04 de Febrero de 2018
[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]
El presente texto quiere ser una pequeña contribución al debate sobre lo femenino, tan deformado por la cultura patriarcal dominante. De entrada afirmamos ya: lo femenino vino primero. Veamos cómo surgió en el proceso de la sexogénesis. Son varias etapas.
La vida existe en la Tierra hace 3,8 mil millones de años. El antepasado común a todos los vivientes fue probablemente una bacteria unicelular sin núcleo que se multiplicaba arrolladoramente por división interna. Esto duró cerca de mil millones de años.
Hace dos mil millones de años surgió una célula con membrana y dos núcleos, dentro de los cuales se encontraban los cromosomas. En ella se identifica el origen del sexo. Cuando ocurría el intercambio de núcleos entre dos células binucleadas se generaba un solo núcleo con los cromosomas en pares. Antes, las células se subdividían, ahora se da el intercambio entre dos diferentes con sus núcleos. La célula se reproduce sexualmente a partir del encuentro con otra célula. Se revela así la simbiosis ?composición de diferentes elementos? que junto con la selección natural representa la fuerza más importante de la evolución. Este hecho tiene consecuencias filosóficas: la vida está tejida más de intercambios, de cooperación y simbiosis que de la lucha competitiva por la supervivencia.
En los primeros dos mil millones de años, en los océanos de donde irrumpió la vida no existían órganos sexuales específicos. Había allí una existencia femenina generalizada, que en el gran útero de los océanos, lagos y ríos, generaba vidas. En ese sentido podemos decir que el principio femenino es primero y originario.
Sólo cuando los seres vivos dejaron el mar, fue surgiendo lentamente el pene, algo masculino, que tocando la célula le pasaba a ella parte de su ADN, donde están los genes.
Con la aparición de los vertebrados hace 370 millones de años los reptiles crearon el huevo amniótico lleno de nutrientes y consolidaron la vida en tierra firme. Con la aparición de los mamíferos hace unos 125 millones de años surgió ya una sexualidad definida de macho y hembra. Con ellos emerge entonces el cuidado, el amor y la protección de la cría. Hace 70 millones de años apareció nuestro ancestro mamífero que vivía en la copa de los árboles, alimentándose de brotes y de flores. Al desaparecer los dinosaurios hace 67 millones de años pudieron bajar al suelo y desarrollarse llegando hasta el día de hoy.
Existe también el sexo genético-celular humano que presenta el siguiente cuadro: la mujer se caracteriza por 22 pares de cromosomas somáticos más dos cromosomas X (XX). El hombre posee también 22 pares, más un cromosoma X y otro Y (XY). De aquí se deduce que el sexo de base es femenino (XX), siendo el masculino (XY) una derivación suya por un solo cromosoma (Y). Por lo tanto no hay un sexo absoluto, sólo uno dominante. En cada uno de nosotros, hombres y mujeres, existe “un segundo sexo”.
En lo que refiere al sexo genital-gonadal es importante recordar que en las primeras semanas el embrión se presenta indiferenciado, es decir, posee ambas posibilidades sexuales, femenina o masculina. A partir de la octava semana, si un cromosoma masculino Y penetró en el óvulo femenino, la definición sexual será masculina. Si no ocurrió esto es porque el espermatozoide era X y entonces prevalece la base común femenina. En términos de sexo genital-gonadal podemos decir: el camino femenino es primordial. La diferenciación se da a partir de lo femenino, lo que desautoriza el fantasioso “principio de Adán”. La ruta de lo masculino es una modificación de la matriz femenina, debido a la secreción de andrógeno por los testículos.
Por último, existe todavía el sexo hormonal. Todas las glándulas sexuales en el hombre y en la mujer están gobernadas por la hipófisis, sexualmente neutra y por el hipotálamo, que es sexuado. Estas glándulas segregan en el hombre y en la mujer dos hormonas: el andrógeno (masculina) y el estrógeno (femenina), responsables de las características secundarias de la sexualidad. El predominio de una u otra hormona producirá una configuración y un comportamiento con características femeninas o masculinas. Si en el hombre hay una impregnación mayor de estrógeno, tendrá algunos rasgos femeninos; lo mismo se da en la mujer con referencia al andrógeno.
Es importante señalar que la sexualidad tiene una dimensión ontológica. El ser humano no tiene sexo; es sexuado en todas sus dimensiones, corporales, mentales y espirituales. Hasta la emergencia de la sexualidad el mundo es de los mismos y de los idénticos. Con la sexualidad surge la diferenciación mediante el intercambio entre diferentes. Son diferentes para poder interrelacionarse y establecer lazos de convivencia. Es lo que ocurre con la sexualidad humana: cada uno, además de la fuerza instintiva que siente en sí, siente también la necesidad de canalizar y sublimar tal fuerza. Quiere amar y ser amado, no por imposición sino por libertad. La sexualidad aflora en el amor, la fuerza más poderosa “que mueve el cielo y las estrellas” (Dante) y también nuestros corazones. Es la suprema realización que el ser humano puede anhelar. Pero retengamos: lo femenino vino primero y es la base.
*Leonardo Boff escribió “El proceso de la sexogénesis” en Femenino y Masculino con Rose Marie Muraro, Record 2010.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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O feminino veio primeiro
O presente texto quer ser uma pequena contribuição ao debate sobre o feminino tão distorcido pela cultura patriarcal dominante. De saída já afirmamos: o feminino veio primeiro. Vejamos como surgiu no processo da sexogênese. Várias são as etapas.
A vida já existe na terra, há 3,8 bilhões de anos. O antepassado comum de todos os viventes foi provavelmente uma bactéria unicelular, sem núcleo, que se multiplicava espantosamente por divisão interna. Isso durou cerca de um bilhão de anos.
Há dois bilhões de anos, surgiu uma célula com membrana e dois núcleos, dentro dos quais se encontravam os cromossomos. Nela se identifica a origem do sexo. Quando ocorria a troca de núcleos entre duas células binucleadas, gerava-se um único núcleo com os cromossomos em pares. Antes, as células se subdividiam, agora se dá a troca entre duas diferentes com seus núcleos. A célula se reproduz sexualmente a partir do encontro com outra célula. Revela-se assim a simbiose – composição de diferentes elementos – que junto com a seleção natural representa a força mais importante da evolução. Tal fato tem consequências filosóficas: a vida é tecida mais de trocas, de cooperação e simbiose do que da luta competitiva pela sobrevivência.
Nos dois primeiros bilhões de anos, nos oceanos de onde irrompeu a vida, não existiam órgãos sexuais específicos. Existia uma existência feminina generalizada que no grande utero dos oceanos, lagos e rios, gerava vidas. Nesse sentido podemos dizer que o princípio feminino é primeiro e originário.
Só quando os seres vivos deixaram o mar, lentamente foi surgindo o pênis, algo masculino, que tocando a célula passava a ela parte de seu DNA, onde estão os genes.
Com o aparecimento dos vertebrados há 370 milhões de anos com os répteis, estes criaram o ovo amniótico cheio de nutrientes e consolidaram a vida em terra firme. Com o aparecimento dos mamíferos há cerca de 125 milhões de anos já surgiu uma sexualidade definida de macho e fêmea. Aí emerge o cuidado, o amor e a proteção da cria. Há 70 milhões de anos apareceu o nosso ancestral mamífero que vivia na copa das árvores, nutrindo-se de brotos e de flores. Com o desaparecimento dos dinossauros há 67 milhões de anos, puderam ganhar o chão e se desenvolver chegando aos dias de hoje.
Há ainda o sexo genético-celular humano que apresenta o seguinte quadro: a mulher se caracteriza por 22 pares de cromossomos somáticos mais dois cromossomos X (XX). O do homem possui também 22 pares, mas com apenas um cromossomo X e outro Y (XY). Daí se depreende que o sexo-base é feminino (XX) sendo que o masculino (XY) representa uma derivação dele por um único cromossomo (Y). Portanto, não há um sexo absoluto, apenas um dominante. Em cada um de nós, homens e mulheres, existe “um segundo sexo”.
Ainda com referência ao sexo genital-gonodal importa reter que nas primeiras semanas, o embrião apresenta-se andrógino, vale dizer, possui ambas as possibilidades sexuais, feminina ou masculina. A partir da oitava semana, se um cromossomo masculino Y penetrar no óvulo feminino, mediante o hormônio androgênio a definição sexual será masculina. Se nada ocorrer, prevalece a base comum, feminina. Em termos do sexo genital-gonodal podemos dizer: o caminho feminino é primordial. A partir do feminino se dá a diferenciação, o que desautoriza o fantasioso “princípio de Adão”. A rota do masculino é uma modificação da matriz feminina, por causa da secreção do androgêni pelos testículos.
Por fim existe ainda o sexo hormonal. Todas as glândulas sexuais no homem e na mulher são comandadas pela hipófise, sexualmente neutra e pelo hipotálamo que é sexuado. Estas glândulas secretam no homem e na mulher os dois hormônios: o andogênio (masculino) e o estrogênio (feminino). São responsáveis pelas características secundárias da sexualidade. A predominância de um ou de outro hormônio, produzirá uma configuração e um comportamento com características femininas ou masculinas. Se no homem houver uma impregnação maior do estrogênio, terá alguns traços femininos; o mesmo se dá com a mulher com referência ao androgênio.
Importa ainda dizer que a sexualidade possui uma dimensão ontologica. O ser humano não possui sexo. Ele é sexuado em todas as suas dimensões, corporais, mentais e espirituais. Até a emergência da sexualidade o mundo é dos mesmos e dos idênticos. Com a sexualidade emerge a diferenciação pela troca entre diferentes. São diferentes para poderem se inter-relacionar e estabelecer laços de convivência. É o que ocorre com a sexualidade humana: cada um, além da força instintiva que sente em si, sente também a necessidade de canalizar e sublimar tal força. Quer amar e ser amado, não por imposição mas por liberdade. A sexualidade desabrocha no amor, a força mais ponderosa “que move o céu e as estrelas”(Dante) e também nossos corações. É a suprema realização que o ser humano pode almejar. Mas retenhamos: o feminino veio primeiro e é básico.
Leonardo Boff escreveu “O processo da sexogênese” em Feminino e masculio com Rose Marie Muraro, Record 2010.
Imagem: https://nomadecosmico.files.wordpress.com/2013/08/pachamama.jpg
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