norte es el sursegún otro creador uruguayo, Joaquín Torres García. 

 

Han pasado unos días, en los que he leído y escuchado mucho sobre la temática, la situación, los derechos y reclamos de las mujeres a raíz de tantas voces elevadas por el Día Internacional de la Mujer (aunque también vamos aprendiendo que no existe “la” Mujer, como no existe “el” varón, ni menos existe “el Hombre”). La existencia es múltiple y plural: sólo por abstracción, negando la diversidad, la singularidad y la complejidad –también por  megalomanía- hemos adoptado esa expresión universal abstracta “el” o “la”.1

 

Entre lo mucho que he leído, escuchado y meditado, me han gustado mucho algunos dichos de un discurso que ha circulado de la chilena Isabel Allende, aunque no lo pronunció este año. Hay una visión realista, con pasajes duros, pero también optimista y esperanzadora en tanto que reconoce los avances. Especialmente me ha gustado esa cita que coloqué al inicio: Las mujeres queremos belleza en nuestras vidas y belleza en el mundo”. Claro que no sólo las mujeres quieren belleza, creo que es un rasgo propiamente humano, y evolutivo también.2 

 

Pero la frase fue inmediatamente disparadora de muchas ideas. Recordé a Heráclito y su dios que quiere y no quiere llamarse Zeus y que une en sí todo lo bueno, bello y justo. A Pitágoras, pensando que las esferas celestes moviéndose debían producir música, tanta armonía veía el matemático. A Platón y las bellezas como camino ascendente al mundo inteligible…  Pero acudieron a mi además muchas imágenes: mujeres cultivando flores en casas muy humildes poniendo así color y perfume a vidas grises; futuras madres ordenando el ajuar de su bebé o pintando la cuna aún vacía y soñando hijos sanos, buenos y felices. Mujeres en duros tratamientos de quimioterapia con un pañuelo de colores en la cabeza calva. 

 

Veo en estos gestos un sentido de trascendencia, un anhelo mayor, quieren belleza, y desde allí luchan, resisten, apuestan al futuro, a la vida buena, a la justicia.

 

Pero en el título prometo confesiones… acá van: Crecí con muchísimo afecto, cuidados, mimos, y hasta caprichos prodigados por madre, padre, madrina, más varios tíos varones, y desde los 6 años también por maestras y hasta por el cura párroco del barrio. Vale decir recibí amor y “predilección” de mujeres y varones que me valoraron y hasta me sobrevaloraron, de tal modo que mi personalidad se fue formando un tanto avasallante y con otras “neuras” de “hijo único”  no siéndolo.

 

Profundizando en esa subjetividad que se va construyendo desde tan pequeños, descubro ahora que era un mundo patriarcal, que yo no tenía categorías conceptuales para analizar, pero que sin duda intuía y que pesó en esa construcción. De ahí que si bien a las mujeres se les permitía llorar y ser frágiles, yo crecí con rasgos de mujer fuerte y sin lágrimas. 

 

A nivel intelectual, he aquí la gran confesión: aprendí mucho de varones y mujeres, pero ya en la adolescencia las lecturas que me interesaban eran escritas por varones. Y llegó el tiempo de la Filosofía y luego de la Teología… y más varones a admirar. Sin darme cuenta naturalicé que el pensamiento sólido, argumentado, las grandes cuestiones, las buenas respuestas, y por supuesto las sospechas intelectuales que abrían nuevos rumbos, eran formuladas por varones. Y yo maduraba intelectualmente procurando también esa sistematicidad y rigor “masculinos”, si bien muchas veces se colaba la poesía de mi mirada femenina de la realidad.

 

Creo que hasta los 45 años sólo leí varones, incluso en literatura y poesía… ¡Qué terrible!

 

Por eso confieso que mi arribo -no sin temores, no sin dudas-, a los andenes del feminismo, más exactamente a explorar distintas salidas feministas, a comprenderlas y a valorarlas, ha sido tardía. Como lluvia mansa, gota a gota, me fue horadando pero también enriqueciendo mucho descubrir que había pensamiento escrito -acallado o subvalorado- de mujeres, también en Filosofía y en Teología, sobre todo en las últimas décadas. Sí, había pensamiento propio y crítico, basado en estudios sólidos en muchas mujeres que fui descubriendo. Pero -en un mundo injusto- coexistía con el analfabetismo, que es mayoritariamente femenino.

 

Entonces otra confesión: mi subida a algún vagón de los muchos feministas, ha sido más por solidaridad que por razones intelectuales. Creo que a nivel de producción de pensamiento lo importante no es quién escriba, varón o mujer, sino que pueda hacerlo, que lo haga muy bien y que sus planteos sean de recibo. Que ese pensamiento ayude a comprender e interpretar la historia, la vida o la falta de vida bella, buena y justa, que ilumine génesis, procesos y caminos posibles a transitar.

 

La compasión y la solidaridad han sido las verdaderas razones que me han acercado a los feminismos. Yo he tenido mucha suerte, he sido privilegiada, pues he sido respetada y valorada. Comparando con otras realidades y culturas, mi sur uruguayo y montevideano me ha permitido vivir con dignidad mi ser mujer. Y además del amor recibido, el mundo de los varones me incluyó como interlocutora válida, y esto ha sido fundamental en mi trayectoria.

 

Pero estar atenta a lo que viven otras mujeres, contemplar sus ojos, sus labios apretados, sus rictus amargos frutos de la mala vida; el percibir la doble y a veces triple pobreza que viven muchas mujeres, el escuchar noticias, datos, pero sobre todo prestar oído a las narraciones hechas por las propias mujeres que se van atreviendo a hablar, a expresarse; el encuentro con mujeres de otros países y culturas; incluso el mirar atrás para descubrir o vislumbrar lo que han vivido en este continente -y en todos- nuestras antepasadas… Esos han sido los caminos que me fueron llevando a comprender y hasta asumir los movimientos feministas.

 

Ha sido todo este lento peregrinar atento, compasivo, por la tierra de tantas mujeres, el que me ha persuadido de la necesidad de una “perspectiva de género”. Si queremos cambiar la historia, si queremos que crezca “el reinado de Dios” -ojo, el que predicaba y promovía Jesús con sus gestos-, entonces urge hacer pie allí, mirar desde las mujeres sometidas y víctimas de todo tipo de atropellos en una sociedad patriarcal.

 

Que nuestro Norte sea el sur, el sur de los pueblos empobrecidos, el sur de las mujeres que son la mayoría de los pobres del planeta, para desde allí disoñar –diseñar en función de los sueños más humanos y genuinos- el Norte, un mundo posible donde quepamos todos y todas.

 

Yo tenía incorporada como la mejor definición antropológica la expresión “El hombre no cree en la muerte, cree en la vida, busca belleza” del cantautor José Carbajal, el Sabalero. Hoy, gracias a la libertad del Espíritu que amplía horizontes y purifica nuestras categorías, puedo ampliar o precisar, con Isabel Allende, que Las mujeres queremos belleza en nuestras vidas y belleza en el mundo”. 

 

Queremos (hay elección y voluntad) belleza, no como una cuestión de maquillaje superfluo, sino como un anhelo profundo, movido por una energía divina imperiosa. Y esa belleza que no cesamos de querer incluye la verdad que nos hace libres y adultas, la paz fruto de la justicia, el bien, todo bien y para todos.3 

 

Citas

 

Pueden ir a las entradas anteriores en que ya he planteado ideas de Edgar Morin y el Pensamiento Complejo

2 Un libro muy documentado al respecto es el de Ramón María Nogués: Neurociencias, espiritualidades y religiones. Sal Terrae, 2016

3 Esta no es una referencia sino una invitación. Ya que suelo acompañar el artículo con enlaces a canciones o películas, va el enlace de la película La fuente de las mujeres  https://youtu.be/ExnosPnpEqM

 

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