11 de Diciembre de 2017
[Por: Juan Manuel Hurtado López]
“Es preciso llevar el sufrimiento para que éste pase”.
Dietrich Bonhoeffer
A finales de los años 70s se pasó por televisión en Alemania una serie en cuatro partes, titulada “Holocausto”. Y se refería, como todos sabemos, al exterminio de seis millones de judíos a manos del régimen nazi de Adolfo Hitler. En Alemania causó estremecimiento en la población que, a 30 años de aquella tragedia, se preguntaba cómo pudo ocurrir tal barbarie contra un pueblo.
En los seminarios y mesas redondas que se realizaron a raíz de ese impacto, los teólogos y filósofos lanzaban preguntas profundas: Al judaísmo: ¿Dónde estaba Yahvé, el Dios de nuestros Padres, el libertador de la esclavitud de Egipto, mientras seis millones de sus hijos eran conducidos al exterminio? Al cristianismo: ¿Qué vivían de éste los cristianos de esa época? ¿Cómo se entiende ahí el papel de la Iglesia como auténtica portadora del cristianismo que históricamente no fue capaz de salvar todas esas vidas humanas? Al ateísmo: ¿Si Dios no existe, dónde estaba entonces el hombre?
Varios teólogos se han encargado de profundizar en el tema, como Dorothee Sölle, Dietrich Bonhoeffer y Johann Baptist Metz. Metz tiene el reconocido libro “Dios después de Auschwitz”, donde hace notar que el concepto de Dios nada tiene que ver con el dios omnipotente, invisible; el dios de la especulación metafísica. Y sobre todo, Metz tiene el invaluable aporte en su libro “Memoria passionis”, en el que profundiza en el Dios de Jesucristo como el Dios de la compasión y que ésa es su principal característica bíblica y teológica.
Esto viene a cuento por una situación concreta de dolor en comunidades indígenas desplazadas en la montaña, como consecuencia de un problema de límite de tierras surgido entre dos Municipios, causado en gran parte por una mala administración del Estado mexicano a través de la Secretaría de la Reforma Agraria.
Más allá de los acuerdos legales realizados, de representantes de gobierno, de mesas de diálogo, la pregunta salta a la vista: ¿Quién se hace cargo del dolor? ¿Quién se hace cargo de las lágrimas de los niños, de la tristeza de los ancianos, del hambre que muerde el estómago porque no hay comida, de la falta de esperanza que se lee en los ojos de los jóvenes y personas adultas al no encontrar respuestas y no descubrir al frente un camino de solución de un problema que lleva ya 44 años?
Y en nuestra sociedad pasa lo mismo ¿Quién se hace cargo del dolor? Alguien que ha ahondado en el dolor y en la injusticia que sufren las víctimas ha sido René Girard, filósofo y analista social francés. Ha desarrollado varias obras en las que profundiza el tema, sobre todo en “El chivo expiatorio” y en “Ví caer a Satán como un rayo”. Él recurre a la figura del “chivo expiatorio” para explicar la violencia ejercida injustamente sobre la víctima inocente.
Cuando hay un gran problema en la comunidad, se busca un culpable de ese mal. Y pronto se encuentra: un jorobado, un pordiosero andrajoso, un curandero. Y se le culpabiliza del mal que está aconteciendo en la comunidad, por lo que se le elimina, creyendo así que todo está resuelto y luego viene la paz. Ésa es la figura del “chivo expiatorio”.
Y la solución a este problema, Girard la encuentra en la víctima no resentida sobre la que se cargan todas las culpas de la comunidad; y ésta víctima no resentida, en el parecer de Girard, es Jesucristo crucificado. Él carga con el dolor y con la injusticia y deja que su aguijón se clave en su carne. Ahí pierde la violencia toda su fuerza y es anulada su repetición, cosa que por el contrario sí ocurre en nuestra sociedad violenta e injusta.
Metz ya había cuestionado a la sociedad burguesa occidental esa capacidad de olvido de las víctimas. “¿Quién se hace cargo de los muertos, preguntaba él?” Y proponía leer la historia y la realidad no sólo en clave evolutiva del tiempo lineal –donde siempre sobresalen los vencedores pero nunca aparecen los vencidos– sino también leerla en clave apocalíptica y responsabilizarse de las fracturas de la historia, de sus fracasos, de sus vencidos. Ésta sí que es una lectura completa y esto plantea un nuevo paradigma de comprensión de la realidad.
Hacerse cargo de los triunfos es muy cómodo y fácil y es lo que hace la sociedad occidental capitalista. Pero hacerse cargo de las víctimas y su dolor, siempre será un desafío. Y a esto puede aportar mucho el mensaje profético-apocalíptico de Jesús. Por esto Jesucristo es la llave hermenéutica de la realidad toda.
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