Las sabidurías necesarias para la vida

15 de Noviembre de 2017

[Por: Sofía Chipana Quispe]




Estamos en el tiempo de la fiesta que celebra los otros modos de vida, por lo general celebrada a inicios de noviembre, influenciada obviamente por la festividad de la iglesia católica de todos los santos el 1 de noviembre. 

 

Sin embargo, es el tiempo de la presencia necesaria de las ancestras/os, ya que junto a ellas y ellos llegan las primeras lluvias que nutrirán las semillas depositadas con la esperanza de las buenas cosechas, que desde su condición regeneradora de la vida ofrecen desde el wiñay pacha, el tiempo y espacio de la vida permanente, por ello será necesario recibirlos con comida, bebidas, bailes, alegría, a fin de seguir procurando el vínculo con la comunidad cósmica.

 

Se trata de los cuerpos que se depositaron como semillas y que emprendieron otros ciclos de vida, para seguir posibilitando no sólo la vida, sino también las sabidurías profundas que mantienen nuestras esperanzas y resistencias, que empujan la llegada del Pachakuti, el equilibrio necesario que supone la armonización de las relaciones, como bien se puede advertir en las mesas compartidas de las/os ancestras/os que se preparan con cariño, donde se busca la convocación de la familia, las amistades, la comunidad. 

 

Las mesas compartidas, son la invitación para abrir y agrandar el corazón, a fin de posibilitar encuentros necesarios para la crianza mutua de la vida, que son gestadas desde la convocación que las diversas comunidades antisistémicas propician, que van muy de la mano con la sensibilidad de los saberes ancestrales que aún se cobijan en nuestros territorios y los diversos cuerpos y corazones de las diversas comunidades de vida, que sólo son posibles reconocerlos cuando somos capaces de salir de los espacios, palabras y personas que representan el “saber”, pues necesitamos de todas las sabidurías para nombrar el cosmos y al misterio de vida que la sostiene

 

En estos tiempos, como nunca, surge el afán por ser parte de los espacios académicos oficiales, donde el peso de los títulos obtenidos abre las puertas del sistema capitalista, pero no siempre es así, ya que muchos/as quedan fuera. Sin embargo, los sistemas oficiales del saber me generan interrogantes, pues no son capaces de abrir el corazón al cosmos habitado que nos ofrece sus sabidurías, ya que con frecuencia lo considerado “empírico” no tiene reconocimiento, como si los saberes que se forjan en la vida y para la vida no fueran importantes. 

 

Con estas palabras no quiero negar que hay espacios alternativos dentro del poder de las casas de estudio, pero siento que, con poca cobertura, ya que la mayoría sigue las rutas del sistema hegemónico, repitiendo y copiando de la mejor manera sus códigos, lo que da poder al sistema hegemónico del saber, de modo que los diversos saberes tienden a desaparecer o quedan limitados al plano del no “saber”.

 

Lamentablemente en ese proceso, las religiones oficiales desde su carácter colonizador tuvieron un rol supresor de las sabidurías, como lo hizo y aún lo hace el cristianismo fundamentalista de las diversas denominaciones por catalogarlas como “herejías”, lo que confinó al espacio de lo prohibido las sabidurías milenarias. 

 

Tenemos muchas realidades que hablan sobre sus supresiones porque aún permanecen en las memorias subversivas, no sólo en nuestros territorios, sino también en los territorios que denominamos como “occidente”, evocamos con mucho dolor e indignación, lo que se denominó como la cacería de brujas en los diversos territorios de Europa central a inicios de lo que se conoce como la Edad Moderna, que supuso la persecución a los seguidores/as de la denominada “ciencia de las brujas”. 

 

Si bien en casi todas las culturas encontramos personas vinculadas a generar desequilibrio desde el mal uso y abuso de las fuerzas cósmicas, eso no implica que miles de, sobre todo mujeres, estuvieran vinculadas a esas desarmonías, pues la mayoría de las mujeres juzgadas como brujas estuvieron en plena relación con la tierra, los ciclos de los astros, sus ancestras/os, por la agricultura, por lo tanto vinculadas a los rituales propios de vínculo con el cosmos, a la alquimia sanadora de la vida, a la relación con los animales, las aves y otros seres, a fin de procurar la crianza mutua, lo que supuso su condena, pues desde su vida tejían otras sabidurías que fueron asociadas al demonio que se aliaba con ellas para no permitir el paso al cristianismo que se buscaba imponer

 

Todo lo que estaba relacionada a la tierra, a la Pacha y sus sabidurías, era mal visto, desde esa dimensión dualistas de la vida, como narra Eduardo Galeano1 en el texto, tu pasado de condena: 

 

El maíz, planta sagrada de los mayas, fue bautizado con diversos nombres en Europa. Los nombres inventaban geografías: lo llamaron grano turco, grano árabe, grano de Egipto o grano de la India. Estos errores no contribuyeron para nada a salvarlo de la desconfianza ni del desprecio. Cuando se supo de dónde venía, no fue bienvenido. Lo destinaron a los cerdos. El maíz rendía más que el trigo y crecía más rápido, aguantaba la sequía y daba buen alimento; pero no era digno de las bocas cristianas.

 

La papa también fue fruto prohibido en Europa. La condena como al maíz, su origen americano. Porque la papa era una raíz criada al fondo de la tierra, donde el infierno tiene sus cuevas. Los médicos sabían que producía lepra y sífilis. En Irlanda, si una mujer embarazada la comía en la noche, en la mañana paría un monstruo. Hasta fines del siglo dieciocho, la papa estaba destinada a los presos, a los locos, a los moribundos. 

 

Después, esta raíz maldita salvó del hambre a los europeos. Pero ni así la gente dejó de preguntarse:

 

- Si la papa y el maíz no son cosa del Diablo, ¿por qué la Biblia no los menciona?

 

Así, a lo largo de los diversos territorios fueron anulados los diversos saberes y los seres que las transmitían, lo que rompió el equilibrio de cada territorio. Pero en este tiempo y  desde los territorios andinos nos unimos a las invocaciones necesarias de las fuerzas de las ancestras/os, para que nos sigan habitando, para seguir avivando el fuego en las cenizas de las sabidurías profundas de los pueblos, ya que necesitamos acogerlas, sentipensarlas, corazonarlas, para comprender mejor el cosmos que habitamos y sanar nuestras relaciones desarmonizadas, pues el intercambio de saberes, ha sido un práctica milenaria que cada comunidad humana cultivó a fin de recrear y sostener la vida, que supuso otros modos de relaciones que superaron la imposición, el avasallamiento, la opresión, la guerra.  

 

Citas

 

1 Galeano, Eduardo (2010). Espejos: Un historia casi universal. Buenos Aires: Siglo Veintiuno. Pp. 27.

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