28 de Noviembre de 2017
[Por: Víctor Codina, SJ]
Esta frase lapidaria, que seguramente el obispo poeta Pedro Casaldáliga tomó prestada de Ernesto Cardenal (¿o fue al revés?), es susceptible de varios niveles complementarios de lectura.
Una lectura socio-política la puede interpretar como referida al momento actual de América Latina: descarrilamiento de los procesos revolucionarios, fracaso de las izquierdas, crisis del socialismo del siglo XXI (autoritarismo mesiánico, clientelismo, corrupción…), nostalgia de las luchas contra las dictaduras, giro hacia la derecha neoliberal en varios países, etc. Somos “combatientes derrotados”.
Sin embargo se mantiene firme la necesidad del compromiso por la justicia, de la solidaridad con los empobrecidos, de las irrenunciables mediaciones de las izquierdas, porque se mantiene la esperanza utópica de que “otro mundo es posible, donde todos puedan “vivir bien”, de que esta es “una causa invencible”.
Puede hacerse de esta frase también una lectura cristiana y teológica, en la línea de Pablo: “Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos ante problemas, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no derribados, ni fuera de combate. Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona” (2 Cor 4,8-10).
Desde la fe cristiana, el proyecto del Reino de Dios, el vivir al estilo de Jesús y como resucitados, los nuevos cielos y la nueva tierra, es siempre objeto de una esperanza no meramente ideológica sino pascual en el Señor muerto y resucitado. El Reino de Dios solamente está en germen entre nosotros, su plenitud es escatológica, siempre hay que pedir “Venga a nosotros tu Reino”.
El Espíritu ciertamente fermenta y dinamiza nuestra historia desde abajo, pero luchamos contra el Anti-reino, hemos de buscar todas las mediaciones socio-políticas, también eclesiales, para la realización del Reino de justicia en nuestra historia, para bajar de la cruz a los crucificados de nuestro tiempo.
Pero al mismo tiempo, a la luz de todos los profetas bíblicos, esperamos contra toda esperanza que la luz triunfará de las tinieblas, la justicia de la injusticia y la vida sobre la muerte. La muerte y resurrección de Jesús nos da la seguridad de que, aunque muchas veces somos “combatientes derrotados”, luchamos por “una causa invencible”.
Tanto Ernesto Cardenal como Pedro Casaldáliga tienen razón.
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