07 de Noviembre de 2017
[Por: Víctor Codina, SJ]
He pasado gran parte de mi vida bajo dictadura política y militar. También en la Iglesia he vivido bajo algunos responsables pastorales muy autoritarios. De ambos sectores he recibido “porrazos”. Por esto soy muy sensible ante los abusos de poder de los “faraones”.
El faraón de Egipto que, según el libro del Éxodo, se opuso tenazmente a Moisés cuando pedía la liberación del pueblo hebreo de Egipto para poder caminar hacia la tierra prometida, se ha convertido en símbolo e icono de todos los poderosos de la tierra que oprimen al pueblo. Y esto vale desde Herodes y Nerón hasta modernos gobernantes dictatoriales y autoritarios. Curiosamente se convierten en faraones tanto muchos gobernantes elegidos democráticamente, como los que asumen el poder en golpes de estado, tanto líderes revolucionarios de izquierda, como conservadores defensores de la tradición. Tenemos muchos ejemplos en todos los continentes.
Todos ellos se proclaman al comienzo salvadores del pueblo y mesías, pero el poder los emborracha y acaban sintiéndose indispensables, insustituibles, necesarios y por esto prolongan sus mandatos más allá de los límites constitucionales, critican a sus opositores como enemigos de la patria, ven por todas partes conspiraciones internaciones contra ellos, hacen callar a los medios de comunicación un poco críticos, mientras se rodean de un coro de aduladores que al mismo tiempo que chupan del gobierno, apoyan incondicionalmente su liderazgo como algo indiscutible. Son los nuevos faraones…
Jesús, en los evangelios tiene duras palabras para los grandes y poderosos de este mundo: “Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores. Pero no será así entre ustedes, al contrario, el más importante este ustedes deben portarse como si fuera el último y el que manda como si fuera el que sirve” (Lc 22, 24-26; Mc 10,25; Mt 20,25).
Tan crítica es la postura de Jesús ante el poder, que algunos autores han opinado que su doctrina se acercaría al anarquismo. Seguramente esto es exagerado, pero las palabras del evangelio sirven de advertencia a todos los gobernantes, tanto civiles como religiosos y animan a los de abajo a ser libres, críticos y proféticos frente a cualquier tipo de faraón y a proponer alternativas, aunque esto traiga dolorosas consecuencias. Jesús fue condenado tanto por los faraones religiosos de Israel como por los faraones del Imperio romano. A lo largo de la historia ha habido siempre numerosos mártires civiles y religiosos.
Pero al final el faraón de Egipto murió sepultado en el Mar Rojo, mientras los judíos lo atravesaban a pie enjuto con la ayuda de Yahvé. Todos los faraones de la historia han desaparecido ignominiosamente, llámense Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Pol Poth, Idi Amín, Mobutu, Pinochet, Videla, Bánzer, Somoza, Duvalier… y en cambio recordamos con afecto a dirigentes honestos como Gandhi, Mandela, Luther King, Juan XXIII, Dalai Lama, Monseñor Romero...
Pero nunca hay que perder la esperanza. Para los creyentes el Espíritu del Señor dirige la historia hacia su plenitud, por esto, a pesar de los faraones no podemos ser profetas de calamidades, aunque a veces recibamos algunos “porrazos”…
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