El entramado bendito detrás del grito descolonizador

09 de Enero de 2018

[Por: Francisco José Bosch]




[Luego de haber repasado en 4 entrada el tema del oficio, lxs sujetxs de la teología y el método, comenzamos ahora a presentar ‘Las crónicas desde la grieta’. Se trata de Buenas Nuevas que vamos tejiendo en las comunidades. Sea esta entrada un introducción con forma de parábola y una mini-crónica como probadita de lo que se viene].

 

Contar los milagros que acontecen por lo bajo es una tarea delicada, peligrosa y apasionante. Quizás porque no alcanzarían ni todos los blogs del ciber espacio para contar como Dios cuida a las comunidades de NuestrAmérica. Pero también porque no somos cazadores de historias, sino tejedores comunitarios de una voz colectiva. 

 

La pasión la seguimos cultivando en las mingas que hemos compartido a lo largo de todo el 2017 (y continuaremos este año). Talleres de construcción colectiva de saberes, sentires y pensares. La tarea es grande y urgente: sentir-pensar juntxs los gritos que pueblan nuestras comunidades

 

Detrás de los gritos sagrados de cada rincón de NuestrAmérica se encuentra el entramado bendito de una fe nuestra. El rostro de Dios de cada comunidad será delineado desde sus voces, en las tensiones de su cotidiano y sus ansias de eternidad. En esa danza de mingas, surgió una parábola que quiere ser ‘el hilo conductor’ de todas las crónicas que iremos compartiendo en este blog de las mingas de teología popular con las CEBS: 

 

La divina mezcla que combina los hilos de la urdimbre con la trama que la cruza y termina por formar un tejido. Divina danza entramadora que da forma a un tejido que cuenta nuestras historias sin esconder la complejidad de cada hilo. La urdimbre parece estructurada, condensa la raíz, la Tradición (con T grande) que nos une en causa y lucha a los creyentes de todos los tiempos. La trama es la forma que cada comunidad de NuestrAmérica descubre el milagro de ese paso de Dios por su territorio.  De esta práctica ancestral del ser humano, nace un sinfín de rostros de Dios tejidos por nuestro pueblo. 

 

Escuchar-nos en comunidad, volver a mirarnos a los ojos y tocarnos, encontrarnos con los hilos fundamentales de nuestra fe en la realidad y desde allí narrar los milagros de cómo la vida vence a la muerte, en cada encrucijada cotidiana. Este bello camino quizás nos ‘sujete’ a la esperanza de las comunidades, al más hermoso sujeto de la teología. 

 

PD: Para muestra una anécdota de estos días de movilización en Argentina (o sobre dónde ponemos la mirada)

 

Diciembre fue todo un mes de movilización en Argentina. El gobierno es coherente en su decisión de recortar por la parte más delgada del entramado: lxs jubiladxs y lxs empobrecidxs de la patria. En una de las marchas que se realizaron, el 14 de diciembre, mientras en Buenos Aires se producía una represión brutal de la gendarmería, en Mar del Plata tuve una complicidad militante reveladora: 

 

Una niña de 10 años saca un cartel. Es de esos que todos hicimos en la escuela: se raya con crayolas, se pinta encima con tinta china y luego con un punzón se escribe arriba. El cartel tiene una demanda crucial para estos días agitados en Argentina: 'Quiero un helado'. Ambicioso para tiempos de hambre planificado pero al mismo tiempo austero, a fin de cuentas se trata de UN helado.

 

Ella pasa a mi lado sosteniendo el cartel, la miro con la complicidad de ser compañeros de causa y de gustos, y le susurro entre el sonido de los tambores, un 'yo también quiero'. Ella me responde con una sonrisita.

 

Sin deshacer la sonrisa sigue caminando con su mami y se pierde entre la gente. A los 15 minutos vuelve a aparecer de entre la muchedumbre, me toca la espalda (no me llegaba a tocar el hombro) y me dice: 'No conseguí'. Tenía cara de que habíamos perdido un capítulo de esta lucha, pero no estábamos derrotados. Tenía cara de que vale la pena seguir buscando...

 

No sé su nombre, pero le pedí una foto y me respondió con esta sonrisa cómplice.

Gracias a la calle por enseñarnos a ser hermanos.

 

 

Pie de imagen: Acompaña esta entrada la complicidad hecha sonrisa en las calles de Mar del Plata.

 

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