Los vínculos necesarios

03 de Enero de 2018

[Por: Sofía Chipana Quispe]




 

Estas palabras están cubiertas de las energías colectivas que se ofrecen paz, bien, amor, de solidaridades compartidas, en este tiempo de fiesta extendida de la navidad, de fin e inicio de año que recorre diversos territorios, y toca las puertas de la humanidad, que se abre para ofrecer algo de sí. Aunque en estos últimos tiempos está relacionado con el mercado que ha permeado en ese espíritu ofreciendo la “felicidad” a través de un objeto consumido, sin embargo, la fuerza de los buenos deseos no pasa desapercibida. 

 

Desde los caminos de la vida, se oye, se ve y se siente cómo las energías de este tiempo movilizan a grupos humanos en las ciudades y los pueblos más alejados, distribuyendo regalos, ofreciendo comida; algunos/as guiadas/os por la buena voluntad de compartir, en cambio otros/as pidiendo algo a cambio. 

 

Se trata de un tiempo en el que el mundo adultocéntrico, busca darle un pequeño espacio a las/os niñas/os, o aquellos/as que se asemejan a sus realidades. Desde el vínculo con la fuerza de un niño que se hace presente desde la tradición del cristianismo, que narra el nacimiento del Mesías, de alguien esperado que es parte de la fuerza esperanzadora de un pueblo que busca un cambio a su situación, un ser que fortalece las resistencias ante los sistemas que amenazan la vida, presentado desde la realidad vulnerable de un recién nacido. 

 

Figura que no es nueva, ya que en muchas culturas en medio del adultocentrismo que las acompaña, descubrieron en niños/as la presencia y los mensajes de las fuerzas de la vida. Abya Yala tiene una rica tradición de niños parecidos a los que se los asoció por la influencia del cristianismo con el niño Jesús, por lo tanto definió su sexualidad; mientras que en muchas culturas los/as niños/as no son considerados como seres sexuados, aunque haya una distinción en sus genitales, por ejemplo en el mundo andino, todas/os son wawitas porque están vinculadas aún con las fuerzas del cosmos. Sin embargo, habrá que profundizar en sus sentidos.

 

Desde mis diversas travesías, debo reconocer que las/os niñas/os, traen sus propios mensajes y las/os adultas/os estamos con la obligación de ayudarlos a reconocer el propósito para los que llegaron al cosmos, pero lamentablemente eso es lo que menos se hace, ya que esos pequeños cuerpos muy pronto se convierten en propiedad de los padres y madres, por lo que evoco las palabras sabias del poeta Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen”

 

Desde que los adultos empezaron a cooptar sus vidas, se hicieron objetos, por ello encontramos situaciones de explotación y esclavitud infantil, que en nuestros contextos se convierten en objetos de consumo, desde la prostitución infantil y el tráfico de órganos, pues cada día nos encontramos con anuncios de niñas/os desaparecidas/os; o paradójicamente los hogares no son los espacios que protegen, por ello encontramos a niños/as viviendo por las calles, ya que con todos sus riesgos es más “segura” que sus hogares. Realmente estamos ante realidades de un mundo adulto que no protege y cuida a los pequeños brotes humanos, como si nos olvidáramos que fuimos niñas/os.  

 

Si bien todas/os las/os pequeñas/os son vulnerables, pero la realidad de las/os niñas/os que nacen en los hogares empobrecidos, en los que nacen muchos, como decía una mujer, como si “se tratara de una maldición para las mujeres”, se encuentran mucho más desprotegidos/as, ya que su presencia misma, no generan ternura, sino miedo. 

 

Eso lo aprendí en la gran ciudad de Lima, donde los “pirañas”, niños/as que se dedicaban a robar por mucho tiempo fueron parte de la inseguridad ciudadana, aunque hayan sido presa de adultos extorsionadores que los hacían delinquir, a cambio de una supuesta “seguridad”. ¡Dolorosa situación! También estoy evocando la triste situación de los/as “polillas”, niños/as y adolescentes consumidoras/es de droga sintética, que circulan por las calles de Cochabamba (Bolivia), y para adquirir su vicio tienen que robar o prostituirse. Así cada una/o, desde sus diversos territorios puede ubicar la realidad que viven sus niñas y niños, pero también vale la pena preguntarse sobre el sinsentido que están viviendo muchos/as niños/as de las supuestas “familias bien constituidas” que piensan que dándoles todos los bienes materiales es suficiente. 

 

Sentir la fuerza que nos transmite este tiempo me lleva a preguntarme sobre el desafío de vincularnos con esa realidad, la infancia, ya que no es una etapa en el ciclo de la vida transitoria, sino que es la fase de la constitución de la vida misma, sobre las que edificamos nuestro ser, por lo tanto un tiempo sumamente importante y que nos habita. Por lo que será importante rescatar las sabidurías que nos conectan con esa etapa, que sin duda hemos olvidado, al asumir los partos en las frías salas de los hospitales que nos alejaron de la conexión con el cosmos, el tiempo y espacio que nos acogieron en nuestra llegada y que son constitutivos. Hay muchísimas ritualidades que tendríamos que rescatar para hacer las conexiones necesarias que ayudarían a encaminar la vida. Así como narra Tolba Phanem1:

 

Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño.

Ellas saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás.

Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción.

 

Qué bueno sería que en cada etapa de nuestras vidas recordemos las melodías de los cantos sagrados que nos ofrecieron, o nos vinculemos con los espacios en los que depositaron nuestros ombligos, o los árboles a los que fuimos encomendados/as, o conectarnos con las fuerzas de los otros seres que nos asignaron para que podamos recibir la fuerza de su espíritu, y otros rituales, a fin de que en los caminares humanos vayamos reorientando nuestras razones de ser y estar en el cosmos. Memoria necesaria para transmitir la fuerza necesaria a las/os niñas/os que llegan a la comunidad humana, y vincularlas/os con las sabidurías de los rituales profundos que sostienen la vida, ya que sus sabidurías no son sólo receptoras, sino de plenas conexiones con las memorias que habitan en los diversos espacios de sus cuerpos. 

 

Agradecemos a este tiempo que nos ofrece la oportunidad de no sólo quedarnos con la exterioridad, sino de entrar a las profundidades de nuestro ser desde la que podamos reorientar nuestros caminos y seguir cuidando la vida de las/os pequeños/as, no sólo propiciando un espacio habitable, sino que podamos encaminar niños/as con la sensibilidad de las conexiones profundas que requerimos hoy para seguir por los caminos del cuidado mutuo, como dice la canción de Guarda Barranco:

 

Por un mundo más justo para las/os niñas/os, amasaremos pan de tierra y flores compartidos.

Por un mundo alegre para los niños, convertiremos armas en cuadernos y acuarelas.

Por un mundo libre para las niñas trabajaremos con un solo corazón unido.

Por un mundo digno para las/os niñas/os, mi cariño les aliño, no me olvido que fui niño/a.

 

Citas

 

1 http://onadauradaentrena.com/la-cancion-las-almas-cuento-africano

 

 

 

Imagen: http://www.photo-andes.com/Fichiers_communs/Photos/Photos/20/Popups/20090124192638.jpg 

 

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