La espiritualidad del Bien Vivir

03 de Octubre de 2017

El ‘Buen Vivir’ se construye como proceso concreto de vida y convivencia. Para las personas que creen no es solo un ideal político. Es un elemento de espiritualidad.




Por toda América Latina, actualmente hay un paradigma que gana fuerza y aceptación. Aunque tome formas diversas y no siempre sea fácil de definir, por todo el continente, cada día, crece el número de personas que buscan lo que los quetchuas llaman Sumak Kwasay, los aymaras Sumak Kamana, los guaranís Teko Porã ou Nhandereku. Esos conceptos, aunque tengan matices diversos, pueden ser todos traducidos por el ‘Bien Vivir’

 

Esa propuesta, venida de las comunidades indígenas hace parte de las constituciones nacionales de Bolivia y Ecuador. Ellas afirman que el objetivo del Estado es organizar la vida de la sociedad, de forma que todos, hombres y mujeres, puedan alcanzar el ‘Buen Vivir’, o sea, una calidad de vida sana, saludable, en comunión con la naturaleza y capaz de fortalecer los lazos comunitarios. No se trata solo de mejorar las condiciones de vida, sino de cambiarlas para que todos tengan un modo de vivir sostenible y feliz. 

 

Vivimos en un mundo que, muchas veces, parece sin horizontes. Parece que las utopías se han agotado y nuestros mejores sueños han sido asesinados. La realidad política es cada vez más temerosa y no nos ayuda a tener esperanza. Los sistemas políticos ya no tienen más credibilidad. E infelizmente, aunque la piedad popular católica podría ser energía de resistencia e instrumento de vida y alegría, ha heredado de la Edad Media una espiritualidad, por demás, centrada en las mortificaciones, en los méritos del sufrimiento y de la penitencia. 

 

La teología ecuménica cristiana ha hecho un gran esfuerzo para acentuar que el centro de la fe es la bendición de Dios, su llamado a la paz y a la alegría y no una fuga del mundo y de la realidad. Así, esa espiritualidad ecuménica es una fuerza para que podamos de nuevo valorar las culturas originarias de nuestros pueblos

 

El paradigma del ‘Bien Vivir’ puede ayudarnos a retomar las causas fundamentales del camino. En su carta introductoria a la Agenda Latinoamericana 2012, el obispo Pedro Casaldáliga afirmaba: 

 

“Hemos confesado siempre que nuestras causas «valen» más que nuestra vida, porque son ellas las que a la vida le dan sentido. Somos lo que amamos, lo que hacemos, lo que soñamos. Una palabra soñadora y militante viene acompañándonos siempre y en ella insistimos: «Utopía». Somos impenitentemente soñadores”. 

 

Las tradiciones religiosas tienen palabras diversas para traducir ese ideal del buen vivir. Los hinduistas esperan el Nirvana. Tradiciones afro descendientes buscan el Axé. Judíos y cristianos desean unos a los otros y al mundo el Shalom, la paz y reino de Dios. Sea como sea, todas apuntan hacia la misma realidad: Dios es amor y fuerza de vida y de alegría. Ese amor divino tiene un proyecto para el mundo. Los profetas lo llaman reino de Dios, ocurriendo acá y ahora. El evangelio de Juan dice que Jesús vino “para que todos tengan vida y vida en plenitud” (Jn 10, 10). 

 

Una concretización de ese proyecto divino es lo que hoy llamamos ‘Bien Vivir’. Es algo que se construye como proceso concreto de vida y convivencia. Incluye una economía solidaria, una política participativa, un empoderamiento de las comunidades. Pide que consideremos los bienes comunes como patrimonio de toda la humanidad. Los derechos de la comunidad vienen como primeros en relación a los derechos individuales. El paradigma del ‘Bien Vivir’ no es algo lejano e inalcanzable. Debemos hacerlo real y vivirlo desde ahora

 

 

Para las personas que creen no es solo un ideal político. Es un elemento de espiritualidad. En las tradiciones chamánicas, es un modo de ponerse en relación con la danza de los espíritus que vienen para reequilibrar la tierra y sus energías. Para quién es cristiano, es una forma de dar testimonio del evangelio de Jesús que dijo: “El reino de Dios no llegará de forma espectacular. No se podrá decir: está acá, está más allá, porque el reinado divino está en ustedes” (Lc 17, 20 - 21). “Yo vine para que todos tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10). 

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