Monseños Romero, Pastor y Mártir - Pedro Trigo sj
[Autor Prueba]
MONSEÑOR ROMERO, PASTOR Y MÁRTIR
Pedro Trigo sj
El 23 de mayo serábeatificado Monseñor Romero.
Quiero decir de entrada que hablo sobre él, no porque toca, es decir, de modo protocolar, sino porque nos hace bien recordarlo. Repasar su vida y releer sus escritos impulsa a salir de nosotros y a ponernos a la altura de la realidad desde nuestra condición de creyentes. Lo recordamos, sobre todo, como compromiso de fidelidad. Pertenecemos a la misma historia, formamos parte del mismo cuerpo; él es hermano mayor, pastor y mártir. Nos sigue marcando rumbo y animando a caminar por él. En la misa de clausura de la Asamblea General del Episcopado latinoamericano en Puebla, presidida por el Papa recién elegido, salieron muchos obispos a dar la comunión. Regresaba Monseñor Romero y yo me le acerqué diciéndole que quería comulgar con Jesús y con él. Él me dio a Jesús y me dio un abrazo de comunión.
Escribo, pues, con gratitud. Y para decir con sencillez a tantos que han venido después o que por las distorsiones de aquellos años no apreciaron su figura, que no se priven de un alimento tan sólido, tan cálido, tan reconfortante. Que lean los seistomos de sus homilías (que las escuchen, si es posible), su diario espiritual , sus cuatro cartas pastorales , sus discursos y las vidas que sobre él se han escrito . Allí encontrarán a un ser humano vivo, palpitante, a un hombre de Dios, a una vozque los llamará a ponerse en camino y que les dará luces e impulsos para no perder el rumbo o para tomar el rumbo adecuado.
Como me han pedido, voy a tratar de él como pastor y mártir.
Mártir: testigo del evangelio, que da la vida por él
La primera pregunta que nos tenemos que hacer es si el martirio es algo del pasado o del presente. La respuesta es que hoy hay martirios y más masivamente que en el imperio romano. Estamos en la época de más mártires de toda la historia cristiana: en las décadas pasadas, sobre todo, en América Latina y en África, y hoy también en África y en Asia, sobre todo, en el oriente medio.
Ante todo hay que decir queno hay que glorificar el martirio porque el martirio es siempre un asesinato y Dios no quiere que ningún ser humano mate a otro ser humano. Por eso Dios no quiere que haya mártires, no quiso que su Hijo fuera ajusticiado en la cruz y no quiere que sus cristianos ni los no cristianos sean asesinados. Es una blasfemia afirmar que Jesús vino al mundo para morir en la cruz. En matar a Jesús no hubo nada bueno: sacrificar a Jesús fue el acto más negativo que ha habido en la historia. Así pues, no hay que glorificar el martirio. Aunque sí a los mártires.
Ahora bien, en sentido literal, todos estamos llamados a ser mártires.Martyr es una palabra griega que significa testigo, así que no es cristiano consecuente quien no lo sea. El cristiano es testigo del reinado de Dios que inició Jesús de Nazaret y que consiste en la vida fraterna de las hijas e hijos de Dios, como camino hacia el Reino: el mundo donde habite la justicia y Dios sea todo en todos.
Hay dos dificultades estructurales en el seguimiento de Jesús, que hacen ver la dificultad de ser mártires: la primera es la de vencer en uno mismo, tanto la propensión al autocentramiento y, consiguientemente, a dejarnos llevar por la pasión dominante, como la inercia, la propensión al estado de reposo, la dificultad de poner incesantemente acciones que nos lleven más allá de nosotros mismos. La segunda dificultad es que ser testigo de Jesús no consiste sólo en hacer el bien sino en luchar contra el mal, ya que su vida pudo resumirse diciendo que “pasó haciendo el bien y liberando a todos los afligidos por el mal” (Hch 10,38). Ahora bien, esto último es, cuando menos, incómodo y molesto, frecuentemente se hace muy duro y, no pocas veces, tiene costos muy difíciles de pagar. Porque el mal no es sólo el mal físico: enfermedades, desgracias, minusvalías; muchas veces es el mal causado por seres humanos y a veces es un daño estructural: derivado de reglas de juego injustas e injustamente aplicadas. Quien se arriesga a hacer el mal de este modo, ordinariamente se arriesga también a llevarse por delante a quien se oponga a ese mal. Por más que se trate de evitar confrontaciones y aunque nosotros no luchemos con las mismas armas que ellos, ya que excluimos imponernos a la fuerza y, más todavía, matar, si, como Jesús, somos testigos de la verdad, saldremos de un modo u otro crucificados.
A veces los de arriba tienen tanto poder que se limitan a ignorar a quien lucha contra el mal. Si les parece que sigue haciendo ruido, lo estigmatizan. Pero, si la cosa sigue, lo quitan del medio,para que todo siga igual.
Ahora bien ¿qué relación intrínseca hay entre ser testigos, tal como hemos explicado, y ser mártires en el sentido técnico de la palabra, es decir, dar la vida por Jesús y su evangelio, que es el reinado de Dios? Formulado de este modo, el martirio es consecuencia necesaria del testimonio: todo testigo consecuente de Jesús da su vida por él y por su evangelio, es decir, se esfuerza por vivir en todos los aspectos y circunstancias de la vida como verdadero hijo de Dios y como verdadero hermano de todos sin excluir a nadie. Se es testigo, no sólo en la práctica religiosa y en la vida privada, familiar y de amistades, sino en el trabajo, en la sociedad y en la política, lo mismo que en el descanso y la fiesta.
Ahora bien ¿qué relación hay entre que uno dé su vida y que se la quiten violentamente? Comencemos por Jesús. La relación es necesaria, si, como suele suceder, se vive en una situación de pecadoy los que la usufructúan no quieren convertirse a la fraternidad de las hijas e hijos de Dios y los testigos, por serlo, no se resignan a esa situación y tienen éxito en su camino alternativo. Llamamos situación de pecado a unas estructuras, instituciones e ideología que hacen enormemente difícil vivir como hijos de Dios y como hermanos de todos desde el privilegio de los pobres y sin excluir a los diferentes. En el caso de Jesús las autoridades religiosas y políticas y, más en general, los de arriba no querían vivir como hijos de Dios, porque se habían endiosado a sí mismos, ni como hermanos de los demás, porque buscaban de modo absoluto su propio provecho a costa de empobrecer a los demás y llevárselos por delante, si se oponían a sus designios. Como Jesús no sólo proclamaba ese mundo fraterno de los hijos de Dios sino que conducía sin prisa y sin pausa hacia él, empezando por los sobrecargados y abatidos, muchos de los cuales logró que se pusieran en pie, se posesionaran de su propia dignidad, cobraran esperanza, se encontraran entre sí y se movilizaran, quienes basaban su poder en la desesperanza, resignación y desmovilización de los de abajo, vieron un peligro en el ascendiente de Jesús e intentaron desprestigiarlo, pero como no lo lograron, no tuvieron más remedio que quitarlo del medio para que todo siguiera igual.
Así pues, el que dar la vida, que es lo propio de todo testigo consecuente, acabe en que le quitan la vida, depende del grado en que la acción de los testigos ponga en peligro el dominio injusto e inhumano de los opresores endiosados. Y esto a su vez depende tanto de la profundidad del influjo de los testigos, como de la solidez del dominio de los opresores
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