Las Escrituras patriarcales hablan de lo femenino

13 de Febrero de 2018

[Por: Leonardo Boff | Texto en español, en portugués y en italiano]




En sus líneas básicas hay que reconocer que la tradición espiritual judeocristiana se expresa predominantemente en código patriarcal. El Dios del Primer Testamento (AT) es vivido como el Dios de los Padres, Abraham, Isaac y Jacob, y no como el Dios de Sara, de Rebeca y de Miriam. En el Segundo Testamento (NT), Dios es Padre de un Hijo único que se encarnó en la virgen María, sobre la cual el Espíritu Santo estableció una morada definitiva, cosa a la que la teología nunca dio especial atención, porque significa la asunción de María por el Espíritu Santo y de esta forma la coloca en el lado de lo Divino. Por eso se profesa que es Madre de Dios.

 

La Iglesia que se derivó de la herencia de Jesús está dirigida exclusivamente por hombres que detentan todos los medios de producción simbólica. La mujer durante siglos ha sido considerada como persona no-jurídica y hasta el día de hoy es excluida sistemáticamente de todas las decisiones del poder religioso. Una mujer puede ser madre de un sacerdote, de un obispo y hasta de un Papa, pero nunca podrá acceder a funciones sacerdotales. El hombre, en la figura de Jesús de Nazaret, fue divinizado, mientras la mujer se mantiene, según la teología común, como simple creatura, aunque en el caso de María haya sido Madre de Dios.

 

A pesar de toda esta concentración masculina y patriarcal, hay un texto del Génesis verdaderamente revolucionario, pues afirma la igualdad de los sexos y su origen divino. Se trata del relato sacerdotal (Priestercodex, escrito hacia el siglo VI-V a.C.). Ahí el autor afirma de forma contundente: “Dios creó la humanidad (Adam, en hebreo, que significa los hijos e hijas de la Tierra, derivado de adamah: tierra fértil) a su imagen y semejanza; hombre y mujer los creó”(Gn 1,27).

 

Como se deduce, aquí se afirma la igualdad fundamental de los sexos. Ambos anclan su origen en Dios mismo. Este solo puede ser conocido por la vía de la mujer y por la vía del hombre. Cualquier reducción de este equilibrio, distorsiona nuestro acceso a Dios y desnaturaliza nuestro conocimiento del ser humano, hombre y mujer.  

 

En  el Segundo Testamento (NT) encontramos en San Pablo la formulación de la igual dignidad de los sexos: “no hay hombre ni mujer, pues todos son uno en Cristo Jesús”(Gl 3,28). En otro lugar dice claramente: “en Cristo no hay mujer sin hombre ni hombre sin mujer; como es verdad que la mujer procede del hombre, también es verdad que el hombre procede de la mujer y todo viene de Dios”(1Cor 11,12).

 

Además de esto, la mujer no dejó de aparecer activamente en los textos fundadacionales. No podía ser diferente, pues siendo lo femenino estructural, siempre emerge de una u otra forma. Así en la historia de Israel surgieron mujeres políticamente activas como Miriam, Ester, Judit, Débora o antiheroínas como Dalila y Jezabel. Ana, Sara y Ruth serán siempre recordadas y honradas por el pueblo. Es inigualable el idilio, en un lenguaje altamente erótico, que rodea el amor entre el hombre y la mujer en el libro del Cantar de los Cantares.

 

A partir del siglo tercero a.C. la teología judaica elaboró una reflexión sobre la graciosidad de la creación y la elección del pueblo en la figura femenina de la divina Sofía (Sabiduría; cf. todo el libro de la Sabiduría y los diez primeros capítulos del libro de los Proverbios). Lo expresó bien la conocida teóloga feminista E. S. Fiorenza, “la divina Sofía es el Dios de Israel con figura de diosa”(Los orígenes cristianos a partir de la mujer, São Paulo 1992, p. 167).

 

Pero lo que penetró en el imaginario colectivo de la humanidad de forma devastadora fue el relato antifeminista de la creación de Eva (Gn 2, 21-25) y de la caída original (Gn 3,1-19). Literariamente el texto es tardío (en torno al año 1000 o 900 a.C). Según este relato la mujer es formada de la costilla de Adán que, al verla, exclama: “He aquí los huesos de mis huesos, la carne de mi carne; se llamará varona (ishá) porque fue sacada del varón (ish); por eso el varón dejará a su padre y a su madre para unirse a su varona, y los dos serán una sola carne” (Gn 2,23-25). 

 

El sentido originario buscaba mostrar la unidad hombre/mujer (ish-ishá) y fundamentar la monogamia. Sin embargo, esta comprensión, que en sí debería evitar la discriminación de la mujer, acabó por reforzarla. La anterioridad de Adán y la formación a partir de su costilla fue interpretada como superioridad masculina.

 

El relato de la caída aún es más contundentemente antifeminista: “Vio, pues, la mujer que el fruto de aquel árbol era bueno para comer... tomó del fruto y lo comió; se lo dio también a su marido y comió; inmediatamente se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos”(Gn 3,6-7). El relato quiere mostrar etiológicamente que el mal está del lado de la humanidad y no de Dios, pero articula esa idea de tal forma que revela el antifeminismo de la cultura vigente en aquel tiempo. En el fondo interpreta a la mujer como sexo débil, por eso ella cayó y sedujo al hombre. De aquí la razón de su sumisión histórica, ahora teológicamente (ideológicamente) justificada: “estarás bajo el poder de tu marido y él te dominará” (Gn 3,16). Para la cultura patriarcal Eva será la gran seductora y la fuente del mal. En el próximo artículo veremos cómo esta narrativa machista deformó una anterior, feminista, para reforzar la supremacía del hombre.

 

Jesús inaugura otro tipo de relación con la mujer, lo veremos también próximamente.

 

Leonardo Boff es teólogo y filósofo y ha escrito El rostro materno de Dios, Vozes 2005.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

 

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As Escrituras patriarcais falam do feminino

 

Fundamentalmente importa reconhecer que a tradição espiritual judaico-cristã vem expressa predominantemente no código patriarcal. O Deus do Primeiro Testamento (AT) é vivido como o Deus dos Pais, Abraão, Isaac e Jacó, e não como o Deus de Sara, de Rebeca e de Miriam. No Segundo Testamento (NT), Deus é Pai de um Filho único que se encarnou na virgem Maria, sobre a qual o Espírito Santo estabeleceu uma morada definitiva, coisa que a teologia nunca deu especial atenção, porque significa a assunção de Maria pelo Espírito Santo e desta forma colocando-a do lado do Divino. Por isso se professa que é Mãe de Deus.

 

A Igreja que se derivou da herança de Jesus é dirigida exclusivamente por homens que detém todos os meios de produção simbólica. A mulher foi considerada, por séculos, como não-persona jurídica e até hoje é excluída sistematicamente de todas as decisões do poder religioso. A mulher pode ser mãe de um sacerdote, de um bispo e até de um Papa, mas jamais poderá aceder a funções sacerdotais. O homem, na figura de Jesus de Nazaré, foi divinizado, enquanto, a mulher é mantida, segundo a teologia comum, como simples criatura, embora no caso de  Maria, seja feita  Mãe de Deus.

 

Apesar de toda esta concentração masculina e patriarcal, há um texto do Gênesis, verdadeiramente, revolucionário, pois afirma a igualdade dos sexos e sua origem divina. Trata-se do relato sacerdotal (Priesterkodex escrito por volta do século VI-V a.C.). Aí o autor afirma de forma contundente: “Deus criou a humanidade (adam em hebraico que significa os filhos e filhas da Terra, derivado de adamah: terra fértil) à sua imagem e semelhança e criou-os homem e mulher”(Gn 1,27).

 

Como se depreende, aqui se afirma a igualdade fundamental dos sexos. Ambos lançam sua origem em Deus mesmo. Este só pode ser conhecido pela via da mulher e pela via do homem. Qualquer redução deste equilíbrio, distorce nosso acesso a Deus e desnatura nosso conhecimento do ser humano, homem e mulher.

 

No Segundo Testamento (NT) encontramos em São Paulo a formulação da igual dignidade dos sexos: “não há homem nem mulher, pois todos são um em Cristo Jesus” (Gl 3,28). Num outro lugar, diz claramente: “em Cristo não há mulher sem homem nem homem sem mulher; como é verdade que a mulher procede do homem, é também verdade que o homem procede da mulher e tudo vem de Deus” (1Cor 11,12).

 

Além disso, a mulher não deixou de aparecer ativamente nos textos fundadores. Nem poderia ser diferente, pois sendo o feminino estrutural, ele sempre emerge de uma forma ou de outra. Assim na história de Israel surgiram mulheres politicamente ativas como Miriam, Ester, Judite, Débora ou as anti-heroínas como Dalila e Jezabel. Ana, Sara e Rute serão sempre lembradas honrosamente pelo povo. Inigualável é o idílio, numa linguagem altamente erótica, que cerca o amor entre o homem e a mulher no livro do Cântico dos Cânticos.

 

A partir do século terceiro a.C. a teologia judaica elaborou uma reflexão sobre a graciosidade da criação e da eleição do povo na figura feminina da divina Sofia (Sabedoria; cf. todo o livro da Sabedoria e os primeiros dez capítulos do livro dos Provérbios). Bem o expressou a conhecida teóloga feminista E. S. Fiorenza, “a divina Sofia é o Deus de Israel na figura da deusa”(As origens cristãs a partir da mulher, São Paulo 1992 p. 167).

 

Mas o que penetrou no imaginário coletivo da humanidade, de forma devastadora, é o relato anti-feminista da criação de Eva (Gn 1,18-25) e da queda original (Gn 3,1-19: literariamente o texto é tardio, por volta do ano 1000 ou 900 a.C). Segundo este relato, a mulher é formada da costela de Adão que, ao vê-la, exclama: “eis os ossos de meus ossos, a carne de minha carne; chamar-se-á varoa (ishá) porque foi tirada do varão (ish); por isso o varão deixará pai e mãe para se unir à sua varoa: e os dois serão uma só carne” (Gn 2,23-25). O sentido originário visava mostrar a unidade homem/mulher (ish-ishá) e fundamentar a monogamia. Entretanto, esta compreensão que em si deveria evitar a discriminação da mulher, acabou por reforçá-la. A anterioridade de Adão e a formação a partir de sua costela foi interpretada como superioridade masculina.

 

O relato da queda é mais contundentemente anti-feminista: “Viu, pois,  a mulher que o fruto daquela árvore era bom para comer, tomou do  fruto e o comeu; deu-o também a seu marido e comeu; imediatamente se lhes abriram os olhos e se deram conta de que estavam nus” (Gn 3,6-7). O relato quer etiologicamente mostrar que o mal está do lado da humanidade e não do lado de Deus. Mas articula essa ideia de tal forma que trai o antifeminismo da cultura vigente naquele tempo. No fundo interpretará a mulher como sexo fraco, por isso ela caiu e seduziu o homem. Daí a razão de sua submissão histórica, agora teologicamente (ideologicamente) justificada: “estarás sob o poder de teu marido e ele te dominará” (Gn 3,16). Eva será para a cultura patriarcal a grande sedutora e a fonte do mal. No próximo artigo veremos como essa narrativa masculinista distorceu uma anterior, feminista, para reforçar a supremacia do homem.

 

Jesus inaugura outro tipo de relação para com a mulher, o que veremos também proximamente.

 

Leonardo Boff é teólogo e filósofo e escreveu O rosto materno de Deus, Vozes 2005.

 

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Scritture patriarcali parlano del femminino

 

E’ necessario riconoscere che la tradizione spirituale giudaico-cristiana viene espressa prevalentemente nel codice patriarcale. Il Dio del Primo Testamento (AT) è vissuto come il Dio dei Padri, Abramo, Isacco e Giacobbe e non come il Dio di Sara, di Rebecca e di Miriam. Nel Secondo Testamento (NT) Dio è il Padre di un Figlio unico, che si è incarnato nella vergine Maria esopra di lei lo Spirito Santo ha stabilito una dimora definitiva. A questa cosa la teologia non ha mai dato particolare attenzione, perché significa l’assunzione di Maria per mezzo dello Spirito Santo e, in tal forma, viene messa a fianco del Divino. Perciò professiamo che è Madre di Dio.

 

La chiesa scaturita dall’eredità lasciata da Gesù è diretta esclusivamente da uomini che detengono tutti i poteri di produzione simbolica. La donna è stata considerata per secoli, come una non-persona giuridica e fino ad oggi vienesistematicamente esclusa da tutte le decisioni del potere religioso. La donna può essere madre di un sacerdote, di un vescovo e addirittura di un papa, ma mai potrà accedere a funzioni sacerdotali. L’uomo, nella figura di Gesù di Nazaret fu divinizzato, mentre la donna viene stimata secondo la teologia comune, semplice creatura, benché nel caso di Maria siastata fatta Madre di Dio.

 

Nonostante questo concentrato di maschile e patriarcale, c’è un testo della Genesi rivoluzionario sul serio, perché afferma l’eguaglianza dei sessi e la loro origine divina. Si tratta della versione Sacerdotale (Priesterkodex, scritto verso il secolo VI-V sec. a.C.). Lì l’autore afferma in tono perentorio: “Dio ha creato l’umanità (adam, in ebraico, significa figli e figlie della Terra, e a sua volta proviene da ‘adamah’, terra fertile) a sua immagine e somiglianza e li creò uomo e donna” (Gn 1,27).

 

Come si capisce facilmente, qui si afferma l’uguaglianza fondamentale dei sessi. Tutti e due ripongono la loro origine in Dio stesso, che può essere conosciuto attraverso la donna e attraverso l’uomo. Qualsiasi riduzione di questo equilibrio distorce il nostro accesso a Dio e snatura la nostra conoscenza dell’essere umano, uomo e donna.

 

Nel Secondo Testamento (NT), troviamo in San Paolo la formulazione dell’ uguale dignità dei sessi: “non c’è né uomo né donna, perché sono ‘uno’ in Cristo Gesù” (Gal. 3,28). In un altro passo dice chiaramente: “In Cristo non c’è né donna senza uomo né uomo senza donna; come è vero che la donna procede dall’uomo, è anche vero che l’uomo procede dalla donna e tutto viene da Dio” (1Co, 11-12). 

 

Oltre a questo, le donne non smisero di apparire attivamente nei testi fondanti. Né poteva essere diversamente, perché essendo il femminile strutturale, in unaforma o in un’altra emerge sempre. È così che nella storia di Israele entrano in scena donne politicamente attive come Miriam, Ester, Giuditta, Debora oppure antieroine come Dalila, Jezabel, Anna, Sara e Ruth saranno sempre ricordate e onorate dal popolo. Ineguagliabile l’idillio, il Cantico dei Cantici, che in linguaggio altamente erotico, descrive l’amore tra uomo e donna.

 

A partire dal secolo terzo a.C., la teologia giudaica elaborò una riflessionesulla gratuità della creazione e dell’elezione del popolo nella figura femminile della divina Sapienza (Sapienza; cf l’intero libro della Sapienza e i primi dieci capitoli del libro dei Proverbi). Bene lo ha espresso la nota teologa femminista E.S. Fiorenza “La divina Sapienza è il Dio di Israele immaginato come dea” (In memoria di lei. Una ricostruzione femminista delle origini cristiane, São Paulo, 1992, p.167).

 

Ma quello che è penetrato nell’immaginario collettivo dell’umanità in forma devastante è il racconto anti-femminista della creazione di Eva (Gn 2,18-25) e della caduta originale (Gn 3,1-19 : letterariamente il testo è tardivo (verso il 1000 o 900 a.C). Secondo questa narrazione, la donna è stata formata da una costola dell’uomo, che al vederla, esclama: “Ecco l’osso delle mie ossa e carne della mia carne; si chiamerà virago (ishà) perché è stata tratta dall’uomo (ish); per questo l’uomo lascerà padre e madre per unirsi alla sua donna e i due saranno una sola carne” (Gn 2,23-25). Il senso originario intendeva mostrare l’unità uomo-donna (Ish-ishà) e dare un fondamento alla monogamia. Insomma questo concetto che in sé avrebbe dovutoevitare la discriminazione della donna, finiva per rinforzarla. L’anteriorità di Adamo e la formazione della donna a partire da una costola di ish è stata interpretata come superiorità del maschio.

 

Il racconto della caduta è antifemminista in modo anche più urtante: “Allora la donna vide che il frutto di quell’albero era buono da mangiare… prese il frutto e mangiò; lo diede anche a suo marito che mangiò; immediatamente le si aprirono gli occhi e si resero conto che erano nudi” (Gn 3,6-7). Pretende mostrare eziologicamente che il male sta dalla parte dell’umanità e non dalla parte di Dio. Ma sviluppa l’idea in tal modo che comporta l’antifemminismo della cultura vigente in quel tempo. In fondo, interpreterà la donna come sesso debole: per questo cadde lei e sedusse anche l’uomo. Da qui la ragione della sua sottomissione storica, ora teologicamente (ideologicamente) giustificata: “Starai sotto il potere di tuo marito e lui ti dominerà” (Gn 3,16). Eva sarà per la cultura patriarcale la grande seduttrice, la fonte del male.

 

In un prossimo articolo vedremo come questa narrazione maschilista ne ha distorto una anteriore, femminista, per consolidare la supremazia dell’uomo.

 

Gesù inaugura un altro tipo di relazione con la donna, cosa che vedremo prossimamente.

 

*Leonardo Boff è teologo e filosofo e ha scritto: Il volto materno di Dio,Cittadella Editrice 2006; O rosto materno de Deus, Vozes 2005. 

 

Traduzione di Romano Baraglia e Lidia Arato

 

Imagem: https://esthermuslima.files.wordpress.com/2009/11/2357536369_small_1.jpg 

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