09 de Marzo de 2018
[Por: Néstor Raúl Juárez]
Desde mitad de Julio del 2017, por razones pastorales me trasladé a colaborar por un tiempo a la Catedral de Concepción, en la ciudad homónima distante a unos 75 km aproximadamente de San Miguel de Tucumán. Al estar en la ciudad cabecera de la Diócesis, y también la ciudad principal a nivel civil, es común que se encuentren concentrados varios servicios. Es por eso que de varios pueblos aledaños la población trae sus seres queridos fallecidos a las casas mortuorias de la ciudad. También se concentran los principales hospitales, sanatorios y servicios médicos en la ciudad. Siendo el cura que colabora en la Catedral uno sabe que va a tener muchas demandas para rezar responsos, más todas las exequias rituales correspondientes. Siempre antes de comenzar y de manera sutil, pregunto en qué circunstancias fue el deceso del difunto para no decir algo que no corresponda cuando al hablar intente llevar consuelo a los deudos del difunto. Noté enseguida que lo más común era por cáncer. Con cierta insistencia en el tipo intestinal. En ocasiones hasta tres exequias por semana por cáncer. Hasta una vez, el día que enterraban a un señor fallecido por cáncer su hija de menos de 35 años caía enferma también de cáncer de otro tipo y moría al mes de las exequias de su padre...
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