22 de Febrero de 2018
[Por: Pablo Richard]
Propongo una visión constructiva de lo que personalmente viví en Chile. Intento salvar dos interpretaciones diferentes. Una, más bien negativa, que afirma que el Papa Francisco en Chile no era el Papa que ya conocíamos. Otra más positiva, que interpreta la visita del Papa evaluando en forma positiva, contradicciones que el Papa tuvo que enfrentar en esos días.
El Papa visitó un Chile herido, con una Iglesia católica en general muy alejada del pueblo y muy presionada por la derecha católica. El Papa sin embargo encontró al pueblo en la calle: un millón doscientos mil vivieron su presencia, aunque fuera a la carrera. En contacto con grupos específicos encontró sólo unos 400 mil.
En un país con una economía de exclusión e iniquidad y una Iglesia jerárquica muy influenciada por ese sistema, el Papa no podía proclamar lo que fue su primer pensamiento: “no a una economía de la exclusión e iniquidad, esa economía mata“ (Exhortación apostólica Alegría del Evangelio). Tampoco podía compartir su primera encíclica “Laudato Si”. El Papa que conocimos en Chile, es el mismo Papa que ya conocíamos antes, pero ahora en visita a una sociedad donde se le construyó un campo de acción, político y eclesial, muy limitado.
Quizás fuimos nosotros los responsables que podíamos haber construido otro campo alternativo para el Papa, donde los sujetos fueran los movimientos sociales y las comunidades y movimientos cristianos populares y de base. Haciendo una comparación con el viaje del Papa en México y Colombia, faltó en Chile el contexto de un enfrentamiento con la situación política global, especialmente con la violencia. También lo que en Bolivia significó el encuentro del Papa con los Movimientos Sociales.
El Papa tuvo encuentros con grupos más específicos, donde pudo comunicarse como el Papa Francisco que hemos conocido. El encuentro más significativo fue su visita a la cárcel de mujeres, donde tendió sus manos, abrazó sus hijos y les dijo: “ustedes están privados de libertad, pero nunca pierdan su dignidad”. En Chile es la “pobreza la que se encarcela”. También visitó la tumba de San Alberto Hurtado, apóstol de los pobres en Chile. Tuvo un encuentro directo con un grupo muy numeroso jóvenes. También un encuentro con los agentes de pastoral en la Catedral.
En Chile el contexto trágico fue creado por el Padre Fernando Karadima, conocido por sus perversiones sexuales. Entre los discípulos de Karadima, varios fueron elegidos para para ser obispos. Uno de ellos fue el obispo de Osorno, Juan Barros, que fue acusado, no de violador, pero si de encubridor de esos crimines de Karadima. Fue molesto que el obispo Barros acompañara en todos sus viajes al Papa Francisco, como queriendo simular y hacer pública su inocencia.
El Papa dos veces dijo sentir dolor y vergüenza por los abusos sexuales de miembros jerárquicos de la Iglesia. Pero las víctimas pedían hechos concretos, por eso apelaron al Papa, el cual pidió evidencias de los abusos del obispo Barros, de lo contrario las denuncias serían calumnias. Esto hirió profundamente a las víctimas, tanto que el cardenal O.Malley, obispo de Boston, experto en estos asuntos, pidió al Papa usar palabras que no hicieran sufrir a las víctimas de estos abusos. En su conferencia de prensa en el avión, después de muchas aclaraciones, el Papa pidió perdón a los abusados.
Llegado al Vaticano el Papa Francisco interviene y envía al Arzobispo de Malta Charles Scicluna que se desplace a Santiago para recabar información y entrevistarse, entre otros, con las victimas de Karadima, quienes acusan al obispo Barros de encubrimiento de todas las perversiones ya conocidas. Es un buen comienzo, pero tiene que ir radicalmente hasta el final.
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.