03 de Noviembre de 2017
[Por: Marcelo Barros]
En esos días, en la Amazonía brasileña fueron descubiertos signos de grupos indígenas, hasta ahora sin contacto con nuestra civilización. Quién conoce la realidad en que viven los indios en Brasil duda si es mejor para ellos insertarse en esta sociedad en que vivimos. Parece que ellos podrán sobrevivir más dignamente si siguen su vida aislados de la sociedad llamada “civilizada”. Sin embargo, prácticamente eso no les es permitido. Los Estados y las sociedades dominantes siguen tan o más conquistadores y colonialistas cuanto los imperios del siglo XVI.
Nuestra forma de pensar y vivir no acepta con facilidad convivir con las diversidades. El otro no es visto como compañero de diálogo y sí como adversario o incluso enemigo. En los países europeos, los migrantes son clandestinos y son considerados ‘extracomunitarios’. Y no solamente latinoamericanos pobres, asiáticos y africanos, sino también hermanos de Europa oriental, gitanos y nómadas.
Sin embargo, a cada momento estamos afrontando un mundo de diversidades culturales, biológicas, sexuales, artísticas y otras. Hasta en la Divinidad, las diversas tradiciones espirituales encuentran diversidad. La sabiduría china habla de Yin y Yang como principios que vienen del Creador. Las tradiciones africanas creen en un Dios único revelado en la diversidad de los Orijás. El Cristianismo enseña que Dios es uno y trino.
En el universo sideral encontramos unidad y, al mismo tiempo, diversidad. Las encuestas han descubierto más de 700 millones de constelaciones y tantos mundos que no podemos ni contar. En todo el universo hay una inmensa diversidad y, concomitantemente, una articulación inteligente que une todo.
Según la biología y las ciencias actuales, la diversidad es la característica básica de todas las formas de vida, así como de las manifestaciones de cultura en la Tierra. Hay una profunda relación entre diversidad biológica y diversidad cultural. Donde la diversidad biológica es más preservada, es más grande la diversidad cultural. Y donde la diversidad cultural es más respetada, se encuentra más diversidad biológica.
En la Tierra, hasta ahora fueron identificadas cerca de 1,7 millones de especies vivas. Cada día, algunas especies son extinguidas y otras amenazadas de extinción. Para proteger la diversidad biológica es necesario detener un modo de desarrollo social que no permite tampoco la diversidad cultural.
La humanidad habla más de 6.500 idiomas. Sin embargo, 95% de la población mundial usa menos de 300 lenguas. Muchos idiomas locales desaparecen. En Brasil, 200 idiomas son aún hablados por grupos diversos, pero solo el portugués es oficial. El respecto a la diversidad debe garantizar que, en un país, quién no hable el idioma considerado oficial no quede marginado y sin el reconocimiento de sus derechos. En un mundo del mercado globalizado, aún es más urgente garantizar la diversidad de las culturas.
Incluso en los países de Nuestra América donde una inmensa parte de la población es india, negra o mestiza, las culturas ancestrales son marginadas, las tradiciones religiosas indígenas y negras son víctimas de prejuicios y de condenaciones injustas. Es importante que nuestra espiritualidad sea abierta a todas las dimensiones del universo.
Edgar Morin, gran educador francés, afirma que debemos pasar de la noción de universo a la comprensión de que somos todos ciudadanos de un pluriverso compuesto de mundos diversificados. Es un deber ético construir una sociedad nueva donde las diversidades sean respectadas y valoradas.
Las tradiciones espirituales antiguas pueden ayudarnos en ese camino de humanización. A los antiguos cristianos, el apóstol Pablo escribió:
“Dios escogió los pequeños que, a los ojos del mundo, no tienen importancia para revelar a ellos su intimidad y para confundir los que el mundo considera como importantes” (1 Cor 1, 26 ss).
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