“Porque Dios está en lo escondido y ve solamente lo que se hace en lo escondido”

01 de Marzo de 2018

[Por: Ximena Méndez Garino]




Con el verdor de la selva Amazónica todavía presente en mi pupila, la fuerza de un apretón de manos, que viene de lo más profundo del encuentro en la lucha por la vida, les comparto una imagen del viaje a São Félix de Araguaia, para el 90 cumpleaños de Dom Pedro Casaldáliga.

 

El viernes 16 de febrero llegaron hasta el Centro Comunitario de São Félix personas, en su mayoría de toda la Prelacía. Comunidades Eclesiales de Base, comunidades indígenas, colectivos organizados para la defensa y conservación de la tierra, grupos que llevan adelante distintos emprendimientos de economía solidaria, vecinas/os, amigas/os, etc. En una celebración para honrar la vida, donde participamos todas/os, iluminadas/os por el evangelio de las bienaventuranzas, a mi entender, el más acertado para la ocasión ya que Dom Pedro es ese evangelio vivo. En ese lugar donde el pan partido y repartido, y la sangre de Cristo se mezcla con la carne y sangre de los mártires de esas tierras y Latinoamérica, la gracia y la alegría se hicieron eco en cada una/o de los presentes.

 

Sacerdote claretiano español, obispo, apóstol en Latinoamérica, que elige usar en vez de anillo de oro, anillo de madera de Tucum, signo de opción por los pobres. Vive en esas tierras desde hace cincuenta años, conviviendo con su hermano Parkinson, como le llama él, desde varios años, y continúa en la caminhada como uno más. “No en vano pasó diez malarias, siete tiroteos, incontables amenazas de muerte y cinco intentos de expulsión del país. Vio como torturaban a sus compañeros, enterró a centenares de campesinos e indígenas y salvó la vida de otros tantos. Alfabetizó a adultos y niños, recuperó tierras para sus labradores, dio salud y educación a un lugar al que no llegaba el Estado, a esa ‘tierra sin ley’, recuerda el padre Saraiva, uno de los agustinos que todavía le acompaña” (Agnese Marra, periodista del diario El Mundo, España, con quien también compartí esos días). 

 

Encontrarse con Dom Pedro es encontrarse con la vida en abundancia. Con esa fuerza que trasmite valentía y esperanza, convicción sin miedos, confianza y libertad. Compañero presente y puente entre las/os que llegamos hasta ahí y las/os más escondidas/os de nuestras sociedades, donde siempre crea un lazo.  En palabras de Zeze, su vecina: “todos somos importantes, porque somos criados por el mismo cielo”. 

 

Hoy le toca que otros lo cuiden, además de los agustinos Saraiva, Sebastião e Ivo, que conviven con él, está acompañado las 24 horas por quienes ha luchado toda la vida, como Ijaní, indígena karajá. Su casa sigue con la puerta siempre abierta y quien llega tiene un plato de comida preparado por Diolice, quien lo conoce desde que llegó a esas tierras. También, como él hizo referencia una vez, vive en una “arquitectura evangélica”, donde no falta ni sobra ningún signo: Helder Camara, Angelelli, Tatic Samuel, Charles de Foucault, Bosco (compañero asesinado por error al confundirlo con él), reliquias de Ellacurría y Mons. Romero, entre otras imágenes, afiches, recuerdos y pocas cosas más… Fácilmente es posible creer que una/o está en la casa del Jesús, el Nazareno de hace 2000 años.

 

Como dijo José M. Castillo, en la reflexión del evangelio del miércoles de cenizas, “Dios está en lo escondido y ve solamente lo que se hace en lo escondido”. Esta frase refleja la importancia y valor que tiene para este hombre y para tantas y tantos, cada intento por rescatar lo que a simple vista no se ve. Realidades, hechos, millones de personas que sufren en carne propia las consecuencias de un “orden social-económico” que los excluye y explota, igual que a la tierra. Y a otro nivel lo sufrimos todas/os, también  las/os que nos cuesta vernos en ese lugar y reconocer a quienes luchan por cambiar esas estructuras, que muchas veces lo hacen en lo escondido, como es en este pequeño-gran lugar a orillas del Rio de Araguaia.

 

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