No perder la identidad, ni imponerla…

07 de Junio de 2018

[Por: Rosa Ramos]




“…Lo más hondo no es íntimo: está afuera.
Hondura de vivir día por día
con otros, entre otros.

Falsa hondura del abismo
que sólo tú has pisado

y entre sueños has visto…”

Circe Maia. Exterior.

 

¡Qué difícil este arte de no perder la identidad ni imponerla sobre otros!1 

La dificultad la vemos en la política partidaria, en los grupos de trabajo, en las comunidades y hasta en las familias. El tema es áspero, pero contaremos con aliados que lo harán más suave.

 

Hay gente que busca siempre prevalecer sobre los demás, sus ideas, sus criterios, su “verdad”, deben ser los que finalmente venzan.  Los otros son tan sólo su caja de resonancia. En cambio, otros buscan pasar desapercibidos, se mimetizan con otro u otros para no tener que expresarse, ni mostrar su identidad. Se diluyen y ocultan en los otros.

 

En ambos casos no hay diálogo, ni comunidad auténtica. Todos pierden. Y sobre todo se pierde lo que podría construirse desde las diferencias, desde las múltiples identidades. 

 

La música, la pintura, y la vida misma serían imposibles sin la coexistencia de notas musicales, colores y elementos diferentes, que manteniendo su identidad generan algo nuevo, unidos.

 

Ese punto medio -y dinámico- entre imponer la identidad y renunciar a ella, es muy difícil de asir, tanto como el centro de la circunferencia -decía ya Aristóteles-; no es sino para sabios en el arte del buen vivir. 

 

Requiere un alto grado de humildad, en el sentido de verdad, de conocimiento de uno mismo, sus capacidades y límites, sus rasgos propios, los dones recibidos, para compartir sin avaricia. Y un alto grado de humildad también para reconocer, aceptar, acoger y venerar la verdad de los demás, aquello que les es propio.

 

La filosofía estoica romana también lo afirmaba: la esmeralda brilla con su verde y el rubí con su rojo, no se confunden, no se inhiben, no se imitan o camuflan, cada cual mantiene su color y belleza, siendo como son piedras preciosas. Y las no tan preciosas también unidas, sosteniéndose unas a otras son capaces de formar acueductos, puentes, grandes arcos. Esas enormes construcciones romanas que aún podemos ver en pie, han sido construidas así, encajando sabiamente las piedras, que “codo a codo” se sostienen.

 

Tampoco se trata de una identidad inmutable, pues no somos piedras, sino seres humanos abiertos, inacabados, siempre en construcción. Andamos por la historia “… a medio construir, como esas casas llenas de andamios…”, según el mismo poema citado de Circe Maia. Desde la fe creemos que Dios moldea nuestro barro y nos construye con los acontecimientos, con los encuentros y desencuentros a lo largo de la vida, afirmando nuestra identidad, incluso con las fisuras, más bien haciéndose presente allí y fortaleciéndonos desde ellas. 

 

Una bellísima y sabia expresión de esta acción es el “kintsugi”, el arte japonés de reparar las cerámicas con resina mezclada con oro. Tienen una historia, ha sufrido un daño, pero pueden ser reparadas con amor y oro. Vuelven a estar en pie con más valor, hermosas. Hermoseadas. 

 

Nuevamente tenemos que matizar o precisar: nuestras identidades no son rígidas como esas hermosas piezas de cerámica  japonesas. Y además somos identidades que se construyen en el abrazo, en el convivir, y así avanzan juntas hacia una meta, como bellamente dice el poeta Mario Benedetti: 

 

“…Te quiero porque sos mi amor, 

mi cómplice, y todo, 

y en la calle, codo a codos, 

somos mucho más que dos…”

 

Querernos bien es, precisamente, respetarnos y animarnos en nuestras identidades. Querer al otro como otro, valorando la alteridad, no buscando un espejo del propio ego. Qué hermosa declaración de amor, de pareja, paternal, de amistad, y hasta de ciudadanos, sería: “Qué bueno que existas, quiero tu vida, quiero que seas tú mismo y eso que puedes ser”. El que ama, no sólo ve lo que la persona es en el presente, ve también y más allá sus posibilidades. 

 

Al mismo tiempo se puede ver que la realidad apela, clama, y que puede dar más de sí, si nos jugamos enteros, aportando cada uno desde nuestro ser varón o mujer, anciano o joven, más teórico o más pragmático. Y desde eso tan genuino que llamamos nuestra identidad.

 

Se trata de esa capacidad de autotrascendernos y juntos construir otro mundo posible, y construirnos, humanizarnos, como decíamos hace unos días. Para ello, sin perder la identidad, valiente y confiadamente, tenemos que bajar del ego, del narcisismo, de la omnipotencia. 

Parece tan simple enunciarlo, ¡y es tan difícil vivirlo! 

 

Recurro a otro poeta que lo expresa magistral y plásticamente , Vicente Aleixandre: 

 

“Baja, baja despacio y búscate en los otros.

Allí están todos, y tú entre ellos…

Así, entra con los pies desnudos.

Entra en el hervor, en la plaza.

Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.”

 

¿Acaso no es eso lo que San Pablo expresó como el abajamiento, la kenosis, del Hijo de Dios? (Fil, 2) Jesús bajó a las miserias humanas, a los lugares malolientes, a las heridas purulentas, entró a casa de fariseos y comió con ellos, fue predicador ambulante en plazas y caminos, anduvo entre pobres y pecadores. Se dejó tocar por todos. Comió con todos. Anduvo sin imponerse y sin armaduras, libre para liberar, con pies descalzos o con sandalias de campesino. Y en ese andar, sanar, predicar el Reino de Dios, y comer, fue él mismo. Lo llamaban Nazareno, Maestro, Profeta, Salvador… por allí andaba su identidad mezclada en el torrente de la vida que lo reclamaba, dejándose enseñar por niños, pájaros y mujeres.

 

¿Y si bajamos también nosotros a la plaza, con nuestros andamios, con nuestras fisuras remendadas, pero también con nuestra gran sonrisa de gente libre, liberada para amar sin armaduras, regalando nuestra identidad y recibiendo sin miedo la de los otros como regalo?

 

Cita

 

 Sugiero como complemento o quizá como fundamento del tema, ver el video El diálogo como identidad y como método, su importancia, condiciones, dificultades, y necesidad a todo nivel, sobre todo a partir del minuto 22 y hasta el final, minuto 39. Se trata de un video explicativo sobre la Exhortación del Papa Francisco Amoris Laetitia, producido y promovido por varias universidades, donde expone el Dr. Miguel Yáñez, sj. 

https://www.youtube.com/watch?v=DcPLqUAJ2tE#action=share

 

 

Imagen: http://www.algoalternativo.com/wp-content/uploads/algoalternativokintsukuroi.jpg 

 

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