17 de Enero de 2018
[Por: Juan José Tamayo]
Este tercer artículo que dedico a Panikkar con motivo del centenario de su nacimiento tiene como hilo conductor el libro Raimon Panikkar. Una biografía (traducción de Jordi Pigem, Fragmenta Editorial, Barcelona 2014, 366 págs.), que leí con verdadera fruición hace tres años. Su autor es Maciej Bielawski, teólogo, escritor, pintor y profesor polaco que actualmente enseña en la Universidad de Verona (Italia). Se trata de una biografía literariamente brillante, históricamente fiable, con un riguroso y profundo conocimiento de la filosofía y la teología de Panikkar. No, no es esta una obra que canonice al biografiado y lo transporte al cielo sin hacer pie en la tierra.
Está escrita con sentido crítico, sin concesiones a la cercanía ideológica del biógrafo con el biografiado, pero reconociendo, eso sí –y es de justicia– el ingenio a flor de mente, la brillantez literaria, la originalidad intelectual y la permanente creatividad de uno de los filósofos y teólogos españoles más importantes del siglo XX y principios del siglo XXI. Un intelectual que trasciende los límites geográficos patrios y se convierte en figura internacional del pensamiento intercultural e interreligioso. El autor afirma no esconderse tras la máscara de la objetividad, “cosa que, por otra parte, sabemos que es imposible”.
Me parece especialmente relevante –y no puramente anecdótico– la referencia con la que suelen comenzar las biografías de Panikkar, y esta también: “hijo de madre catalana y católica y de padre indio e hindú”, ya que la doble herencia paterno-materna va a marcar su vida entre dos culturas. Algo que le resultaba apasionante y que dio lugar al relato de un “Panikkar plural” tras el que se esconde el misterio plural de su inter-identidad: el buddhista y el cristiano, el hombre secular y el hindú, el catalán y el indio, el filósofo y el teólogo, el sabio y el místico, el sacerdote y el escritor, el predicador y el conferenciante, el viajero y el contemplativo, el amigo y el marido, el hijo y el hermano, el joven y el anciano.
Pero la diversidad de Panikkar no es dispersa y caótica, sino “misteriosamente unificada”. De ahí que el propio biógrafo relativice el género literario de biografía, aunque aparezca en el título, porque “la existencia no es solo cronológica, sino polifónica y, por ello, el arte de la vida no reside en la coherencia, sino en la armonía”.
La imagen que, creo, mejor le define es “su andar por mil caminos... en movimiento perpetuo”: Barcelona, Bonn, Madrid, Salamanca, Roma, Milán, India, Munich, Harvard, Santa Bárbara… y su destino final, Tavertet, pequeña población catalana donde vivió las últimas décadas. Allí fundó el Centro de Estudios Interdisciplinares “Vivarium” y allí murió.
Bielawski recuerda sus más de sesenta años de sacerdote y su difícil relación con la Iglesia católica, la larga pertenencia al Opus Dei, los conflictos con la Obra y su abandono, su matrimonio civil con la prestigiosa filósofa María González-Haba. Este itinerario aparentemente tan contradictorio y errático del místico de Tavertet, lejos de ensombrecer su vida, la enriquece y confirma la imagen del “Panikkar plural”, que no dual.
En el centro de su reflexión y de su vida se encuentran la filosofía, la cultura y la religión de la India, que estudió en profundidad y dejaron una huella indeleble en su persona. “La India me ha liberado del miedo”, le oí decir en más de una ocasión. Desde su llegada al país del Sur asiático fue una persona libre, liberadora y liberada. Liberada sobre todo de los teísmos, de los que, en un texto antológico de Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra, dice:
“Estamos ante la crisis de todos los teísmos: monoteísmo, deísmo, politeísmo, panteísmo, ateísmo, la crisis de una concepción que se empeña en colocar a Dios en un lugar especial, tanto si este lugar no existe (ateísmo), como si está arriba, dentro o en todas partes”.
La obra escrita de Panikkar es ingente, casi inabarcable. De ahí las dificultades no pequeñas que en los últimos años encontró él mismo a la hora de preparar sus Opera omnia. Maciej Bielawski la agrupa en torno a cinco círculos concéntricos:
A) Diálogo interreligioso, intrarreligioso e intercultural y paz y crítica del “colonialismo tecnocrático y monetario”.
b) Espiritualidad y experiencia mística, como eje de todos sus escritos.
c) “Cristofanía”, cuya obra más representativa es La plenitud del hombre. Una cristofanía, donde va más allá tanto de las cristologías tradicionales como de las recientes investigaciones sobre el Jesús histórico e indaga en la experiencia mística de Jesús.
d) Cosmoteandrismo, neologismo de Panikkar con el que pretende ofrecer su visión holística de la realidad donde todo está relacionado con todo.
e) Ecosofía y teofísica, donde se muestra como científico y teólogo y descubre que la Tierra posee su propia sabiduría y los seres humanos tenemos que aprender de ella.
Panikkar es comparado merecidamente con pensadores como Sankara y Ramanuja, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, Buenaventura y Gregorio Palamas, el sufí Ibn Arabi, el científico evolucionista cristiano Teihard de Chardin y el filósofo Martin Heidegger. Su obra ha influido decisivamente en las distintas tendencias filosóficas y teológicas de nuestro tiempo, sobre todo en la teología interreligiosa con El Cristo desconocido del hinduismo y El silencio del Buddha, y en la filosofía intercultural con Sobre el diálogo intercultural y otras obras relevantes. De ambas fue pionero y uno de sus principales cultivadores.
Su pensamiento está siendo estudiado por numerosos investigadores, discípulos y discípulas, que descubren en cada investigación nuevas dimensiones de su rica personalidad y de su complejo pensamiento y a quienes el biógrafo llama “seguidores de su espíritu”. Espíritu que se caracteriza dialécticamente por la rebeldía pacífica, la concordia discorde y la presencia ausente.
Biografía y bibliografía se encuentran en perfecta armonía en el filósofo de Tavertet: “su obra es toda su vida...; sus escritos son su autobiografía”, afirma Maciej Bielawski. Ambas constituyen un ejemplo de síntesis entre Oriente y Occidente y de vivencia pacifica del pluriverso cosmovisional del sabio retirado los últimos años de su vida nonagenaria en las montañas y en comunión con el cosmos. Palabra y silencio: he aquí la mejor síntesis de la vida de Panikkar. “También el silencio es comunicativo” escribe en El silencio del Dios. “Quien no ha gustado del silencio no saborea la palabra”, afirma en la misma obra.
Achille Rossi definió a Panikkar como “artista del diálogo”: diálogo entendido como talante y talento, sentir y pensar, compartir y convivir, actitud ante la vida y método en la búsqueda de la verdad, razón y experiencia, sapiencia y nesciencia, saber y sabor, concordia y discordia. Su amigo Ernesto Balducci lo llamó el “hombre planetario”, y con razón, ya que se encontraba como en su casa en Oriente y en Occidente, entre California y la India, “contemplando con su mirada el océano Índico y el Pacífico” (Bielawski).
Varias personas que han leído mis dos artículos anteriores del blog me hablan de la complejidad del pensamiento del místico de Tavertet. Yo coincido con ellas, pero matizo: la complejidad entendida como contrapunto del pensamiento simple esquemático, único, evanescente, y como creatividad luminosa. Una buena guía para transitar por la complejidad luminosa y creativa del filósofo y teólogo indio-catalán es el Diccionario panikkariano, de dos excelentes especialistas en su obra, Victorino Pérez Prieto y José Luis Meza Rueda (Herer, Barcelona, 2016), cuya lectura recomiendo.
*Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones y autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2017).
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