Adoecemos a Terra e a Terra nos adoece

24 de Octubre de 2017

[Por: Leonardo Boff | Texto en portugués, español e italiano]




De uma ou de outra forma, todos nos sentimos doentes física, psíquica e espiritualmente. Há muito sofrimento, desamparo, tristeza e decepção que afetam grande parte da humanidade. Já o dissemos: da recessão econômica passamos à depressão psicológica. A causa principal deriva da intrínseca relação existente entre o ser humano e a Terra viva. Entre ambos vigora um envolvimento recíproco.

 

Nossa presença na Terra é agressiva, movemos uma guerra total à Gaia, atacando-a em todas as frentes. A consequência direta é que a Terra fica doente. Ela o mostra pela febre (aquecimento global), que não é uma doença, mas aponta para uma doença: sua incapacidade de continuar nos oferecer tudo o que precisamos. A partir de 2 de setembro de 2017 ocorreu a Sobrecarga da Terra, vale dizer, as reservas da Terra chegaram ao fundo do poço. Entramos no vermelho. Para termos o necessário e, pior, para manternos o consumo suntuário e o desperdício dos países ricos, devemos arrancar à força os bens e serviços naturais para atender as demandas. Até quando a Terra aguenta? A consequência será que teremos menos água, menos nutrientes, menos safras e os demais itens indispensáveis para a vida.

 

Nós, que consoante a nova cosmologia, formamos uma grande unidade, uma verdadeira entidade única com a Terra, participamos da doença da Terra. Pela agressão aos ecossistemas e pelo consumismo, pela falta de cuidado da vida e da biodiversidade adoecemos a Terra.

 

Isaac Asimov, cientista russo, famoso por seus livros de divulgação científica, escreveu um artigo a pedido da revista New York Times, (do dia 9 de outubro de 1982) por ocasião da celebração dos 25 anos do lançamento do Sputinik que inaugurou a era espacial, sobre o legado deste quarto de século espacial. O primeiro legado, disse ele, é a percepção de que, na perspectiva das naves espaciais, a Terra e a humanidade formam uma única entidade, vale dizer, um único ser, complexo, diverso, contraditório e dotado de grande dinamismo, chamado pelo conhecido cientista James Lovelock, de Gaia. Somos aquela porção da Terra que sente, pensa, ama e cuida.

 

O segundo legado, consoante Asimov, é a irrupção da consciência planetária: Terra e Humanidade possuem um destino comum. O que se passa num, se passa também no outro.  Adoece a Terra, adoece juntamente o ser humano; adoece o ser humano, adoece também a Terra. Estamos unidos pelo bem e pelo mal.

 

Mas também ocorre o inverso: sempre que nos mostramos mais saudáveis, cuidando melhor de tudo, recuperando a vitalidade dos ecossistemas, melhorando nossos alimentos orgânicos, despoluindo o ar, preservando as águas e as florestas é sinal que nós estamos revitalizando a nossa Casa Comum.

 

Segundo Ilya Prigogine, cientista russo-belga, prêmio Nobel em química (1977), a Terra viva desenvolveu esturutras dissipativas, isto é, estruturas que dissipam a entropia (perda de energia). Elas metabolizam a desordem e o caos (dejetos) do meio ambiente de sorte que surgem novas ordens e estruturas complexas que se auto-organizam, fugindo à entropia e positivamente, produzindo sintropia (acumalação de energia: Order out of Chaos, 1984).

 

Assim, por exemplo, os fótons do sol são para ele, inúteis, energia que escapa ao queimar hidrogênio do qual vive. Esses fótons que são desordem (rejeito), servem de alimento para a Terra, principalmente para as plantas quando estas processam  a fotosíntese. Pela fotosíntese, as plantas, sob a luz solar, decompõem o dióxido de carbono, alimento para elas e liberam o oxigênio, necessário para a vida animal e humana.

 

O que é desordem para um serve de ordem para outro. É através de um equilíbrio precário entre ordem e desordem (caos: Dupuy, Ordres et Désordres, 1982) que a vida se mantem (Ehrlich, O mecanismo da natureza, 1993).  A desordem obriga a criar novas formas de ordem, mais altas e complexas com menos dissipação de energia. A partir desta lógica, o universo caminha para formas cada vez mais complexas de vida e assim para uma redução da entropia (desgaste de energia).

 

A nível humano e espiritual, se originam formas de relação e de vida nas quais predomina a sintropia (economia de energia) sobre a entropia (desgaste de energia). A solidariedade, o amor, o pensamento, a comunicação são energias fortíssimas com escasso nível de entropia e alto nível de sintropia. Nesta perspectiva temos pela frente não a morte térmica, mas a transfiguração do processo cosmogênico se revelando em ordens supremamente ordenadas, criativas e vitais.

 

Quanto mais nossas relações para com a natureza forem amigáveis e entre nós, cooperativas, mais a Terra se vitaliza. A Terra saudável nos faz também saudáveis.

 

Leonardo Boff é articulista do JB on line, ecoteólogo, filoósofo e escrevu Opção Terra: a solução da Terra não cai do céu, Record 2009.

 

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Enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

 

De una u otra forma todos nos sentimos enfermos física, psíquica y espiritualmente. Hay mucho sufrimiento, desamparo, tristeza y decepción que afectan a gran parte de la humanidad. Ya lo hemos dicho: de la recesión económica pasamos a la depresión psicológica. La causa principal deriva de la intrínseca relación existente entre el ser humano y la Tierra viva. Existe entre ambos una implicación recíproca.

 

Nuestra presencia en la Tierra es agresiva, promovemos una guerra total a Gaia, atacándola en todos los frentes. La consecuencia directa es que la Tierra enferma. Lo muestra por la fiebre (calentamiento global), que no es una enfermedad pero apunta a una enfermedad: su incapacidad de seguir ofreciéndonos todo lo quenecesitamos. El 2 de septiembre de 2017 ocurrió la Sobrecarga de la Tierra, es decir, las reservas de la Tierra llegaron al fondo del pozo. Entramos en rojo. Para tener lo necesario y, lo que es peor, para mantener el consumo suntuario y el desperdicio de los países ricos, debemos arrancarle a la fuerza los bienes y servicios naturales para atender las demandas. ¿Hasta cuándo aguantará la Tierra? La consecuencia será que tendremos menos agua, menos nutrientes, menos cosechas y demás elementos indispensables para la vida.

 

Nosotros, que según la nueva cosmología, formamos una gran unidad, una verdadera entidad única con la Tierra, participamos de la enfermedad de la Tierra. Por la agresión a los ecosistemas y por el consumismo, por la falta de cuidado a la vida y a la biodiversidad enfermamos a la Tierra. 

 

Isaac Asimov, científico ruso famoso por sus libros de divulgación científica, escribió un artículo a petición de la revista New York Times (del día 9 de octubre de 1982) con ocasión de la celebración de los 25 años del lanzamiento del Sputnik que inauguró la era espacial, sobre el legado de ese cuarto de siglo espacial. El primer legado, dice él, es la percepción de que, desde la perspectiva de las naves espaciales, la Tierra y la humanidad forman unaúnica entidad, o sea, un único ser, complejo, diverso, contradictorio ydotado de gran dinamismo, llamado por el conocido científico James Lovelock, Gaia. Somos la porción de la Tierra que siente, piensa, ama y cuida.

 

El segundo legado, según Asimov, es la irrupción de la conciencia planetaria: la Tierra y la Humanidad tienen un destino común. Lo que le pasa a una, le pasa también a la otra. Enferma la Tierra, enferma conjuntamente el ser humano; enferma el ser humano, enferma también la Tierra. Estamos unidos en lo bueno y en lo malo.

 

Pero también ocurre lo contrario: siempre que nos mostramos más saludables, cuidando mejor de todo, recuperando la vitalidad de los ecosistemas, mejorando nuestros alimentos orgánicos, descontaminando elaire, preservando las aguas, los bosques y las selvas es señal de que estamos revitalizando nuestra Casa Común.

 

Según Ilya Prigogine, científico ruso-belga premio Nobel de química 1977, la Tierra viva ha desarrollado estructuras disipativas, esto es, estructuras que disipan la entropía (pérdida de energía). Ellas metabolizan el desorden y el caos (residuos) del medio ambiente de suerte que surgen nuevos órdenes y estructuras complejas que se autoorganizan, huyendo de la entropía, o positivamente, produciendo sintropía (acumulación de energía: Order out of Chaos, 1984).

 

Así, por ejemplo, los fotones del sol son para él, inútiles, energía que escapa al quemar el hidrógeno del cual vive. Esos fotones que son desorden (residuos), sirven de alimento a la Tierra, principalmente para las plantas cuando estas realizan la fotosíntesis. Mediante la fotosíntesis, las plantas, bajo la luz solar, descomponen el dióxido de carbono, alimento para ellas y liberan oxígeno, necesario para la vida animal y humana.

 

Lo que es desorden para uno sirve de orden para otro. Y a través de un equilibrio precario entre orden y desorden (caos: Dupuy, Ordres et Désordres, 1982) se mantiene la vida (Ehrlich, O mecanismo da natureza, 1993). El desorden obliga a crear nuevas formas de orden más altas y complejas con menos disipación de energía. Desde esta lógica, el universo camina hacia formas cada vez más complejas de vida y así hacia una reducción de la entropía (desgaste de energía).

 

A nivel humano y espiritual se originan formas de relación y de vida en las cuales predomina la sintropía (economía de energía) sobre la entropía (desgaste deenergía). La solidaridad, el amor, el pensamiento, la comunicación son energías fortísimas con escaso nivel de entropía y alto nivel de sintropía. Desde esta perspectiva tenemos por delante no la muerte térmica, sino la transfiguración del proceso cosmogénico, revelándose en órdenes supremamente ordenados, creativos y vitales.

 

Cuanto más amigables sean nuestras relaciones con la naturaleza y más cooperativas entre nosotros, más se revitalizará la Tierra. Una Tierra sana nos hace también sanos. 

 

* Leonardo Boff es articulista del JB online, ecoteólogo, filósofo y ha escrito Opción Tierra: la solución para la Tierra no cae del cielo, Sal Terrae 2008.

 

[Traducción de Mª José Gavito Milano]


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Noi facciamo ammalare la Terra e lei fa ammalare noi

 

In un modo o nell’altro, noi soffriamo di dolori fisici, psichici e spirituali. C’è tanta sofferenza, abbandono, tristezza e delusione che colpiscono gran parte dell’umanità. L’abbiamo già detto: dalla recessione economica, siamo passati alla depressione psicologica. La causa principale deriva dall’intrinseca relazione tra l’essere umano e la Terra viva. Tra i due esiste un forte nesso di coinvolgimento reciproco.

 

La nostra presenza sulla Terra è aggressiva, noi moviamo una guerra totale a Gaia, attaccandola su tutti i fronti. La conseguenza diretta è che la Terra si ammala. Lei lo dimostra con la febbre (riscaldamento globale), che non è una malattia ma ci addita una malattia al traguardo: la sua incapacità di continuare a offrirci tutto quello di cui abbiamo bisogno. A partire dal 2 settembre del 2017 è avvenuto il Sovraccarico della Terra, cioè, per le riserve della Terra siamo arrivati in fondo al pozzo. Siamo al semaforo rosso. Per avere il necessario e, peggio, per mantenerci il consumo allegro e lo spreco dei paesi ricchi, dobbiamo strappare con la forza i beni e i servizinaturali per soddisfare la domanda. Fino a quando la Terra ce la farà? La conseguenza sarà che avremo meno acqua, meno nutrienti, meno raccolti e meno prodotti indispensabili alla vita.

 

Noi, d’accordo con la nuova cosmologia, formiamo una grande unità, una vera entità unica con la Terra, subiamo le tesse malattie della Terra. A causa dell’aggressione degli ecosistemi e a causa del consumismo, e per la mancanza di attenzione alla vita e alla biodiversità, facciamo ammalare la Terra.

 

Isaac Asimov, scienziato russo, famoso per i suoi libri di divulgazione scientifica, ha scritto un articolo, su richiesta della rivista New York Times (il giorno 9 ottobre 1972) in occasione della celebrazione dei venticinque anni dal lanciamento dello Sputnik che ha inaugurato l’era spaziale, sull’eredità di questo quarto di secolo spaziale.

 

Il primo lascito, ha detto lui, è la percezione che nella prospettiva delle navi spaziali, la Terra e l’umanità formano una unica entità, cioè un unico essere, complesso, diverso, contraddittorio e dotato di grande dinamismo, chiamato dal noto scienziato James Lovelock, Gaia. Siamo quella porzione della Terra chesente, pensa, ama e cura.

 

Il secondo lascito a detta di Asimov, è l’irruzione della coscienza planetaria: Terra e Umanità hanno un destino comune. Quello che sente uno si trasmette anche agli altri. Si ammala la Terra, si ammala insieme all’essere umano, e se si ammala l’essere umano si ammala anche la Terra. Siamo uniti nel bene e nel male.

 

Succede anche l’inverso: tutte le volte che ci mostriamo bene in salute curando meglio tutto, ricuperando la vitalità degli ecosistemi, migliorando i nostri alimenti organici, disinquinando l’atmosfera, rispettando le acque e le foreste è segno che noi stiamo rivitalizzando la nostra Casa Comune.

 

Secondo Ilya Prigogine, scienzato russo-belga, premio Nobel per la chimica (1977) la Terra viva ha sviluppato strutture dissipative, cioè strutture che disperdono l’entropia (perdita di energia).Queste metabolizzano il disordine e i rifiuti del caos dell’ambiente in modo che sorgono nuovi tipi di ordini e strutture complesse che si auto-organizzano, sottraendosi all’entropia e, positivamente, producendo sintropia (accumulazione di energia: Order out of Chaos, 1984).

 

Così per esempio i fotoni del sole sono secondo lui inutili, energia che sfugge quando si brucia idrogeno grazie al quale vive. Questi fotoni che sono disordine servono come alimento per la Terra, soprattutto per le piante quando questeprocessano la fotosintesi. Attraverso la fotosintesi , le piante, sotto la luce solare, scompongono il biossido di carbonio, che per loro è alimento e liberano ossigeno, necessario per la vita animale e umana.

 

Quel che è disordine per qualcuno serve da ordine per un altro. E’ attraverso un equilibrio precario tra ordine e disordine (Caos: Dupuy, Ordres et Désordres, 1972) che la vita si mantiene (Ehrlich, Il meccanismo, della natura, 1993). 

 

Il disordine obbliga a creare nuove forme di ordine più profonde e complesse con minore spreco di energia. A partire da questa logica, l’universo cammina verso forme sempre più alte e complesse e così prepara una riduzione dell’entropia (consumo di energia).

 

A livello umano e spirituale si originano forme di relazioni e di vita nelle quali predomina la sintropia (economia di energia) sull’entropia (consumo di energia). La solidarietà, l’amore, il pensiero, la comunicazione sono energie fortissime con scarso livello di entropia e alto livello di sintropia. In questa prospettiva abbiamo davanti non la morte termica, ma la trasfigurazione delprocesso cosmogenico mostrandosi in ordini supremamente ordinati, creativi e vitali.

 

Quanto più le nostre relazioni con la natura saranno amichevoli e, da parte nostra, cooperative, tanto più la Terra si rivitalizza. Una Terra sana trasmette anche a noi buona salute.

 

*Leonardo Boff, ecoteologo, filosofo ha scritto Opzione terra: la soluzione della terra non cade dalcielo. Record 2009.

 

 

[Traduzione di Romano Baraglia e Lidia Arato]

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