Cuándo un coordinador laico puede celebrar la Cena del Señor

30 de Junio de 2019

[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]




El día 18/06/19, pensando en el Sínodo Panamazónico de octubre, escribimos sobre el deseo del Papa Francisco de ordenar en el sacerdocio a casados, especialmente indígenas, para los lugares distantes de la Amazonia. Será un sacerdote de estilo indígena, seguramente, distinto del tradicional.

 

En los sitios sin asistencia de sacerdotes, hay coordinadores de comunidades eclesiales de base que ya están presidiendo las celebraciones de la Cena del Señor. No están ordenados pero nadie dirá que Cristo no está ahí presente en la Palabra, en la comunidad y en su celebración. La cuestión no es solo intraeclesial católica, también es ecuménica. Las Iglesias que salieron de la Reforma celebran en sus comunidades la Cena del Señor con pastores no ordenados. ¿Cuál es el valor de estas celebraciones? ¿Estará realmente Cristo presente ahí bajo las especies del pan y del vino?

 

Trataremos de responder en ambos casos positivamente, fundados en una vasta documentación histórico-teológica que no puede ser aducida aquí, pero que se encuentra en el libro Eclesiogénesis: la reinvención de la Iglesia, Editora Record 2008, p165-188.

 

La afirmación básica, definida por el Concilio Vaticano II, es: «La celebración del Sacrificio Eucarístico es el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana» (Christus Dominus, n. 30). Los fieles desean la eucaristía. ¿Se les puede negar por el hecho de no tener un ministro ordenado en su medio? Los coordinadores de las comunidades hacen todo lo que un ordenado hace, ¿por qué no pueden consagrar? Lo normal sería que fueran ordenados, pero no lo son porque no son célibes.

 

La investigación rigurosa sobre el tema concluyó que ha habido dos fases: en el primer milenio del cristianismo la ley básica era «quien preside la comunidad, preside también la eucaristía: podía ser un obispo, un presbítero, un profeta, un doctor, un confesor y un simple coordinador». Era impensable que una comunidad se quedase sin eucaristía por la falta de un obispo o de un sacerdote. Entraba entonces el coordinador de la comunidad, como ocurre en nuestras comunidades. El nexo era el coordinador de la comunidad y la celebración de la eucaristía.

 

En el segundo milenio hubo un cambio. Las disputas entre el Imperium y el Sacerdotiumdesplazaron el tema de la comunidad en favor del tema del poder sagrado. Los Papas reivindicaron el poder sagrado por encima del poder imperial. Este poder sagrado viene mediante el sacramento del Orden. El nexo es ahora quién tiene el poder sagrado y quién no lo tiene. Sólo quien es ordenado tiene el poder de consagrar. El laico queda excluido aun siendo coordinador. Ahora lo que hay es el orden laical y el sacerdotal.

 

Con referencia a las celebraciones eucarísticas de las Iglesias cristianas no romano-católicas se parte del hecho de que en ellas se celebra la Cena del Señor por los ministros aceptados por las respectivas comunidades. La validez de esta celebración no viene del sacramento del Orden, vía imposición de las manos hecha por el obispo sobre el fiel laico, que pasa entonces a ser sacerdote con poder de consagrar. Para los evangélicos, el poder de celebrar se deriva de la fe y de la fidelidad a la doctrina apostólica acerca de la presencia del Señor en la celebración de la sagrada Cena. Lo mismo podríamos decir de las celebraciones en las comunidades eclesiales de base: la fe apostólica en la real presencia de Cristo en el pan y en el vino bendecidos por el coordinador o por un grupo de coordinadores, conferiría el poder de consagrar. Cristo estaría presente ahí.

 

Otro polo de comprensión se funda en el valor del bautismo tomado en su integralidad. Es doctrina común que el bautismo es la puerta de entrada de todos los sacramentos y contendría seminalmente a todos los demás. Por el bautismo todos los fieles participan del único sacerdocio realmente válido que es el de Cristo. El sacramento del Orden no es el sacramento del obispo o del sacerdote. Es el sacramento de la Iglesia como comunidad de los fieles. Si alguien es ordenado en el sacramento del Orden es para el servicio de la comunidad, para su coordinación y animación espiritual. No existe un frente a frente: por un lado el fiel, sacerdote común, sin poder sacramental ninguno y por otro el sacerdote ordenado con todos los poderes. Lo que existe es una comunidad, toda ella sacerdotal y profética, que especifica las funciones sin que una disminuya a las otras, una de consagrar y coordinar, otra de interpretar los textos sagrados, de responsabilizarse de los cánticos, de visitar a los enfermos, etc.

 

Además es doctrina común que, después del sacerdocio de Cristo, no puede haber ningún otro sacerdocio a título propio. Por eso es Cristo quien consagra. El sacerdote no consagra. Él tiene el poder de representar, de hacer visible en la comunidad a Cristo invisible. Él no sustituye a Cristo.

 

En una comunidad bien organizada hay un sacerdote o un pastor con esta función. Pero cuando falte y sin culpa de la comunidad, el coordinador puede asumir esta función de representación de Cristo. Esta situación hoy en día es bastante frecuente, de ahí la importancia de reconocer la validez de las celebraciones de los pastores y de los coordinadores laicos.

 

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor. Ha escrito: Iglesia: carisma y poder, Vozes 1982, Sal Terrae 1982 y 2002.

 

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

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O coordenador leigo pode consagrar

 

No dia 18/06/19, pensando no Sínodo Panamazônico de outubro, escrevemos sobre a vontade do Papa Francisco de ordenar casados ao sacerdócio, especialmente, indígenas, para os lugares distantes na Amazônia. Será um sacerdote do jeito indígena, seguramente, diverso do tradicional.

 

Ocorre que nos lugares sem a assistência de sacerdotes, coordenadores de comunidades eclesiais de base já estavam presidindo celebrações da Ceia do Senhor. Não são ordenados mas ninguém dirá que Cristo não está aí presente na Palavra, na comunidade e em sua celebração. A questão não é apenas intra-eclesial católica, é também ecumênica. As Igrejas que saíram da Reforma celebram em suas comunidades a Ceia do Senhor por pastores não ordenados. Qual é o valor destas celebrações? Estará realmente Cristo aí presente sob as espécies do pão e do vinho?

 

Tentaremos responder, em ambos os casos, positivamente, fundados numa vasta documentação histórico-teológica que não pode ser aqui aduzida mas encontrável no livro Eclesiogênse: a reinvenção da Igreja, Editora Record 2008, p 165-188.

 

A afirmação básica, definida pelo Concílio Vaticano II é: ”A celebração do Sacrifício Eucarístico é o centro e o cume de toda a vida da comunidade cristã” (Christus Dominus, n.30). Os fiéis desejam a eucaristia. Pode ser negada a eles pelo fato de não haver um ministro ordenado em seu meio? Os coordenadores das comunidades fazem tudo o que um ordenado faz, por que eles não podem também consagrar? O normal seria que fossem ordenados. Mas não o são porque não são celibatários.

 

A pesquisa rigorosa sobre o tema concluiu haver duas fases: no primeiro milênio do Cristianismo a lei básica era: “quem preside a comunidade, preside também a eucaristia: podia ser um bispo, um presbítero, um profeta, um doutor, um confessor e um simples coordenador”. Seria impensável uma comunidade ficar sem a eucaristia pela falta de um bispo ou de um sacerdote. Entrava o coordenador da comunidade, como ocorre nas nossas comunidades. O nexo era o coordenador da comunidade e a celebração da eucaristia.

 

No segundo milênio houve uma reviravolta. As disputas entre o Imperium e o Sacerdotium deslocaram o tema da comunidade em favor do tema do poder sagrado. Os Papas reivindicaram o poder sagrado acima do poder imperial. Este poder sagrado vem mediante o sacramento da Ordem. O nexo agora é quem detém o poder sagrado e quem não o detém. Só quem é ordenado tem o poder de consagrar. O leigo ficou excluído mesmo sendo coordenador. Agora há a ordem laical e a sacerdotal.

 

Com referência às celebrações eucarísticas das Igrejas cristãs não romano-católicas parte-se do fato de que nelas se celebra a Ceia do Senhor pelos ministros aceitos pelas respectivas comunidades. A validade desta celebração não advém do sacramento da Ordem, via imposição das mãos feita pelo bispo, sobre o fiel leigo que passa, então, a ser sacerdote com poder de consagrar. Para os evangélicos, o poder de celebrar se deriva da fé e da fidelidade à doutrina apostólica acerca da presença do Senhor na celebração da sagrada Ceia. O mesmo poderíamos dizer das celebrações nas comunidades eclesiais de base: a fé apostólica na real presença de Cristo no pão e no vinho abençoados pelo coordenador ou por um grupo de coordenadores, conferiria o poder de consagrar. Cristo estaria ai presente.

 

Outro polo de compreensão se funda no valor do batismo tomado em sua integralidade. É doutrina comum que o batismo é a porta de entrada de todos os sacramentos e conteria seminalmente todos os demais. Pelo batismo todos os fiéis participam do único sacerdócio realmente válido que é o de Cristo. O sacramento da Ordem não é o sacramento do bispo ou do padre. É o sacramento da Igreja, como comunidade dos fiéis. Se alguém é ordenado no sacramento da Ordem é para o serviço da comunidade, de sua coordenação e animação espiritual. Não existe um frente-a-frente: por um lado o fiel, sacerdote comum, sem poder sacramental nenhum e por outro o sacerdote ordenado com todos os poderes. O que existe é uma comunidade toda ela sacerdotal e profética que especifica as funções, sem uma diminuir a outra, uma de consagrar e coordenar. a outra de interpretar os textos sagrados, de se responsabilizar pelos cânticos, de visitar enfermos etc.

 

Ademais é doutrina comum que depois do sacerdócio de Cristo, não pode haver nenhum outro sacerdócio a título próprio. Por isso é Cristo quem consagra. O sacerdote não consagra. Ele tem o poder de representar, tornar visível para a comunidade o Cristo invisível. Ele não substitui Cristo.

 

Numa comunidade bem organizada, há o sacerdote ou o pastor com esta função. Mas quando faltarem e sem culpa da comunidade, o coordenador pode assumir esta função de representação de Cristo. Essa situação hoje em dia é bastante frequente, daí a importância de se reconhecer a validade das celebrações dos pastores e dos coordenadores leigos.

 

Leonardo Boff é teólogo, filósofo e escritor e escreveu: Igreja: carisma e poder,Vozes 1982;Record 210.

 

Imagem: https://cpalsocial.org/2210.html

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