Espiritualidad de enamorados y? o? y/o? de amadores

01 de Enero de 2018

[Por: Rosa Ramos]




“Enamórate…

Aquello de lo que te enamores, 

lo que arrebate tu imaginación, 

lo afectará todo”

Pedro Arrupe, s.j.

 

¡2018! ¡Nuevo año, nueva oportunidad para una vida más plena y abundante para todos!

 

En tiempos de amores frágiles o líquidos, o simplemente difíciles para la fidelidad, tiempos de proyectos individuales y/o de corto alcance, donde cuesta dar y mantener un “sí”, propongo reflexionar a partir de algunas preguntas sobre el amor, para comenzar el nuevo año tomando el pulso a la fe y a la esperanza con que lo iniciamos (a nivel personal, familiar, comunitario): 

 

¿Estamos enamorados/as? ¿Seguimos enamorados/as? De alguien, de una actividad, de un proyecto, de un estilo de vida, de la vida misma, con sus gozos y sombras, con sus límites y posibilidades… 

 

¿De quién -o de qué- estamos enamorados/as, de modo tal que al decir de Pedro Arrupe nos hace volar la imaginación y afecta positivamente toda nuestra vida? 

 

¿Tenemos en la mirada el brillo propio de los enamorados? Al menos, ¿algunas veces se nos iluminan los ojos y vemos todo desde esa luz?  ¿Bailamos enamorados/as de personas y proyectos? De otra manera, ¿aún la vida y las personas con las que convivimos, y aún las ausentes, nos hacen bailar de entusiasmo? Seguramente esta pregunta nos lleva a recordar vivamente bailes recientes o lejanos, incluso al imponente baile de Zorba el griego.

 

¿Somos capaces de algunas locuras de amor? Esta pregunta vale especialmente para los que ya no somos jóvenes, porque cuando lo fuimos era más fácil hacerlas -y era aceptado además-.

 

Locuras de amor son aquellas donde no entra el cálculo avaro, donde “nos damos a balde perdido”; cuando vamos, venimos, atravesamos fronteras –físicas y de las otras-, para estar donde el amor llama; cuando nos jugamos arriesgando todo: “sí, yo me ofrezco”, “aquí estoy”.

 

¿Estamos dispuestos/as a enfrentar oposiciones a causa de nuestros amores? Es típico de los enamorados no aceptar “noes”, oposiciones e imposiciones, y luchar por defender su amor.

 

Esa es una espiritualidad de enamorados, capaz de dinamizar a cualquier edad, arriesgar, poner en camino, vencer obstáculos, y -aunque suene menos atractivo-, también de dar la vida. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn. 15, 13)

 

Enamórate, permanece enamorado, y esto lo decidirá todo” concluye el poema de Arrupe. No es menor que estas palabras las profiera un varón, sacerdote, y jesuita. No es menor saber quién fue y dónde puso su amor, cómo fue capaz de permanecer fiel y enamorado en las dificultades, en los golpes bajos y en las incomprensiones que recibió. Contemplando su vida, sus expresiones dejan de sonar románticas y hacen calibrar su densidad, su consistencia. Buscó primero el Reino de Dios y su justicia (Mt. 6,33), se enamoró, y ese amor sin duda lo afectó, decidió toda su vida y su compromiso, y seguramente le permitió experimentar la consolación -en términos ignacianos- en medio de la tempestad y aceptar la cruz de sus opciones.  

 

¿Espiritualidad de enamorados o de amadores? ¿Por qué la cuestión o la duda? Por la distinción que hacen los tratados clásicos de psicología: entienden el enamoramiento como un estado emocional intenso pero pasajero, muy lábil. En tanto afirman que el amar supone un sentimiento fuerte, sólido, unido a una decisión de fidelidad y permanencia que compromete la vida entera con personas y causas. En versos de Pedro Salinas: “Más allá de ola y espuma/ el querer busca su fondo./ Esa hondura donde el mar/ hizo la paz con su agua” 

 

Sin embargo, habiendo partido de los versos de Pedro Arrupe, y aludido a su testimonio, es claro que en ellos hay una equivalencia entre ese enamorarse al que invita y el amar como entrega total. Propone “permanece enamorado… todo un desafío a la creatividad en la fidelidad. Tantas parejas, familias, tantos luchadores sociales, dan cuenta de un gran amor que por ser fiel exige apertura, cambios y apuestas nuevas en las que se les va -o quitan- la vida.

 

Esa fidelidad creativa la percibimos en muchos hombres y mujeres, -y tantos mártires-: en sus itinerarios de vida pasaron por lugares y adhesiones diferentes, pero vertebrados por un hilo primordial –acaso el principio y fundamento-. Los sostiene una espiritualidad de amadores, que, como la savia, vivifica atravesando oscuridades y lleva vida hasta la flor que, aún siendo efímera, alegra y perfuma a todos; y llega al fruto que alimentará a muchos… también llega a la semilla o carozo que, soltándose, cayendo en tierra y muriendo, asegurará la vida futura.

 

Otra vez apelamos a Pedro Salinas: “Mirándonos cara a cara, /viéndonos en lo que hicimos,/ brota/ desde las dichas cumplidas ayer/ la dicha futura/ llamándonos. Y otra vez/ la vida siente un sueño/ trémulo, recién nacido.”

 

Y para retomar las preguntas iniciales acerca de nuestros amores les invito a poner música al nuevo año que estrenamos, escuchando a una cantante brasileña, Flavia Wenceselau “O amor torna tudo novo de novo”. Traduzco una parte (se puede apreciar la canción completa en el video que acompaña este texto):

 

“El amor hace todo nuevo/ de nuevo,/ todo cierto,/ todo cercano,/ todo natural./ Siempre que una flor muere/ nace otra en su lugar./ Si una lágrima cae,/ una sonrisa brotará./ No hay camino viejo,/ ni rutina/ en lo que ya hizo,/ si usted siente que ama,/ todo tendrá el gusto/ de la primera vez.”

 

Que el 2018 nos encuentre siempre amando, porque “al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor” dice San Juan de la Cruz. (Interpreto que es su traducción de Mt. 25).

 

 

Imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2017/11/26/16/36/landscape-2979296_640.jpg

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