El martirio, signo universal del Reino

04 de Diciembre de 2017

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




El 22 de diciembre de 2017 se cumplirán 20 años de la masacre de Acteal, pequeño paraje en las montañas del sureste mexicano en el Estado de Chiapas. Ahí fueron masacrados 45 indígenas tsotsiles que estaban haciendo oración por la paz.

 

Esta masacre se ubica en el marco de la guerra de contrainsurgencia que emprendió el Gobierno mexicano para quitarle base social al EZLN. En esta situación, los grupos paramilitares actuaban con total impunidad. 

 

Debido al acoso y daño perpetrados por los grupos paramilitares que quemaban viviendas, robaban el ganado, las aves domésticas, disparaban, asaltaban, hubo un gran número de desplazados en los Municipios de Chenalho’, San Andrés Larráinzar y Simojovel

 

Para 1996 en el Municipio de Chenalho’ llegaron a ser 12.000 indígenas desplazados, buscaban refugio en otras comunidades para protegerse. Este fue el caso de Acteal adonde llegaron de varias comunidades para buscar refugio.

 

En ese momento, un grupo de indígenas tsotsiles, pertenecientes a la Sociedad Civil Las Abejas, decidió emprender una jornada de tres días de ayuno y oración para buscar la paz. Los miembros de esta Sociedad Civil se han caracterizado en todo momento por sus métodos pacifistas y han resistido las presiones para tomar las armas.

 

El último día de su jornada de ayuno y oración fueron masacrados los 45 hermanos y hermanas dentro de la ermita por un grupo de paramilitares, mientras estaban haciendo oración. Algunas de las mujeres asesinadas estaban embarazadas. Hubo además muchos heridos que quedaron visiblemente dañados en su cuerpo. Ellos son mártires de la paz y la justicia, con su sangre dieron testimonio de la gratuidad del Reino y de la vida nueva basada en el perdón, la entrega y el amor a sus semejantes.

 

El lugar donde fueron masacrados se ha convertido en un santuario de los mártires. Desde entonces a esta fecha, la Tierra Sagrada de los mártires de Acteal convoca a miles de personas de todas partes del mundo que vienen a dar fe de tamaño crimen de lesa humanidad que se cometió contra estos inocentes con complicidad y apoyo del gobierno mexicano, por una parte; y por otra, del testimonio indeleble de su martirio. Cabe aclarar aquí que, a 20 años de esta masacre, los asesinos siguen libres y esto por decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

 

En Acteal se celebra mensualmente la Eucaristía el día 22, y en el mes de diciembre se hace una gran celebración eucarística. En Acteal se hacen retiros espirituales, asambleas, reuniones, talleres, festivales. En una ocasión celebramos una oración ecuménica con cerca de dos mil personas. Participaron judíos, musulmanes, católicos, protestantes, indios de Estados Unidos, budistas de Japón, creyentes de la cultura maya de varias etnias. Cada grupo religioso hizo su oración según su propia tradición y sus ritos. Ahí estaba jTatic Samuel como testigo del dolor, pero también de la resurrección viva y palpable en el testimonio de todos los ahí convocados por el llamado de la sangre de los mártires de Acteal.

 

Aquí asoma la dimensión universal del signo del martirio. Más allá de cualquier religión, Iglesia, denominación cristiana, filosofía, ideología, cultura, país y lengua, el martirio como signo del Reino es percibido universalmente. Ahí encontramos lo mismo japoneses que indios de Dakota del Sur, italianos, argentinos, brasileños o indígenas de México. Encontramos a humildes campesinos, maestros, obispos, intelectuales de alto nivel, luchadores sociales, religiosas, artistas. 

 

Hay un filum que permea todas las conciencias y corazones y es el valor de la sangre inocente derramada por una causa concreta: la justicia, la paz. Y ante esta entrega, lo único que queda es el silencio, un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.

 

Acteal es una memoria que sacude el espíritu y nos hace salir de la anestesia a la que nos quiere someter el sistema capitalista neoliberal. Acteal es una “memoria peligrosa”, como diría Johann Baptist  Metz.

 

Por primera vez estuve en Acteal el 22 de febrero de 1998, a dos meses de ocurrida la masacre. Todavía eran visibles las heridas de los sobrevivientes de aquella terrible tragedia. Con palabras entrecortadas por el llanto nos describieron la angustia que sintieron y el terrible dolor y honda tristeza que era imposible borrar. Impactado por este encuentro con el dolor de mis hermanos y hermanas, escribí un poema para intentar sacar una palabra de mi corazón que sólo sabía de silencio.

 

Con respeto a la sangre derramada, me permito presentarlo ahora que se cumplen 20 años de aquel ominoso día que, sin embargo, se ha convertido en fuerza y esperanza para seguir luchando por la justicia y por la paz.

 

Acteal: una consideración ética

 

Quisiera la memoria llegar al olvido.

Quisiera la razón desentenderse de su capacidad de ver.

Quisiera el corazón ir más allá que padecer.

Quisiera el tiempo no haber sido.

Quisieran los dolientes de las víctimas no cargar a diario con la pena.

Quisiera la fe no oír: “Amen a sus enemigos, oren por quienes los persiguen y calumnian”.

 

 

¿Por qué?

¿Adónde se quería llegar?

¿A intimidar a una organización pacifista?

¿A dividir a las comunidades?

¿A sembrar el terror?

 

La herida de Acteal le duele a la humanidad.

Memoria, olvida, razón y fe giran sobre un círculo sin parar.

¡Mártires de Acteal!

 

¿Para hacer Acteal se justificaba existir?

Ante esta ignominia se pierde la noción de tiempo. Nada camina.

Todo se ha detenido. El hombre desnudo ante su ser sin los velos que le pudiera prestar

el tiempo, sin las distracciones que le pudiera ocasionar el tiempo.

 

Desnudo el hombre ante sus víctimas, denudo en su ser ante Dios,

desnudo el país y en silencio ante el mundo.

¿Dónde está tu hermano?

¿Adónde fuiste a derramar su sangre?

Verdugo y víctima como en el teatro griego.

 

El dedo acusatorio apunta hacia el sistema y en el sistema hacia hombres concretos con rostro, llenos de culpabilidades.

Ahora huyen desnudos en su verdad: ser culpables.

No quieren saber nada de Acteal adonde fueron a matar.

Quieren cubrirlo todo con el olvido

o con la represión. Imposible.

La mansa sangre inocente todavía corre.

La conciencia está despierta y adolorida.

 

¿Cuántos ‘Méxicos’ hubo que hacer y permitir y tolerar y solapar

para llegar al México de Acteal?

¿Cuánto olvido y odio hubo que acumular para llegar a este extremo

en el que el hombre se olvida de sí mismo y de Dios?

 

Solos, la víctima y él, el verdugo.

¿Y la sentencia quién la dictó?

¿A qué hora fueron rotas toda moral, ética y humanismo?

 

¡La historia, lo que acontece!

¿Es posible dar testimonio de este hecho sin falsificar la verdad?

¿Cuál es la verdad de Acteal?

Posiblemente nunca lo sabremos. Es como el misterio, nos asomamos a él,

pero sólo percibimos destellos.

 

En Acteal hay que guardar silencio.

Silencio ante las víctimas, silencio ante la verdad por no comprenderla;

silencio ante la rabia que sentimos y que nos sobrepasa

por haber acontecido lo que pasó;

silencio ante la presencia de Dios.

 

“Descálzate, porque el lugar que pisas es tierra sagrada:

La tierra sagrada de Acteal”.

 

Cita

 

1 Acteal, una consideración ética, en HURTADO, Juan Manuel, Chiapas en el corazón. Impretei, S.A. de C. V. México, 2005, Págs. 21-22.

 

 

Imagen tomada de: desinformemonos.org 

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