17 de Octubre de 2017
[Por: Marcelo Barros]
El papa Francisco tiene sorprendido al mundo e incluso a la misma Iglesia. Él se encuentra con representantes de movimientos sociales, condena claramente el sistema capitalista y propone un nuevo modelo de Iglesia. Todos/as escuchan su propuesta de una Iglesia en salida, pero muchos no saben lo que eso puede significar.
El 7 de diciembre de 1965, al hablar a los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II, en la víspera de su clausura, el papa Pablo VI preguntaba: “¿Iglesia, que dices de ti misma?”. Durante cuatro años, los obispos habían intentado proponer un rostro nuevo de Iglesia que superara el viejo modelo de cristiandad occidental y pudiera revitalizarse como comunión de Iglesias locales. Como tal propuesta no pudo ser profundizada y menos aún establecida por leyes, cuando los obispos de todo el mundo volvieron a sus diócesis, la Curia romana retomó el poder y trató de anular esas propuestas nuevas.
Solo ahora, tantos años después, apoyados por las palabras y los gestos del papa Francisco, las comunidades católicas pueden volver a pensar y vivir un nuevo modelo de Iglesia. Desde el primer día de su ministerio, Francisco quiso presentarse como “obispo de Roma”. Si esa su forma de presentarse es llevada a sus últimas consecuencias, tendremos ahí el cambio más importante y fundamental de su ministerio, o sea, otro modo de realizar el servicio que la tradición reservó al obispo de Roma como servidor de la unidad entre las Iglesias. Ese es el primero punto que el propone como renovación de la Iglesia en su exortación apostólica Evangelii Gaudium, la decentralización que ya fuera propuesta por el Concilio y no fue concretizada en el Vaticano.
En esos días, los cristianos de América Latina están entrando en las conmemoraciones de los 50 años de la conferencia general del episcopado latinoamericano en Medellín, que ocurrió en la ciudad de Medellin (Colombia), del 29 de agosto al 7 de septembre de 1968. Allí la Iglesia se definió como Iglesia de los pobres, con los pobres y prioritariamente para los pobres.
Hablando a la juventud, los obispos han afirmado: “que se presente en América Latina el rostro de una Iglesia pobre, misionera y pascual, comprometida con la liberación de toda la humanidad y de todo ser humano en su integralidad”.
Toda renovación profunda tiene que partir de las bases y no de lo más alto. O la Iglesia si reforma desde sus bases locales y diocesanas, o esa renovación no será profunda. El Papa puede animar, apoyar, estimular, pero no puede y no debe ser el protagonista de ese cambio que solo será profundo y duradero si logramos que sea asumido y realizado por las comunidades en las diversas realidades locales.
A las Iglesias locales, hoy, resuena de nuevo el mensaje del Apocalipsis a la Iglesia de Éfeso: “Vuelve a tu primero amor” (Ap 2, 5). En la tradición bíblica, eso quiere decir: vuelve al camino profético del movimiento de Jesús y a la mística del Éxodo, que las primeras generaciones de cristianos han expresado en evangelios como de Marcos y Juan.
En América Latina, desde la década de los 70, la Iglesia ha traducido eso en la Teología de la Liberación y hoy toma forma en una Teología cristiana, pero interreligiosa y pluralista de la liberación que ayude a nuestra Iglesia a pasar a ser lo que sería su vocación más profunda: un ensayo y esbozo de un nuevo mundo posible, una especie de foro social mundial permanente, inspirado y conducido por el Espíritu de Dios que sopla donde quiera y nos permite oir la voz de quien es la fuente de todo amor solidario y “hace nuevas todas las cosas” (Ap. 21, 5).
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Referencias:
1. Cf. LEONARDO BOFF, Francisco de Assis, Francisco de Roma, Petrópolis, Vozes, 2013, p. 3.
2. Cf. Discurso final do papa Paulo VI ao Concílio, in CONCILIO VATICANO II, DISCURSOS DO PAPA E DOCUMENTOS CONCILIARES, Petrópolis, Vozes, 1966, p. 459.
3. Cf. MARCELO BARROS, O Evangelho e a Instituição, São Paulo, Ed. Paulus, no prelo para 2014.
4. Cf. CONCLUSIONES DE MEDELLÍN, Documento sobre la Juventud, n. 5, 15.
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