19 de Enero de 2018
[Por: Marcelo Barros]
Ese es el tema del 14º Encuentro brasileño de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que en esa semana (del martes 23 al sábado 27) va reunirse en Londrina, Paraná.
En muchos ambientes, cuando se oye hablar de "Comunidades Eclesiales de Base ", mucha gente comprende que se trata de un nuevo modo de ser Iglesia. En algunas regiones de Nuestra América, las comunidades eclesiales de base surgieron en la segunda mitad de los años 60. Hasta entonces, cuando se hablaba de Iglesia, casi siempre, se pensaba sólo en la jerarquía (sacerdotes y obispos). Fue el Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII, en Roma (de 1962 a 1965), que afirmó: “La Iglesia es el pueblo de Dios reunido en comunidad, por la acción del Espíritu Santo”.
Fue con la intención de dar más valor y visibilidad a las pequeñas comunidades que, desde los años 60, en varias diócesis, nacieron las Comunidades Eclesiales de Base. Antes, existían capillas rurales, grupos de parroquias y asociaciones de laicos. Las CEBs han surgido con vocación propia: unir la fe con la vida concreta de la gente y con las luchas sociales.
Un elemento importante para fortalecer el camino de las CEBs ha sido la lectura comunitaria de la Biblia, hecha en círculos bíblicos. Allí, los grupos descubren una Palabra de Dios para animar sus luchas y el compromiso de transformar el mundo.
El 14º encuentro en Londrina celebra la resistencia evangélica y quiere profundizar el desafío de la cultura y de la realidad urbanas para las comunidades, casi siempre, situadas en las periferias, ambientes inseguros y, muchas veces, violentos. En ese contexto, las CEBs tienen que convertirse en laboratorios de solidaridad y de lucha en común por los derechos de los pobres y por el acceso a la vivienda, al agua y al conocimiento, bienes que deben ser garantizados para toda humanidad.
Es urgente crear, en nuestras ciudades, una civilización ecológicamente sostenible y basada en la paz, la justicia y la comunión con la Tierra, el Agua y toda la naturaleza que nos rodea en una verdadera comunidad de la vida. A partir de esa misión, hay que renovar el modo de expresar la fe y de convivir como hermanos y hermanas de toda humanidad. Esto hace que los cristianos superen una concepción de Iglesia volcada sobre sí misma hacia el camino propuesto por Jesús.
Hace 50 años, en Medellín, Colombia, los obispos latinoamericanos afirmaron: "Que se presente cada vez más nítido, en América Latina, el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo el poder temporal y comprometida con la liberación de cada ser humano y de toda la humanidad "(Medellín 5, 15).
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